Cuando la realidad concreta de una nación, condiciona y predispone un escenario de pobreza material debido a la escasez de los recursos naturales básicos como agua potable, tierra fértil para cultivo, especies animales y vegetales para consumo humano, entre otros, es condición lógica hablar de una nación pobre, con una población pobre. Por lo general, las civilizaciones que tienen este escenario emigran en busca de mejores tierras o llevan un estilo de vida miserable. Muchas de las peores guerras que ha presenciado la humanidad han sido resultado de conflictos por recursos naturales.
Ejemplo de países pobres con insuficiencia de recursos naturales son: Etiopía, Sudán del Sur y Somalia (todos con crisis profundas por falta de agua). En Etiopía, un país con 77 millones de habitantes, se reportan índices de pobreza que alcanzan a más de la mitad de la población y ocupa los primeros lugares en desnutrición infantil; Sudán del Sur, es el segundo país más pobre del planeta con casi el 90 por ciento de la población en pobreza; Somalia, con la mitad de la población viviendo en situación de pobreza. Todos tienen en común la falta de agua para su vida diaria.
Cuando la biodiversidad de una nación es abundante y muy diversa, cuando se cuenta con agua suficiente, con tierras muy fértiles, bosques maderables, recursos minerales, diversidad vegetal y animal para consumo humano, extensión territorial y más, la consecuencia lógica sería hablar de una nación rica con posibilidad de repartir riqueza a su población. O, cuando menos, asegurar su bienestar material y espiritual. De tal manera que, aquel país con riqueza natural que contradictoriamente no asegura el bienestar de su población, cae en una contradicción socio-económica y política, que no debería ser normalizada.
Con datos del Fondo Monetario Internacional de 2022 (FMI), México ocupa el lugar 15 del mundo, en cuanto a los países más ricos. El país registró un Producto Interno Bruto (PIB) en 2022 de 27.79 billones de pesos. El PIB, es el valor monetario de todo el conjunto de bienes y servicios producidos en el país; es decir, zapatos, carros, casas, bicicletas. Como se logra entender, México es una de los países más ricos del planeta; en este contexto, ¿cómo entender el que al mismo tiempo en México existan alrededor de 55.7 millones de pobres?
Aproximadamente la mitad de la población en México es pobre (hay quienes sostienen que el porcentaje es mayor) aun siendo uno de los países más ricos del mundo. El problema radica en el modelo socio-económico y político de distribuir la riqueza social. Por una parte, vemos que la riqueza social se produce de manera colectiva (millones de obreros, campesinos y profesionistas), pero se concentra en manos de unas poquísimas familias privilegiadas. Así fue diseñado el actual modelo económico capitalista para beneficio de las clases ricas.
Ahora bien, toda construcción social material y espiritual puede ser transformada a beneficio o perjuicio de la misma sociedad. Un modelo económico como el actual, que todos los días arroja personas y familias enteras a la pobreza y que en consecuencia es perjudicial para una inmensa mayoría, puede y debe ser transformado radicalmente. Esto, por supuesto, no es bien recibido por las élites de milmillonarios del mundo y del país. ¿Desprenderse de sus gigantescas fortunas y privilegios para crear una sociedad más justa?, ni en mil años.
¿A cuánto ascienden los intereses políticos de Carlos Slim por conservar el modelo económico actual tal y como está?, equivalen a 80 mil 100 millones de dólares que es su fortuna acumulada (Bloomberg, 2022). Cifra estratosférica de dinero con la que fácilmente se pudiera sacar de la pobreza a un país entero como Sudán del Sur.
Este modelo económico, por sí sólo, como sistema y método socio-económico, no resistiría la presión de la realidad tan desigual, esa realidad que diariamente oprime a millones por todo el mundo. Sin embargo, gracias a toda una red de aparatos ideológicos dispersos en los medios de comunicación masivos, en nuestras costumbres y culturas sociales, han logrado sostenerlo y revivirlo en múltiples ocasiones.
Es por esto que, hoy con mayor premura, la tarea impostergable de todo aquel movimiento político o de aquel activista social que busque una verdadera transformación de nuestra espantosa realidad de desigualdad social, debe ser la de acudir con las masas empobrecidas para, en una primera etapa, organizarlas de manera compacta y educarlas políticamente, de manera tal, que adquieran consciencia de clase y en consecuencia se dispongan a sumar su valioso apoyo en esta lucha a muerte contra el actual sistema económico y su estado de cosas, que únicamente busca perpetuar el modus vivendi de una pequeña élite de millonarios, condenando a la miseria a millones de mujeres y hombres buenos. En México, desde hace más de 45 años el Movimiento Antorchista realiza esta titánica tarea, ya que tanta desigualdad no es normal, ni justa.
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