En el dominio público, más de una vez he escuchado que en la actualidad y en cualquier parte del mundo, nadie, absolutamente nadie, hace cosas buenas por los demás de manera desinteresada, que toda actividad, que toda acción, es empujada o cilindrada por un interés, personal incluso, más que por la reivindicación social.
Ciertamente, tienen razón las personas cuando esto afirman, pero hay que decir que la razón que les doy y que la tienen, no es absoluta, por tanto, su verdad es relativa porque a los auténticos luchadores sociales, es decir, los que surgimos de las entrañas del pueblo mismo, aquellos que estamos ligados, inmiscuidos con nuestra clase social, no solo nos ligan los ideales, sino el verdadero sentir, el dolor social que sufre en general el pueblo trabajador compuesto por diferentes sectores, pero que aplicando la filosofía del Materialismo Histórico, todos esos sectores sociales caen en un solo campo, el de los desposeídos del reino de la propiedad privada sobre los medios de producción, y que por tanto, somos desterrados y discriminados del disfrute de la riqueza producida.
¡No! No somos pseudoluchadores sociales con intereses mezquinos y particulares que nos mueven para aprovecharnos de las necesidades y del dolor ajeno de nuestros padres, hermanos e hijos. Aquellos que piensan que somos iguales a los que han conocido en el terreno de la lucha social y que los han defraudado, quiero decirles que no somos así a pesar de vivir en el imperio del individualismo y de la mezquindad.
Aunque usted no lo crea, hay personas nobles de corazón, verdaderos humanistas, que sí trabajan y viven para los demás con un verdadero desinterés, aunque en ello se les vaya la vida. Esos luchadores sociales existen, son de carne y hueso; somos los antorchistas, y así eran nuestros compañeros caídos: Conrado Hernández y Mercedes Martínez.
A nosotros nos mueven intereses fuera de lo común. Lo que creemos y de lo que estamos convencidos firmemente, es lo que otros luchadores sociales en el mundo han expuesto y han luchado en su contra.
Ya grandes expertos analistas, filósofos, economistas y luchadores sociales, han puesto de manifiesto la paradoja que existe y a la que, muchas veces, poca atención prestamos y no nos la explicamos. Vemos en el país cómo los millonarios cada vez son más millonarios; en sus opiniones escuchamos que todo es producto de su esfuerzo personal, a veces familiar, que son sacrificados, emprendedores, muy inteligentes para el manejo de los negocios y las altas finanzas.
No dudo que sea así, aunque en realidad se sirvan de otros trabajadores para administrar y hacer que den jugosas ganancias sus negocios, de tal manera que a los empleados, es decir, a los trabajadores, los destacamentos de obreros, no los bajan de conformistas, borrachos, flojos, pero resulta que los trabajadores en la ciudad tienen jornadas laborales de 10 a 12 horas, aunque la ley diga que deben ser ocho; hay quienes trabajan horas extras o doblan turnos porque el salario miserable no alcanza para adquirir lo elemental y mantener a sus familias. Pasa exactamente lo mismo con los braceros y los campesinos, entran al trabajo al despuntar el alba, y regresan al ocaso del astro rey. Entonces, ¿cómo explican que son pobres por flojos?
Lo que no dicen los señores emprendedores y sacrificados es que, si los trabajadores fueran realmente unos holgazanes, no ostentarían tanta riqueza acumulada en sus fortunas. Si se tratara de holgazanería, hace ya mucho tiempo que la sociedad burguesa habría sucumbido, pues en ella, resulta que los que trabajan no adquieren y los que adquieren no trabajan, porque, aludiendo al derecho que por ley les otorga la propiedad privada sobre los medios de producción; se apropian del trabajo ajeno. Esas mismas leyes que ha formulado y establecido la clase poseedora para proteger sus bienes, acumulados y concentrados de una manera onerosa como nos lo demuestra el correcto estudio del Materialismo Histórico y la historia universal.
Como esto es así, aunque mucha gente voltea para otro lado, o cierra los ojos ante la realidad imperante, nosotros, los auténticos luchadores sociales, estamos obligados a abrirles los ojos para que vean su realidad y que, lo que les han hecho creer por todos los medios propagandísticos con los que bombardean a diario, en todo momento de manera incesante, es para adormecerlos, para que el estado de cosas siga tal cual está. Sin embargo, nuestra tarea, una tarea titánica como la de Prometeo, que desafió a los dioses y le regaló el fuego a la humanidad, es crearles conciencia para que reclamen lo que es suyo, convencerlos de que merecen vivir no en la opulencia, pero sí de manera digna, como seres humanos.
Para ilustrar, me apoyo en la filosofía griega antigua. Según la filosofía epicúrea, el deseo está destinado principalmente a satisfacer un placer que si no se satisface causa dolor, por lo tanto, la felicidad es una plenitud que implica la ausencia de deseo.
Así pues, para Epicuro la experiencia concreta de la felicidad no es haber colmado los deseos, sino su silencio y la ausencia de los mismos en la vida. El epicureísmo formula la teoría del placer, entendido como ausencia de dolor. Epicuro divide el placer en cinético, que acompaña un proceso y se mezcla con el dolor, y placer catastemático, que al ser estable no tiene dolor. Según él, el placer coincide con la satisfacción de los deseos. Así pues, divide los tipos de deseos de la siguiente manera: deseos naturales y necesarios, deseos naturales no necesarios y deseos ni naturales ni necesarios.
En esta ocasión solo quiero apoyarme en el planteamiento de los deseos naturales y necesarios. Uno de los tipos de deseos según Epicuro hace referencia a los deseos que alivian el dolor. En esencia, estos deseos se identifican con las necesidades primarias, por ejemplo: comer cuando se tiene hambre, beber cuando se tiene sed, dormir cuando se está cansado. Estas necesidades, siempre deben ser satisfechas, ya que están estrechamente ligadas a la conservación de la vida del individuo. De lo contrario, la existencia misma se vería gravemente comprometida, por lo tanto, estos placeres siempre deben satisfacerse, dado el límite natural preciso que permite la eliminación del dolor.
Lo que quiero dar a entender con todo esto, es que nuestra causa es totalmente humanista y real, luchamos para que el pueblo mexicano tenga acceso a lo elemental, a lo necesario para satisfacer sus necesidades vitales como lo dice Epicuro, de otra manera, está condenado a padecer lo mismo que el titán Tántalo, tener hambre y sed en medio de la abundancia que, cada vez se vuelve más inalcanzable.
Este es el interés que nos mueve a los antorchistas, la causa por la que fueron asesinados nuestros compañeros: Conrado Hernández y Mercedes Martínez, líderes sociales en Guerrero, plumajes que cruzaron el pantano y no se mancharon, por eso, desde diferentes partes del país ¡exigimos justicia! Por esos muertos, nuestros muertos, ¡pido castigo!
0 Comentarios:
Dejar un Comentario