En una sociedad funcional los cimientos, las bases, deben de ser dadas por un proceso de formación integral, en el que se compartan no sólo conocimientos, sino también valores y la cultura general de nuestro pueblo, es decir, el cimiento más fuerte descansa en la educación de sus miembros.
Hasta este punto todo parece ordinario, la buena educación garantizará las bases de una buena sociedad, bien estructurada, bien organizada y colaborativa. Basta con ver los sistemas educativos de Dinamarca, de Rusia, de Cuba; la prueba con la realidad avala que estos son de alta calidad, y que repercuten positivamente en el comportamiento de sus ciudadanos y en la estructura social, lamentablemente, en estos ejemplos, nuestro país no figura.
La historia nos demuestra que la educación no siempre ha sido concebida como actualmente lo es, anteriormente sólo un grupo especial, minoritario y con la suficiente capacidad económica era quien podía ser educado; las escuelas eran muy distintas, las mujeres no tenían derecho a recibir instrucción alguna y la inmensa mayoría se quedaba con los rudimentos del aprendizaje a posteriori cotidianos aprendidos en el comercio, la familia y la asimilación de leyes arbitrarias que sometían a los más pobres.
Sin duda alguna, la educación para todos era, es y seguirá siendo necesaria. Con el paso del tiempo, poco a poco las escuelas se transformaron y la educación popular aparecía en el panorama como una opción real, sin embargo, las condiciones sociales no habían cambiado aún (y no lo han hecho) los pobres no sólo seguían siendo pobres sino que aún eran más pobres; y los ricos no solamente seguían siendo ricos sino que también aumentaban sus riquezas, y es por todos sabidos que, mientras la estructura social no cambie, los pequeños cambios en su superestructura no satisfarán las necesidades de la clase social que no detente el poder económico.
En la actualidad, la educación ha dado un revés increíble, los modelos y programas educativos no satisfacen la necesidad de la inmensa mayoría, no cumplen con los niveles y parámetros necesarios para ser aplicados en todo el país y parecen atender únicamente a la necesidad de “instruir para trabajar” y no de “formar para pensar”. En nuestra sociedad, la educación se encuentra en el nivel ideológico de la superestructura social, por tanto, está bajo el mando de la clase social que detenta el poder económico; los cambios que tengan o no, los modelos educativos, siempre serán en pos de aquella clase social minoritaria que tienen en sus manos los medios de producción y por tanto el poder económico y político.
Y si todos estos factores están tan arraigados en nuestra sociedad ¿qué hay por hacer? ¿Cómo dar resolución a la problemática del estado y la sociedad si no podemos penetrar en la estructura estatal para modificar la realidad social?
La respuesta no es solamente crear un nuevo modelo educativo, en el cual se garantice el aprendizaje y la instrucción de los educandos sin importar la clase social a la que pertenezcan y que incluya elementos como el deporte y el arte para una educación integral, sino llevar estos modelos a la práctica.
Las escuelas de Tecomatlán, Puebla, por ejemplo, trabajan bajo la línea de acción del modelo educativo de Antorcha Magisterial que estipula como prioridad mejorar el nivel educativo de la población estudiantil, formar personas más críticas y conscientes de la realidad social.
Y es este punto la prueba dialéctica de su funcionalidad: la realidad social, la que ha demostrado que este modelo garantiza una elevación alta en las habilidades y conocimientos de los alumnos en las escuelas que trabajan bajo esta línea de acción.
Dentro de los planes y programas se trabaja con los siguientes puntos:
1. Reforzar la enseñanza de las ciencias exactas.
2. Reforzar la enseñanza del español.
3. Incorporar al currículum básico la asignatura de Desarrollo de las Habilidades del Pensamiento.
4. El dominio de una o varias lenguas extranjeras.
5. Reforzar energéticamente la enseñanza de la historia.
6. Reforzar el estudio de las literaturas mexicana y universal.
7. La formación de clubes de danza, música, teatro, poesía, oratoria, pintura y ajedrez.
8. Promover entre los estudiantes la discusión seria y la revaloración del trabajo manual como una herramienta indispensable para el mejor aprovechamiento de toda su actividad educativa, y
9. La práctica sistemática de una actividad deportiva orientada por expertos en la materia.
Una visión muy comprometida con el entorno social, y seguramente es esto lo que le ha dado los resultados positivos al modelo educativo de Antorcha Magisterial.
Como se mencionó inicialmente, el Estado es el que estipula el tipo de educación para sus estudiantes ¡cuán bien habla de su política, la educación en las escuelas de Tecomatlán!
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