A estas alturas ya son muy comunes las noticias que hablan sobre la compra y la llegada de diferentes insumos para combatir la pandemia de la Covid-19 que azota a nuestro país. No olvidamos que se anunciaba con todo detalle el arribo de equipos comprados a China y se llevaba el registro y daba cuenta de cuando salía un avión de Beijing hacia México, cuando llegaba y de qué número de entrega se trataba. La pandemia, pues, ha exhibido la dependencia, el atraso de nuestro país en cuanto se refiere a la producción de bienes relacionados con la salud de los mexicanos. A este respecto, he sostenido, porque creo que es la verdad inobjetable, que si bien es cierto que esta postración se arrastra desde hace muchos años, el autodenominado gobierno de la Cuarta Transformación, que tan ruidoso ha resultado para destacar su preocupación por los pobres y su solidaridad con el pueblo, tampoco está haciendo nada efectivo para transformarla.
Sus prioridades están en otra parte y el pueblo de México debe saberlo y estar consciente de ello, sobre todo ahora que se aproximan elecciones intermedias y que los candidatos del partido Morena, colgados, no de su propia buena fama y prestigio, no de su activismo al lado del pueblo, sino de la propaganda que sirve para contener el descrédito del presidente de la república, entrarán a la escena pública a reclamar votos para ellos y su partido. Debe tenerse presente que, ante las necesidades de agua potable, pavimento, energía eléctrica, escuelas y, como queda dicho, de medidas efectivas para que el pueblo tenga un mejor servicio médico, la 4T ha preferido dedicar gastos enormes en hacer un tren turístico en la península de Yucatán, una nueva refinería en Tabasco y un nuevo aeropuerto en la base militar de Santa Lucía, proyectos en los que se están gastando montañas de dinero de los mexicanos. La preocupación por el pueblo ha quedado en un comercial demagógico.
Ahora que urge que se proteja al pueblo con la aplicación de vacunas contra el Covid-19, vuelve el mismo cuento. Mucha propaganda, muchas declaraciones, mucho estrépito y nada efectivo. Se ha protegido con la vacuna a un número insignificante de mexicanos, es decir, que, para la protección efectiva de los habitantes del país, no significa nada, no sirve de nada para detener el avance de la pandemia, los enfermos y los muertos siguen ahí. Los pocos sitios en los que se ha aplicado la vacuna han estado pletóricos de incidentes: la plataforma de registro no sirve, los vacunadores no llegan, los pacientes tienen que hacer colas interminables y hasta han tenido que salir a bloquear avenidas para que se cumpla el servicio prometido en tiempo y forma. Lo que está pasando retrata de cuerpo entero a la verdadera, la auténtica preocupación de la 4T por la salud del pueblo mexicano.
El problema esencial que viven los trabajadores es la injusta distribución de la riqueza que se agrava cada minuto que pasa. Un puñado de ricachos acumula bienes y dinero y, consecuentemente, poder, en cantidades fabulosas, mientras que el pueblo llano, ese que poco aparece en las noticias, las declaraciones y las historias del día, se debate en la más dura de las pobrezas. Está concentrada la vivienda de calidad, la buena educación, el vestuario digno y los servicios médicos de excelencia. Y no sólo en el país. En el mundo entero. El neoliberalismo, esa moderna y decadente modalidad del capitalismo, ha concentrado la riqueza como nunca antes lo había hecho. Unos pocos países y unos cuantos superricos concentran la riqueza mundial. Carlos Marx, el genio, ya lo preveía y lo escribió en El Capital: "La acumulación de la riqueza en uno de los polos determina en el polo contrario, en el polo de la clase que produce su propio producto como capital, una acumulación igual de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de ignorancia, de embrutecimiento y de degradación moral”. Y la vida le sigue dando la razón a Marx.
Hoy hablamos de las vacunas que también son riqueza, progreso de la humanidad y que están escandalosamente concentradas en pocas manos como mercancías y, por tanto, como capital. En el sistema capitalista no son artículos de consumo para alcanzar una vida mejor, son elementos que portan la ganancia del capital y que tienen que venderse para hacerlo realidad. Cito para ilustrar una nota del diario El País del pasado 27 de noviembre de 2020: "La carrera científica sin precedentes por obtener una vacuna en el menor tiempo posible para detener la pandemia de Covid-19, tendrá también resultados económicos para sus impulsores. Los principales fabricantes de estos antídotos van a sumar decenas de miles de millones de euros en un nuevo negocio e, igualmente, dispararán sus beneficios de una forma sin precedentes. Analizando a los nueve mayores fabricantes involucrados en las vacunas más avanzadas y con más peso en el negocio en Europa y EU, durante 2020, 2021 y 2022, habrán sumado alrededor de 48.000 millones a su facturación, según los cálculos de este diario con el consenso de mercado recogido por Bloomberg. Se trata todas ellas de firmas cotizadas. Por un lado, las empresas biotecnológicas cuyo negocio depende casi en su totalidad del desarrollo de estos productos: Moderna, CureVac, Novavax y BioNTech. Por otro, los gigantes farmacéuticos para los que la vacuna será un negocio adicional: Pfizer, AstraZeneca, Johnson & Johnson (J&J), Sanofi y GSK”.
Ahí está; 48 mil millones de euros. Ganancias fabulosas a costa de la salud de los seres humanos. En el sistema capitalista que predomina en el mundo, tiene salud, tiene vacuna, en una palabra, tiene derecho a la vida el que puede pagarlo. La pandemia del SARS-CoV-2 ha sacado a la luz pública el humanismo del más moderno sistema de producción. Nadie debe confundirse, todas las vacunas que venden estas empresas son mercancías y tienen que pagarse peso sobre peso; si usted, amigo lector, tiene la fortuna de que se la apliquen aquí en México y no le cobren, eso se explica porque el gobierno de nuestro país las pagó con el dinero que nosotros le entregamos varias veces al día cuando pagamos nuestros impuestos.
Desde hace por lo menos 500 años, dispone de lo necesario para vivir, el que puede pagarlo. Y, para pagarlo, solo cuenta con lo que le pagan por su fuerza de trabajo que, como ya se sabe, llega en forma de salario de sobrevivencia que compensa una diminuta parte de su jornada laboral y el trabajador regala, sí, regala sin que se le pague nada por ella, toda la inmensa y portentosa riqueza que produce en el resto de su jornada de trabajo. No hay duda, no debe haberla, que a la luz de los novísimos acontecimientos que azotan a la humanidad entera, es indispensable la instauración en el mundo, y en México, de un modelo económico más justo y más humano. Esa la dura lección de hoy, precisamente cuando el mundo entero clama por una gotita en el brazo que libre a sus padres y a sus hijos de la muerte.
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