Es bastante usual en la ficción, la creación de gobiernos autoritarios que tiendan a recrear la típica figura de El gran hermano (o Big Brother, en su idioma original) plasmada por George Orwell en su libro 1984, esto es, una figura tiránica que ejerce una vigilancia excesiva y peligrosa en contra de sus ciudadanos, la información de lo que hacen, piensan o dicen, para garantizar así, su existencia y dominio entre los pueblos. La mayoría de las veces en que esta figura se plasma en la pantalla grande, por ejemplo, se hace clara alusión a un gobierno de corte socialista, para que el espectador crea que este tipo de regímenes, no son permisibles en un sistema como en el que actualmente vivimos, siendo, al final de la película, reemplazado con un gobierno que represente las “virtudes americanas” de “libertad y de justicia”.
El espectador, aliviado de vivir en un país que se adecúe a “esos principios” sale de la función, para llegar a su hogar y escuchar horrorizado en los medios de comunicación norteamericanos, la viva imagen de esos gobiernos de ficción (Rusia, China, Cuba, etc.), que -le dicen esos medios-, son dictaduras casi militares y que tienen a su población controlada y totalmente vigilada. Ese es el nivel de mentira que se reproduce día a día a través de la maquinaria propagandística capitalista, intentando convencer al mundo de la superioridad de su sistema y del fracaso de naciones que pugnan por un mundo diferente, un mundo multipolar, que garantice la soberanía de las naciones y la autodeterminación de los pueblos. Sin embargo, esta misma maquinaria, oculta además que ese temido “gran hermano” está en nuestras propias narices.
Es conocida la historia de Edward Snowden, exanalista de dos de las principales instituciones de inteligencia estadounidense, la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y Agencia Central de Inteligencia (CIA), que en 2013 dio a conocer datos bastante alarmantes acerca del espionaje y vigilancia que ejercen los Estados Unidos sobre el resto del mundo; la denuncia de Snowden se basó en el programa PRISM, que tenía acceso a los datos de las nueve empresas más grandes del internet, entre ellos Microsoft, Google, Facebook y Apple, además de tener acceso a millones de números telefónicos en el país y en el mundo.
Esta noticia horrorizó -y con razón- al mundo entero, que llevó a cuestionarse seriamente la injerencia de Estados Unidos y su papel de “adalid de la libertad”, además de preguntarse hasta qué punto tenían conocimiento las empresas multimillonarias del agravio que se estaba haciendo a sus usuarios. Sin embargo, nada de esto llevó a consecuencias de importancia. Apenas el año pasado, una corte de apelaciones estadounidense ha dictaminado que el programa era ilegal, pero no se habló de algún castigo contra los involucrados, el único que ha resultado afectado es el mismo denunciante, Edward Snowden, quien vive desde hace ocho años en Rusia -país al que se le acusa de autoritario, por cierto-, ya que es perseguido internacionalmente por “traición”.
Después de este desliz de la democracia, se podría creer que el espionaje se acabó, que después de ser descubiertos, el gobierno estadounidense y los gigantes tecnológicos aprenderían la lección y respetarían la privacidad de los usuarios del internet.... pero, la situación no ha hecho más que empeorar. Bien lo dice el mismo Snowden: “Empresas que hacen dinero recopilando y vendiendo registros detallados de vidas privadas alguna vez fueron descritas como "compañías de vigilancia". Su cambio de nombre a "redes sociales" es el engaño más exitoso desde que el Departamento de Guerra se convirtió en el Departamento de Defensa”.
El panorama es aún más peligroso según lo dicho por Snowden, ya que los mecanismos de vigilancia han pasado a ser parte de nuestra vida, las redes sociales son, en efecto, la herramienta perfecta de vigilancia, ya que registran y venden datos de sus usuarios, mientras que estos son felices pasando horas y horas dentro de estas, hasta el punto de que terminan conociendo al usuario, mejor que él mismo y le dan lo que él quiere con tal de que siga consumiendo contenido y lo más importante, publicidad.
Así, las empresas pueden vender al usuario de internet, productos personalizados con base en sus comportamientos, sin embargo, también sirve para cambiar su forma de ver el mundo. La muestra de esto es el caso de Cambridge Analytica, que usó los datos de Facebook para analizar a más de 50 millones de usuarios y cambiar las preferencias electorales en la campaña estadounidense de 2016 y la votación para la salida del Reino Unido de la Unión Europea (comúnmente conocido como Brexit). En resumen, el Gran Hermano existe, es más fuerte y está mejor disfrazado que nunca.
Sin embargo, los gobiernos que siguen la misma línea del capitalismo estadounidense -por más que se disfracen de izquierda-, no se quedan atrás en su idea de control y espionaje masivo. Uno de los ejemplos más recientes es Afganistán -que estuvo bajo control estadounidense desde 2001-, que implementó un sistema de base de datos digital centrado en identificación biométrica, que es nada más y nada menos que la identificación pormenorizada de los datos físicos de sus habitantes, esto, a decir de muchos expertos, es una herramienta peligrosa, ya que puede fungir como aparato de espionaje, censura y persecución, además, que esta misma base de datos es susceptible a ser compartida por grupos criminales, como en el caso del país árabe. Otro que no se queda atrás en emular los aparatos de vigilancia estadounidense es precisamente el gobierno de la Cuarta Transformación, que ha propuesto la creación de una “Cédula Única de Identidad Digital” (CUID), que incluirá los datos biométricos de los mexicanos.
La Red en defensa de los derechos digitales (R3d Mx), junto a más de 20 asociaciones que buscan defender la privacidad digital, se han pronunciado en contra de la propuesta de la 4T, argumentando en primer lugar, que no existe evidencia sólida de la utilidad de los sistemas masivos de identificación biométrica. La organización Access Now añade además que, basándose en la actitud persecutoria del gobierno de Andrés Manuel López Obrador, este proyecto podría destinarse al espionaje, censura y persecución de opositores: “estas amenazas sólo se ven agravadas por la adopción continua de México del autoritarismo digital, que incluye aumentar el despliegue de tecnología de vigilancia, crear una base de datos biométrica masiva para teléfonos móviles y proponer leyes de noticias falsas para permitir la censura”. mencionó en un comunicado oficial. (Tan sólo imaginémonos una herramienta de este nivel en manos de Morena…)
Vemos pues, cómo las herramientas de vigilancia propias de un “gran hermano” no pertenece a la ficción o a gobiernos de corte socialista, están en el capitalismo, adquiriendo día tras día, más poder y más formas para seguir alimentándose de nuestra información, para vendernos y controlarnos ¿La solución está en huir de las redes sociales? No, los usuarios se deben hacer escuchar y usar las redes en favor de ellos mismos, garantizando su seguridad y poniendo a raya proyectos de vigilancia como los que la 4T quiere imponer en nuestro país.
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