Manuel Hernández Pasión le habló a su pueblo y lo hizo en su ancestral lengua materna, el náhuatl. Su mensaje resonó entre las altas montañas de la Sierra Norte del estado de Puebla, y sus palabras fueron una orden para sus paisanos de Huitzilan, una orden suave.
En poco tiempo, Manuel se convirtió en legiones de indígenas unidos en torno a su proyecto de lucha, de trabajo, de fraternidad. Y con ellos transformó Huitzilan de Serdán. Gestionó un hospital, caminos, techados, aulas escolares, comedores comunitarios; es decir, progreso para el pueblo.
El triunfo de Manuel, que se convirtió en el único delito que se le puede imputar, fue lograr que los indígenas reconocieran en él a un líder popular como hacía tiempo no tenían, apoyándolo con su cariño. Y entonces se convirtió en un peligro para quienes temen al pueblo organizado. Así surgió la idea de apagarlo, de cortar su voz con una ráfaga de balas asesinas, de cerrar las ventanas infinitas de sus ojos, desde donde se podía ver el futuro luminoso que ofrecía en su mensaje.
Y las manos que se esconden en la sombra, planearon y ejecutaron su muerte. Y creyeron que con eso, habían ganado…
Pero ¡qué poco conocen los caciques al pueblo del que se sienten dueños! ¡En qué poco miden la altura de ese pueblo, cuando ha probado el sabor de su fuerza! ¡Cuánto ignoran su capacidad de renacer una y otra vez! Esa tozuda costumbre de renacer…
A cinco años de su cobarde asesinato, porque solo un cobarde puede emboscar a un hombre indefenso y acribillarlo a mansalva, Manuel ha florecido. Se repite en cada huitzilteco que fue testigo de su trabajo, que lo vio forjar con la fuerza de sus brazos cada camino, cada obra, cada edificio a favor de su comunidad. Y hoy, el pueblo que lo amó, lo imita.
Al ver las fotos del pueblo que camina en caravana con la frente en alto, llevando flores al hombre que se hizo historia en su tierra, vienen a mi cabeza los versos de Santos Chocano, que en su poema “Resurrección”, señala:
“Los viejos campeones con mano crispada se tapan la herida,
y siguen luchando, con toda la furia de su alma valiente:
preciso es ¡oh aldea! que te alces airada también de repente,
y sigas la lucha, la bárbara lucha de toda la vida...
Porque el mensaje de Manuel fue ese y nada más: preciso, que el pueblo se alce, airado para exigir los derechos que le han sido negados por quienes se sienten dueños de todo, hasta del derecho de hablar.
Los vecinos de Huitzilan aprendieron a luchar; aprendieron a cubrir sus heridas y levantarse. La muerte de Hernández Pasión es una herida, sí, pero ella sólo servirá para recordarles que hubo un hijo nacido de su seno, que les mostró el camino correcto por el que deben transitar, a pesar de las dificultades.
Un artículo reciente, me recordó el mensaje de Abreu Gómez, que en su célebre obra Canek, afirma que los poetas tienen licencia para guiar a los hombres que serán. Y Santos Chocano lo sabía. Por ello, señala e su poema citado que al pueblo lastimado, no le queda otro camino que levantarse y luchar, que las heridas son parte de la lucha y que si cae, debe ser como el mítico Anteo, hijo de la tierra, que cada vez que caía, al ser recibido por el seno de su madre, cobraba ánimo y se levantaba más fuerte y más grande para seguir enfrentando sus batallas.
Eso ha sucedido con el pueblo de Huitzilan, y lo demostró en las elecciones de 2021, cuando, a pesar de la descarada compra de votos, calumnias, engaños y tretas orquestadas por los enemigos del progreso, no se dejó engañar y eligió a uno como ellos, a otro hijo suyo, que hoy replica el trabajo de Hernández Pasión.
A los huitziltecos, cuya valentía y capacidad para sobreponerse a las adversidades recuerdan la fuerza y entereza de sus antepasados, les dedico últimos versos de Santos Chocano:
¡Camina! Es preciso marchar con el rumbo que lleva el Progreso:
preciso es que, a impulsos del ansia, deslumbres mañana, si hoy brillas,
¡sacude la niebla! Ya el sol en tu rostro se empina y se agranda;
y allá... sobre el flanco del morro, en las tristes y abiertas orillas,
llevando en las sienes de un sol sin desmayos prolífico beso,
te gritan las olas goleando las peñas : -¡Levántate y anda!”.
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