El hecho de no tener contrapesos de ninguna especie, de pensar que únicamente su voluntad es la que debe prevalecer por encima de las grandes mayorías de mexicanos, es lo que ha convertido al presidente Andrés Manuel López Obrador en un dictador que, de continuar ejerciendo sus equivocadas políticas que han remado en contra de la ciudadanía, estará entrando en un laberinto peligroso donde el estallido social podría manifestarse.
Es de esa forma como el promotor de la llamada Cuarta Transformación, después de transgredir los principios elementales de la Constitución mexicana, no sólo ha coartado la libertad de sus compatriotas, sino que también ha hecho añicos la democracia en el país.
Desde la Presidencia de la república se han lanzado ataques sistemáticos contra el organismo electoral autónomo e independiente, el INE, contra el Poder Judicial y contra todo aquello que permitía a nuestras familias contar con algo de ayuda.
Estamos frente a un verdadero lobo con piel de oveja. Según fuerzas políticas progresistas, creen que en nuestro país gobierna la izquierda, con el mandatario mexicano esgrimiendo la bandera de un falso populismo, regalando recursos económicos para afianzar su poderío, sin imaginar siquiera que de esa manera no se construyen compatriotas libres, sino esclavos sometidos a la voluntad de quien vive en Palacio Nacional.
Como se recordará, en la elección donde resultó presidente de la República López Obrador, el partido de su propiedad, el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), conformó una alianza con el Partido del Trabajo (PT), con rasgos de izquierda.
Hemos sido los propios mexicanos quienes hemos dado vida al monstruo autoritario, ese que atenta contra las instituciones democráticas, echando abajo derechos y libertades conquistadas durante décadas de lucha en la nación.
Vamos viendo que el actual Gobierno morenista, que se encuentra en el umbral de su “supuesta” salida, ha incurrido en graves atentados en contra de sus gobernados, desde cancelar fideicomisos y programas que servían para la subsistencia de miles y miles de familias.
Desde la Presidencia de la república se han lanzado ataques sistemáticos contra el organismo electoral autónomo e independiente, el Instituto Nacional Electoral (INE), contra el Poder Judicial y contra todo aquello que permitía a nuestras familias contar con algo de ayuda, hablando de la cancelación del Seguro Popular, de Guarderías Infantiles, del arrebato de recursos a la educación en todos sus niveles, del constante llamado a confrontarse mexicanos contra mexicanos en las acostumbradas “mañaneras”, del desprecio a los periodistas y de la persecución en contra de todos aquellos que no comulgaban ni siguen comulgando con la forma de gobernar por parte de López Obrador.
En contraparte, desde su llegada al poder, el mandatario mexicano afirmó que serían “primero los pobres”; sin embargo, sus programas sociales no han disminuido significativamente los niveles de pobreza ni han reducido las brechas de desigualdad.
La verdad es que el Gobierno federal y su partido Morena han utilizado los programas sociales con propósitos clientelares para comprar votos que les favorezcan en las urnas, con los llamados “servidores de la Nación” que hoy se han quedado sin empleo después de haber entregado el corazón para consolidar el autoritarismo del mandatario.
La inseguridad ha crecido a límites inimaginables, con las bandas criminales cobrando derechos de piso a productores y campesinos, comerciantes y empresarios que ceden a esos caprichos con tal de salvar sus vidas.
Lo mismo se ha observado en diversas poblaciones del país, donde la gente está huyendo de sus hogares, de sus tierras.
La estrategia en materia de seguridad pública claramente fallida. Ha habido un incremento en los índices de criminalidad y las cifras de feminicidios; el refrán de “abrazos, no balazos” es un fracaso.
Eso únicamente tiene un nombre: pugnar por la dictadura perfecta donde los mexicanos sean sometidos al capricho del presidente en turno, sin libertades de ninguna especie y con la condición de esclavos que no deben tener ni voz ni inteligencia propia.
Es ahí la consecuencia de tener un Gobierno que se denomina de “izquierda” cuando sus acciones son meramente de la “derecha” que sirve a los poderes fácticos del país, sobre todo a los que más tienen, dejando atrás al pueblo trabajador.
Sin embargo, hasta en este punto los mexicanos que no simpatizan con Morena están polarizados: por un lado, los que creen que seremos el próximo país socialista y que toman como ejemplo a Cuba o Venezuela, asegurando que AMLO y Morena van a convertir a este país en eso que tanto odian y desprecian, y por el otro lado estamos los que no simpatizamos con Morena, por el simple hecho de que no es un partido de “izquierda”, y que sólo usa una bandera por mero oportunismo.
Hay muchas razones para señalar que el Gobierno de Morena está muy lejos de tener tintes socialistas, entre ellas que el socialismo empieza por otorgar el poder a los trabajadores quitando privilegios a los grandes poderosos que acaparan la riqueza nacional.
Eso no ha pasado en este sexenio y no creo que pase en el siguiente de Morena, porque simplemente, como se señala en todo este escrito, sus estrategias no son en beneficio del pueblo, sino en beneficio, como siempre, de las élites del país y del imperialismo.
El día que a México llegue el Gobierno socialista será el día en que nuestros mexicanos podrán tener una vida digna y, como dice la frase, podrán “vivir para trabajar y no trabajar para vivir”.
Será el día en que el pueblo, desde abajo, politizado, unido y organizado, haga la revolución, así como en aquel momento el comandante Fidel Castro y el Che Guevara llevaron la prosperidad a Cuba o como Lenin en octubre de 1917 aplicó la teoría de Carlos Marx e instauró la primera revolución y con ello la puerta del socialismo en el mundo y, sobre todo, la esperanza de un mundo mejor para los pobres del mundo.
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