Los campos agrícolas de Sonora se encuentran dentro de los de mayor producción a nivel nacional, junto con los de Baja California, Sinaloa, Chihuahua y Jalisco. La venta de alimentos al extranjero deja inmensas ganancias a los agricultores; según un estudio de El País, en 2016 se llegó a una cifra record de 30 mil millones de dólares, y los cinco estados mencionados contribuyeron con un 35% del total. Sin embargo, las grandes ganancias no se traducen en mejoras de la calidad de vida de los productores directos, es decir, los jornaleros.
Las irregularidades encontradas en los campos agrícolas son tantas que más tiempo lleva tomar el registro de cada una de ellas que el que los empresarios agrícolas necesitan para evadir las sanciones que las autoridades les imponen a causa de las mismas. Lo que impera en el próspero campo sonorense es la sobreexplotación de la mano de obra, la acumulación y acaparamiento de riqueza por parte de unos cuantos. Todo esto se hace bajo la complacencia de las autoridades, incluso, muchos empresarios agrícolas son beneficiarios de programas gubernamentales encaminados al desarrollo del campo, cuando estos deberían estar encaminados a ayudar a los que menos tienen; sucede todo lo contrario, los que más tienen, son los que más ayudas gubernamentales reclaman.
Por su parte, los trabajadores de los campos agrícolas deben sobrevivir con salarios insuficientes, que no alcanzan para cubrir las necesidades básicas de las familias. Los camiones en los que son transportados a los lugares de trabajo son en extremo inseguros, y no son pocas las veces en que ha habido accidentes, siendo las víctimas siempre los propios trabajadores.
Muchos de los campos agrícolas sonorenses se encuentran en zonas que anteriormente pertenecían a las comunidades, como la del Valle del Mayo. Muchos agricultores se benefician de las tierras que pertenecían a los ejidos, ya sea comprándolas o alquilando. Esto es muy importante, pues demuestra cómo el despojo sufrido por parte de las comunidades sirve para agrandar la riqueza de unos cuantos. El ejido, que sería teóricamente el sustento de las comunidades, se convirtió en su perdición, pues a pesar de tener las tierras nunca contaron con el apoyo suficiente para hacerlas producir, lo que los orilló a venderlas o arrendarlas, convirtiéndose ellos mismos en jornaleros. Ahora los miembros de las comunidades son dependientes de los agricultores capitalistas, y cuando no hay trabajo en los campos son olvidados a su suerte, obligándolos a dejar sus lugares de origen para buscar otros espacios dónde trabajar, sin tener la seguridad de que regresarán con bien a sus hogares.
La situación actual de estas comunidades, que abarcan los municipios de Huatabampo, Etchojoa, Navojoa y Benito Juárez, muestra cómo la extracción de riqueza producida por los jornaleros originarios de las mismas comunidades no beneficia en nada a la población local. La pobreza y la marginación son el día a día de estos trabajadores. A pesar de que se cosechan grandes cantidades de granos como el trigo, o diversos productos como la papa, tomate, chile, etc., la desnutrición de las familias de los trabajadores es evidente, y no es que haya aumentado la dificultad de producir alimentos, con esta forma de producción lo que aumenta es la dificultad que tienen los trabajadores para obtenerlos, esto demuestra lo podrido de un sistema que aumenta la riqueza de un grupo poco numeroso, pero no disminuye la miseria de la inmensa mayoría de la población.
En este contexto llama la atención el pronunciamiento que líderes del Pueblo Mayo hacen pidiendo justicia para su pueblo, pues comentan que pareciera que no existieran como comunidad y, sin embargo, padecen las consecuencias de un sistema que los priva de sus medios de vida. Sin embargo, no se puede esperar que la justicia llegue por la buena voluntad de las autoridades, locales o federales, tampoco se trata de que se den paliativos a las personas víctimas de la explotación y ser la etnia más grande de Sonora. Si realmente se quiere justicia para el Pueblo Mayo es indispensable que sea la comunidad la que se organice y luche por lo que les corresponde, no las migajas que la 4T da mediante sus programas. Es importante que se busque la implementación de proyectos integrales de infraestructura y servicios, para comenzar a salir del rezago al que los han sometido por años. Asimismo, es importante que los grandes agricultores, muchos de ellos perteneciente o con vínculos estrechos con la clase política gobernante, aporten lo que les corresponde, pues, aunque están acostumbrados solo a saquear las riquezas producidas por los trabajadores de la región es momento que contribuyan a su desarrollo.
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