Quienes se han tomado el tiempo de analizar la situación política, económica y social actual del país, quienes, por casualidad, navegando en las redes sociales, se han encontrado con información sobre la difícil situación que enfrentan las mayorías de las familias mexicanas, como los trabajadores y demás sectores de la población, tienen una mínima noción de que el estado de cosas que guarda actualmente el país no es nada favorable para esas mayorías; y los más críticos saben, perfectamente, que esta situación no es una cosa mejor que en otros gobiernos, es más de lo mismo o peor todavía. No hay una verdadera trasformación en pro del bienestar social.
En 2021, más de la mitad de los hogares en México, 56.7 por ciento, tenía algún tipo de deuda con alguna institución financiera, casa de empeño, amigo, conocido o familiar, según información del Banco de México (BANXICO, 2020) y del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi, 2021). Dichas deudas fueron adquiridas no para financiar algún proyecto a corto o mediano plazo que le redituara alguna ganancia, sino para adquirir bienes y servicios básicos como la alimentación, salud, vestido, entre otros; lo que ha ocasionado, de acuerdo con el último informe de desigualdad (World Inequality Lab, 2022), que el 50 por ciento de los mexicanos más pobres tengan una riqueza negativa; es decir, el valor de su deuda es mayor al de sus pertenencias.
En este sentido, con el anuncio del aumento al salario mínimo, ¿realmente cambiará esta situación? Sería importante analizar la respuesta si tomamos en cuenta que el origen de este problema está estrechamente relacionado con la debilidad creciente del poder adquisitivo del salario de los trabajadores y con la necesidad de acumulación de capital de la élite gobernante.
La situación económica de los trabajadores de nuestro país está en evidente detrimento. La debilidad creciente del poder adquisitivo de los salarios tiene, entre sus causas, la precarización del mercado laboral, es decir, en los altos niveles de desempleo, lo que ha llevado también a la informalidad. Esto ha ocasionado que muchas familias no solo se endeuden con alguna institución financiera, sino, además, se manifieste en los diferentes problemas sociales enfrenta el país: delincuencia, crimen organizado, corrupción, entre otros. Del mismo modo que se manifiesta en los problemas políticos: la lucha constante por el poder solo para la defensa de los intereses las élites mexicanas, quienes son la ínfima parte de toda la población nacional.
Y si son las mayorías quienes padecen esta situación, quienes un día sí y otro también, tienen que acudir a otros medios para adquirir los bienes y servicios básicos, quienes viven en la informalidad, sin trabajo, con un salario mínimo real, la conclusión lógica para todos debe ser la formación de una organización social, una organización de trabajadores que asuma el reto de erradicar dichos problemas de raíz. Una organización en defensa de los intereses económicos más inmediatos, pero, sobre todo, como decía Lenin, pase del terreno puramente económico al terreno de la lucha de clases, con el objetivo no solo de reformar el statu quo sino con la intención de superarlo.
Para ello, es imprescindible que los trabajadores desarrollen una conciencia crítica, capaces de discernir entre el conocimiento verdadero de su realidad y la imaginación o creencia de sus gobernantes. Esta organización de trabajadores no puede ser dirigida si no es con base en su propia organización consciente. Pero ¿a quién le toca preparar una organización con estas características? Aquí, la juventud, la masa estudiantil, ocupa un papel fundamental, y también quienes se encargan de su formación.
La juventud mexicana debe estar dispuesta, primero, a prepararse día con día, crítica y científicamente, asimilando la necesidad te contribuir a ese desarrollo de una conciencia crítica de los trabajadores, dispuestos a organizarse en torno a la lucha revolucionaria que defienda un proyecto de nación que responda a los problemas arriba mencionados. De lo contrario, seguiremos viviendo en la fantasía de una sociedad más justa, donde la única transformación que se lleva a cab, es la de las condiciones de vida de quienes siguen controlando el poder político y económico de este país.
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