MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Fomentando un trato cordial y solidario

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Dicen los estudiosos de las sociedades humanas que allá, en los confines de la humanidad, cuando el ser humano apenas nacía a la vida y no se diferenciaba mucho de los animales, viéndose completamente limitado en sus capacidades físicas, pues no tenía la fuerza, ni la velocidad, ni las garras ni los colmillos de los demás seres, entendió rápidamente que su única fuerza era su número y, por lo tanto, su unidad.

Entendió que solo, sin el apoyo de los demás seres de su especie, sería presa fácil de todo tipo de depredadores. Permanecer juntos fue, desde esos remotos tiempos, condición indispensable para la supervivencia. Se entiende que, en esas condiciones, las pocas armas y herramientas que fabricaban, eran de todos, no podía existir la propiedad privada. La comida, las pieles de los animales cazados, las chozas, todo era de propiedad común. Algunos científicos de la sociedad llaman a esta etapa “comunismo primitivo”.

Así, unidos en grupos cada vez más organizados, primero en grandes familias llamadas gens, después en clanes y tribus, los seres humanos se desarrollaron hasta alcanzar lo que actualmente conocemos como civilización, que no es otra cosa que el entorno transformado por la técnica y la cultura.

Pero con la civilización llegó la riqueza, y con la riqueza surgió el ansia de posesión, y con esto, las luchas, las guerras de rapiña, guerras para despojar al pueblo vecino, guerras para apoderarse de las mejores tierras o los mejores bosques. El “mío y tuyo” apareció, y con eso, las envidias, los egoísmos, las inconformidades. El comunismo primitivo desapareció, para dar paso a la sociedad dividida en clases, desapareció la propiedad común, para dar paso a la propiedad privada.

El esclavismo, luego el feudalismo y ahora el capitalismo, son sociedades en donde reina la propiedad privada. En este tipo de sociedades, quienes gobiernan son siempre representantes, socios y aliados de los dueños de la propiedad privada. Son enemigos de la propiedad colectiva. Odian todo lo que tenga que ver con la organización colectiva de la sociedad. Difunden todos los días, a todas horas, por todos los medios a su alcance: radio, televisión, cine, que, además, ellos son sus dueños, que no hay nada mejor que vivir individualmente, que los únicos lazos que deben unirnos son los familiares, pero eso de que seas solidario con tus vecinos, que se ayuden mutuamente, es visto como cosa de tontos.

O sea, los dueños de la riqueza fomentan entre el pueblo los peores sentimientos, fomentan la pelea, las envidias y el odio entre los ciudadanos, porque eso les conviene. Quieren que los hombres y las mujeres del pueblo permanezcan peleados, desunidos, porque así es más fácil manipularlos. Unidos se defienden mucho mejor, pero eso es lo que no quieren los ricos, pues cuando los pobres aprendan a unirse para defenderse, pondrán en riesgo el cómodo y lujoso modo de vivir de los ricos.

Todo esto viene a cuento, porque el Movimiento Antorchista tiene ya casi 50 años luchando porque la gente de los pueblos y colonias aprenda y comprenda la necesidad de organizarse. Desunidos, cada quién por su lado como hojas secas arrastradas por el viento, somos muy débiles y mansas víctimas de los poderosos; unidos y organizados, somos fuertes y sólidos, como rocas.

Por ejemplo, Metepec, en Atlixco, Puebla, empezó a formarse en el año 2006. Desde entonces, los activistas políticos de Antorcha han tratado de educar a los colonos en la cultura de la solidaridad y la concordia, explicándoles la superioridad del colectivo sobre en individuo; han tratado de hacerles comprender que por encima de sus diferencias personales existen aspectos de la vida proletaria que todos comparten: la falta de dinero, la falta de trabajos y salarios dignos, la falta de acceso a los servicios de salud, la necesidad de mejora de las viviendas, la delincuencia, el fomento de los vicios entre la juventud y una educación cada vez más deficiente de los hijos.

Todo es resultado de los gobiernos de la burguesía, ajenos a los intereses de los trabajadores. Son males que pueden desaparecer, pero no con la varita mágica de un mesías fanfarrón, sino por la acción de todos los pobres del país, que lleven al poder a uno de su propia clase. O sea, el pueblo debe volver a unirse, como en los viejos tiempos que narré al principio. No al individualismo, sí a la solidaridad, al colectivismo.

 ¡Felicidades por los 17 años de su colonia, compañeros de la Antorcha Popular de Metepec!

 

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