La historia política de México parece seguir un ciclo que, aunque no se repite de manera idéntica, ciertamente resuena con ecos del pasado. Los filósofos materialistas antiguos creían en la repetición de los fenómenos históricos en una trayectoria circular.
El marxismo-leninismo, como expone Lenin, propone un desarrollo en espiral: un avance que, aunque parece repetir etapas previas, lo hace desde una base más elevada y con características nuevas. Esta visión se convierte en un lente a través del cual podemos examinar los eventos políticos recientes de nuestro país.
La narrativa de la lucha contra la corrupción y el apoyo a los sectores desfavorecidos ha sido cooptada para mantener el poder.
A finales del siglo XX, México vivió un quiebre significativo con la hegemonía del Partido Revolucionario Institucional (PRI), marcada por la salida de Cuauhtémoc Cárdenas y la formación del Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Este movimiento, junto con otros, abrió el camino a una “izquierda” que inicialmente abogaba por más espacios democráticos y la lucha contra la corrupción del régimen priista. Con la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador en 2018, se vislumbraba una oportunidad para que estos ideales se materializaran.
Sin embargo, la historia parece haber dado otro giro en espiral. Hoy, la narrativa de la lucha contra la corrupción y el apoyo a los sectores desfavorecidos ha sido cooptada para mantener el poder.
La victoria de la coalición encabezada por Claudia Sheinbaum en la elección más reciente demuestra cómo las mismas estrategias de manipulación mediática, utilización de recursos del estado y control de sindicatos que se criticaban al PRI, son ahora empleadas por los partidos de “izquierda”.
A medida que los programas sociales se distribuyen como una forma de asegurar lealtades políticas, la promesa de un cambio real queda en entredicho.
El libro Intenciones y resultados de Aquiles Córdova Morán sugiere que, a pesar del discurso de apoyo a los pobres, las políticas del actual Gobierno favorecen a los grandes monopolios económicos, tanto nacionales como internacionales.
La entrega de dinero a través de tarjetas sociales puede parecer un gesto de buena voluntad, pero en realidad, es una estrategia para mantener el control político, mientras se descuidan áreas esenciales como la infraestructura y la protección contra desastres naturales.
En un paralelo preocupante con las décadas del PRI, vemos cómo se han aprobado leyes que socavan libertades fundamentales y se ha erosionado la autonomía de instituciones clave como el Instituto Nacional Electoral (INE).
La historia de México en los años setenta, con la represión velada de los movimientos sociales, parece estar repitiéndose. Pero hoy, la represión es más abierta, usando la retórica del poder para desacreditar a quienes se oponen al régimen.
La cuestión ahora es cómo romper este ciclo. Es fundamental que el pueblo mexicano reconozca este patrón de monopolio y manipulación del poder. No basta con cambiar de un partido a otro; es necesario cuestionar y vigilar constantemente a quienes detentan el poder.
Es hora de formar una fuerza social unida y consciente que impida que los errores del pasado se sigan cometiendo, y juntos luchar por un México verdaderamente democrático y equitativo. La historia puede estar escrita en espiral, pero nuestra conciencia y acción colectivas pueden cambiar la dirección en que gira.
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