Los últimos acontecimientos violentos de la semana pasada, hacen quedar muy mal parado al gobierno de la cuarta transformación. En efecto, tres estados fueron testigos en recientes días del poder que ha desarrollado el crimen organizado: Guerrero, Michoacán y Sinaloa. Según reportan los diferentes medios informativos y sobre todo, las redes sociales, la gente que le tocó, en suerte, presenciar de cerca dichos eventos, pasó momentos de terror que no quisiera jamás volver a vivir.
De los tres casos, me centraré (por falta de espacio) sólo en el último, el de Culiacán, Sinaloa. A escasos tres días de haber sucedido ese alarde de poder del crimen organizados en Sinaloa, se han desatado miles y miles de comentarios criticando el actuar del gobierno de la, mal llamada, 4T. Por su parte, el presidente ha declarado que él estuvo totalmente de acuerdo con la decisión tomada por su comité de seguridad nacional refiriéndose al hecho de haber dejado libre al hijo del "chapo" ante las amenazas de sus secuaces de explotar pipas llenas de combustible, etc., etc. Se dice que durante varias horas el narco tuvo sitiada la ciudad de Culiacán hasta que logró hacer ceder al gobierno. Para justificar su decisión, AMLO declaró que se trataba de salvar vidas.
Pues bien, amable lector, la humilde opinión de quien esto escribe es muy sencilla y simple. Si en verdad le preocuparan las vidas de los mexicanos al Sr presidente, no estaría implementando acciones neoliberales que afectan negativamente a los más desprotegidos de este país. Ya se ha hablado hasta el cansancio de la inconsecuencia entre lo que se dice (en este gobierno los pobres son primero) y lo que se hace (recortes a programas sociales o de plano su desaparición). Y ya le queda claro a todo mundo, que la tarjetita, en el mejor de los casos, es sólo una forma de asegurar clientela electoral (votos) y no constituye, de ninguna manera, un combate serio a la pobreza. Además, el narcotráfico y todos sus derivados son consecuencia de la absorbente dependencia económica que padecemos con respecto a los Estados Unidos de Norteamérica, ya que, con mucho, los gringos son los mayores consumidores de drogas en el mundo. En consecuencia, con este razonamiento, AMLO debería combatir al narcotráfico, creando fuentes de trabajo y programas sociales que le impidan a los más inermes, caer en las garras no sólo del narcotráfico y sus derivados, sino de cualquier actividad ilícita a la que se ingresa con tal de sobrevivir, por un lado, y por el otro, debería buscar la diversidad comercial para depender menos de la economía norteamericana.
Desgraciadamente, el gobierno de la 4T está haciendo exactamente lo contrario: acciones de corte netamente neoliberal (por más que AMLO haya decretado su desaparición desde hace meses) y una obediencia a Trump que raya en sumisión y hasta en pusilanimidad en todo lo relacionado con el TLC, el tema de la migración, etc., etc.
Se ha preguntado alguna vez, caro lector, ¿por qué en Cuba no padecen el flagelo del narcotráfico? ¿Si a pesar de poseer un gobierno socialista desde 1959, es tachado por muchos como un país pobre y la pobreza es terreno más que fértil para las actividades ilícitas? Pues bien, la respuesta es muy sencilla, por su independencia real con respecto a los Estados Unidos de Norteamérica, ni más, ni menos. Cabe recordar que, a mediados de los ochentas, el gobierno cubano tuvo que enjuiciar y fusilar a un General por el error de haber puesto en peligro la seguridad nacional y la veracidad de la revolución cubana al haber entrado en tratos con el narcotráfico que, según él, iba a contribuir con divisas a la necesitada Cuba. Dicho General había sido condecorado, poco tiempo antes, con la medalla de héroe de la Patria por su destacada participación en la Revolución de Angola. El error del General Arnaldo Ochoa consistió en creer que el fin justifica los medios. Y lo pagó con su vida, porque al gobierno cubano le importó más la vida de millones de ciudadanos. ¡Qué lejos está de conducirse así nuestro gobierno de 4ta!
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