En pleno marco de las celebraciones patrias, cuando el país se llena de orgullo y festividad por el 15 y el 16 de septiembre, un tema crucial se mantiene en la sombra aun después del sexenio de la autoproclamada “Cuarta Transformación”: la marginación en el Estado de México. Mientras que las cifras oficiales del Consejo Nacional de Población (Conapo) apuntan a un grado de marginación medio en la entidad, las organizaciones no gubernamentales (ONG) nos dan una visión más alarmante. Los datos del gobierno muestran mejoras en indicadores como el acceso a servicios y la educación, pero las ONGs alertan sobre las graves carencias que enfrentan diversos sectores de la población.
Según Techo México y Save the Children, la realidad de las comunidades más vulnerables en el Estado de México está lejos de ser tan positiva como lo indican las estadísticas gubernamentales. Estas organizaciones señalan que en las zonas rurales y en los asentamientos informales, hasta un 15 por ciento de las viviendas carece de agua potable, una cifra mucho mayor que la reportada oficialmente; además, en municipios como San José del Rincón y Villa de Allende, la deserción escolar superar el 20 por ciento, especialmente entre las niñas y adolescentes.
Oxfam México también subraya que la pobreza extrema sigue siendo un problema estructural en el Estado de México, que afecta a 35 por ciento de la población de algunas zonas rurales y urbanas marginadas. Estas cifras muestran una realidad que no siempre es reflejada en los informes oficiales, donde las mejoras suelen generalizarse sin considerar las brechas profundas en ciertas comunidades.
Contradictoriamente, las cifras del Conapo para el Estado de México reflejan una mejora en la calidad de vida en comparación con años anteriores. Según los informes de 2020, solo un 3,99% de la población es analfabeta y el acceso a agua potable está disponible en más del 94% de las viviendas. Estas estadísticas subrayan avances significativos en la infraestructura y educación, lo que parecería confirmar un progreso en la reducción de la marginación. Por su parte, el gobierno federal argumenta que las políticas sociales y los programas de desarrollo están contribuyendo a mejorar las condiciones de vida en las zonas más pobres, con la disminución de la pobreza extrema y el aumento en el acceso a servicios básicos.
A pesar de los datos optimistas presentados por el gobierno, la realidad cotidiana en el Estado de México parece estar más alineada con los informes de las ONG. La desigualdad persiste en muchas áreas, particularmente en las comunidades rurales y asentamientos informales, donde el acceso a servicios sigue siendo limitado y la falta de oportunidades educativas es alarmante. En municipios como Ecatepec y Nezahualcóyotl los cinturones de pobreza urbana son muestra constante de las profundas divisiones sociales y económicas.
“Este choque de números y realidad evidencia que, aunque los indicadores generales pueden mostrar mejoras, “las cifras oficiales o “los otros datos” no capturan la vida real de miles de mexiquenses que siguen viviendo en condiciones de marginación extrema”, consideró el dirigente antorchista en el Valle de Toluca, Gabriel Herrnández García.
En este contexto, dijo, “resulta imprescindible adoptar una visión de justicia social que esté verdaderamente orientada a la igualdad y el bienestar de las comunidades más vulnerables. Luchar en favor de los derechos de los pobres y marginados, nos obliga a exigir políticas públicas que no solo apunten a mejoras estadísticas, sino a una transformación real y tangible en las condiciones de vida de las personas, organizados es posible”.
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