No hay día que no se hable de los males que carga sobre su espalda la humanidad entera. Algunos políticos y economistas dicen que lo que estamos viviendo es un amontonamiento de crisis sobre crisis a nivel mundial de la que ni los países que son potencias imperialistas se salvan, y que es preciso unir esfuerzos y trabajar juntos para generar confianza.
No hay mucho que argumentar para decir que la anterior afirmación es cierta; todos sufrimos la crisis sanitaria de la covid-19 por la que se perdieron miles de vidas y México ocupó el penoso primer lugar en muertes del personal médico por falta de equipos de protección, vacunación tardía, entre otros factores.
A la pandemia le siguió la crisis económica, las miles de microempresas que quebraron y los miles de trabajadores que se sumaron a las filas del desempleo, generando, por tanto, mayor desigualdad y más pobreza.
En Hidalgo, por ejemplo, en el primer trimestre de este año el porcentaje de la Población Económicamente Activa (PEA) en la informalidad laboral es del 72.9 por ciento, siendo el cuarto estado con mayor porcentaje en este rubro; la crisis inflacionaria, el alza de los precios principalmente afectando la adquisición de la canasta básica, lo vemos cuando vas al mercado y preguntas por el precio del pollo y cuesta ¡cien pesos!, o un litro de aceite que en las comunidades lejanas lo adquieres en ¡cincuenta pesos!, las tortillas cuestan ¡veinte pesos el kilogramo!; la pobreza alimentaria afecta a todo el mundo.
Hace un par de semanas, un grupo de campesinos indígenas del municipio de San Bartolo Tutotepec se presentó en las oficinas estatales de Segalmex para denunciar que no hay maíz en las tiendas comunitarias y que, al ser su alimento fundamental de las familias, se están muriendo de hambre.
La crisis climática, que no es ni de lejos lo menos importante, pues de su control depende la vida del planeta y es que es increíble la ambición de acumulación del capital que pone por encima de la supervivencia su afán de acumular riqueza, generando políticas que no ayudan a disminuir la emisión de gases de efecto invernadero que provocan el calentamiento global y el cambio climático que golpea directamente la vida de nuestro planeta. Total, la humanidad se encuentra en uno de sus peores y grandes desafíos.
Pero las preguntas son, ¿Estamos preparados para resistir toda esta embestida? ¿Contamos con un gobierno que esté a la altura de los desafíos? y lo más importante ¿tiene ese gobierno el apoyo del pueblo? La respuesta a las tres interrogantes es muy sencilla y todos la conocemos.
En mi opinión, en México, y muy particularmente en Hidalgo, no tenemos un gobierno que comparta las mismas preocupaciones de sus gobernados. Mientras ellos -los gobiernos- buscan invertir en las obras de relumbrón, los ciudadanos pedimos se atiendan los problemas que lastiman la vida de las familias; la población pide que se destine más recurso a servicios de salud, educación, vivienda y obras de primera necesidad y los gobernantes en curso hacen lo contrario, recortan el presupuesto destinado a estos rubros invirtiendo en otras cosas menos en lo que la gente reclama. Ni el gobierno federal y mucho menos el estatal están escuchando a la población que demanda alimento ante la crisis alimentaria, y la imposibilidad de comprar la canasta básica por los elevados costos. Las políticas que aplican contra la inflación son un fracaso como el PACIC.
Entonces cabe cuestionarnos sobre las causas que han generado estas crisis y también por qué los gobiernos que nos representan no las combaten pensado en los intereses de su pueblo. Las respuestas quedan a su reflexión amable lector.
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