“Tenemos que correr ese riesgo... ¡A no ser que queramos que nos ganen los comunistas!”
Le dijo Sue Storm a Ben Grimm, sobre el viaje espacial de agosto de 1961, y que, junto con sus otros dos compañeros, los convertirían en los Cuatro Fantásticos. Así inauguraron el Universo Marvel.
Está bien documentado, tal y como lo sostiene el maestro Aquiles Córdova Morán, secretario general del Movimiento Antorchista, en su artículo “¿Quién ganó la Segunda Guerra Mundial?”, que “la lucha del imperialismo por erradicar de la faz de la tierra el experimento socialista, nunca fue una simple equivocación sino una decisión bien asentada”, pues el interés del imperio norteamericano jamás ha sido el bienestar del mundo entero, sino su completo dominio.
Hoy se sabe que, entre 50 y 80 millones de personas, entre militares y civiles, que murieron durante la Segunda Guerra Mundial (SGM), 27 millones eran rusos. Pero en el siglo de la comunicación de masas, de la televisión y la internet, la verdad no basta, a la guerra no sólo había que ganarla en el campo de batalla, sino que se debía de vender la victoria al mundo. Y esa la ha venido ganando Estados Unidos (EE. UU.).
De acuerdo con la consultora francesa Ifop, en mayo de 1945, se le preguntó a los franceses qué país, en su consideración, había hecho más por ganar la guerra. El 57 por ciento respondió que la URSS, seguida por un 20 por ciento que mencionó a Estados Unidos, y un 12 por ciento al Reino Unido. En 1994, Estados Unidos salió como el principal vencedor (48 por ciento) de los que respondieron, seguido por la URSS (25 por ciento) y el Reino Unido (16 por ciento). Y en 2004 el 58 por ciento señaló a Estados Unidos, mientras que sólo el 20 por ciento mencionó a la URSS.
La propaganda política fue un arma eficaz que alcanzó su punto más alto en las décadas de los 50 y 60, cuando se promovió la cultura norteamericana en películas, música, literatura, arte y televisión, en donde destaca el cómic, especialmente el de superhéroes que personificaban, en muchos casos, su propia identidad. “A los medios que vamos a emplear para extender esta verdad se les suele llamar “guerra psicológica” […] la lucha por ganar las mentes y las voluntades de los hombres”, dijo el presidente Dwight Eisenhower.
El cómic como tal, se popularizó a finales del siglo XIX a través de breves tiras de viñetas que se publicaban en los periódicos y las revistas y que solían girar en torno a una lección moral. Su buena aceptación hizo que las historias tomaran forma de pequeños folletos. Las lecciones morales estaban ahí, pero en las tramas fueron surgiendo los cómics de aventuras con temática western o de piratas y, por último, los cómics de superhéroes que tanto se conocen.
En medio de la guerra sucia contra la URSS, como le llamó el historiador Josep Fontana, la propaganda comenzó a presentar a los soviéticos como máquinas de matar, superiores en habilidades técnicas y científicas, pero siempre del lado oscuro. La editorial Marvel, del tan aclamado Stan Lee, se encargó de crear un “ejército de espías, doctores chiflados, mutantes y genios del mal al servicio de Moscú”.
El primer vengador, El Capitán América nace dos años después de iniciada la SGM, al ser rechazado por ser un joven escuálido sin fuerza. El científico responsable es asesinado por un espía nazi. Mientras duró el enfrentamiento Steve Rogers luchó contra Hitler, pero terminada la guerra se inventaron que Cráneo Rojo, era un poderoso agente secreto de la URSS que manejaba el Teseracto, donde tenía encerrada nada menos que la mente del Führer.
Hoy ya no existe la Unión Soviética, sin embargo, no es casualidad que el universo de los superhéroes norteamericanos haya cobrado nuevamente cierta relevancia mundial, rompiendo récords taquilleros con las últimas películas de Spiderman y The Avengers. A mi parecer se debe a que el imperialismo siempre ha tratado de imponer su idiosincrasia para uniformar al mundo entero aniquilando así su diversidad cultural, al peligro que significan los países emergentes como Rusia y China.
Este proceso de colonización cultural surge de manera más sencilla en países como el nuestro, con un atraso educativo y material que condiciona toda invasión cultural, ya que, a cambio de placer y entretenimiento, el consumidor acaba asumiendo una historia y unas tradiciones que no son suyas, restringe su patrimonio cultural y olvida sus propios mitos e historia. Los niños mexicanos conocen mejor a cada superhéroe de Marvel, que a Canek, Tlacaélel o Cuauhtémoc.
Ante la campaña mediática contra los rusos habría que recordar que no estuviéramos respirando si no fuera por el pueblo ruso, pues fueron ellos y no el Capitán América, los que derrotaron al nazismo.
Es en este contexto que los grupos culturales del regional noroeste de Movimiento Antorchista nos traen la propuesta titulada La Liga de la Cultura, un ensamble que nos demuestra que sólo unidos y organizados podemos salir del atraso en el que nos han sumergido nuestros gobernantes y falsos redentores a la sombra del imperialismo norteamericano. Y qué mejor que usando una de sus mejores armas, el cómic.
No está en las manos de iluminados superhombres nuestro bienestar. No. Sino en nosotros. Pero para eso debemos dar el primer paso defendiendo nuestra historia cultural y luchando contra la esclavitud de la ignorancia.
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