Sin oportunidad para salvarse, enjaulados a cadena y candado, como si se tratara de delincuentes potenciales, 39 extranjeros fueron incinerados en un confinamiento establecido en México, pasando a formar parte de la crueldad con la que opera el gobierno de la llamada Cuarta Transformación que encabeza el presidente Andrés Manuel López Obrador, y que hoy es nota mundial por tan atroz atentado que es responsabilidad del gobierno emanado de los reductos del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y que, en voz del mandatario mexicano, se lamenta por los hechos, pero deja todo en la impunidad.
Hechos lamentables como éste se han dejado pasar de largo durante el Gobierno federal actual, mientras el mandatario mexicano hace como que la virgen le habla y sale con sus chistoretes y refranes en cada una de sus mañaneras, cuando no es con sus agresiones hacia gobiernos del pasado, organizaciones civiles o periodistas, sin tomar en cuenta que se ha puesto en evidencia ante los ojos del mundo por los crímenes de lesa humanidad que se siguen sumando en lo que va de su administración.
En su columna Coordenadas, Enrique Quintana refleja el sentir de los mexicanos frente a ese tipo de tragedias lamentables, haciendo la comparación entre López Obrador y el exmandatario mexicano Enrique Peña Nieto, recordando el caso Ayotzinapa que marcó la historia del país, porque se convirtió gradualmente en una parte de la política mexicana y entregó la presidencia a su más recalcitrante opositor.
La diferencia entre ambos sexenios es que en Ayotzinapa fueron 43 los muertos y ahora 36 o sea cuatro muertos menos. Claro, en 2014, los que murieron eran normalistas de Guerrero y estaban estudiando a Marx y Lenin. Ahora, todos son seres humanos desesperados que salieron de su país por hambre y terror, y llegaron a la frontera norte y fueron encerrados.
El columnista refiere que Andrés Manuel López Obrador está inoculado. No bastan ni 39, ni 390, ni aunque hubieran sido 3 mil 900. Van miles y miles más, y él está como si no hubiera tenido responsabilidad alguna.
Hay una amplia base de su electorado que está dispuesta a endosarle la responsabilidad de la tragedia a cualquiera que no sea el presidente o sus allegados. Este episodio debería levantar todas las alertas de la oposición.
Después de que hace días, 39 migrantes murieran durante un incendio dentro de las instalaciones del edificio del Instituto Nacional de Migración (INM) de Ciudad Juárez, Chihuahua, los altos mandos de la nación, desde el presidente López Obrador y sus más cercanos colaboradores que tienen que ver con ese asunto, se echan la pelotita y responsabilizan a las personas de abajo, a los trabajadores, cuando es evidente que la culpa es de todos.
Ni tardo ni perezoso, el INM presentó una denuncia para conocer los detalles del siniestro. La mayoría de las víctimas son venezolanos y habrían fallecido por intoxicación y quemaduras, una vez que los primeros reportes indicaron que el fuego inició en el interior de las celdas, después de que los migrantes iniciaron una protesta y prendieron fuego a mobiliario y colchonetas. Rápidamente el fuego y el humo se propagaron por todo el edificio.
La pregunta es obvia, ¿por qué se encontraban encarceladas esas personas? y ¿de quien ha sido la instrucción de tratar así a los migrantes que van de paso por México para llegar a Estados Unidos con la finalidad de transformar su modo de vida?
Aquí vale la pena hablar de la probable respuesta del presidente mexicano que sometido a los caprichos de los gringos, podría estar tratando de frenar de esa forma la ola de migrantes que se adentra a territorio mexicano para llegar a cruzar la frontera con el vecino país y trabajar para el bienestar propio y de sus familias.
Estaban encerrados, tal como lo confirmó una de las migrantes de nombre Vianey al externar que “a raíz de las nueve de la noche, empezó a salir mucho humo, no se decir exactamente qué fue lo que pasó, lo que sí puedo decir es que Migración sacó a todo el mundo y dejó a los hombres encerrados en las celdas, nunca los sacó”.
Dijo también que cuando inició el fuego, el personal de migración le impidió la salida, a pesar de que en el lugar ya no se podía respirar. Como pudieron, ella y su esposo lograron salir del edificio, pero su pareja presentó síntomas de intoxicación y fue llevado en ambulancia a un hospital.
Tras la alerta, decenas de bomberos, rescatistas y socorristas de la Cruz Roja acudieron al edificio para rescatar a decenas de migrantes y trasladarlos a diferentes hospitales como el Seguro Social, Hospital General y algunas clínicas particulares, mientras que el INM corroboró la cifra de 39 migrantes muertos y 29 heridos. La gran mayoría de las personas murieron por intoxicación y algunos por quemaduras.
Después de lo sucedido, se puede advertir que López Obrador ha convertido a México en una nación no amigable, sometida por Estados Unidos, una vez que envía el mensaje a los pueblos latinoamericanos de que es mejor que se queden en sus lugares de origen, porque aquí pueden morir arteramente asesinados con la complicidad del mismo gobierno.
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