Concluida la Segunda Guerra Mundial en 1945, Estados Unidos emergió como la superpotencia económica capitalista; con Europa avasallada y habiendo arrojado las bombas sobre Japón, su poderío militar era indiscutible. Como potencia hegemónica, diseñó una estructura institucional ad hoc para controlar el mundo. Había impuesto ya en 1944 los acuerdos de Bretton Woods, donde se crearon instituciones fundamentales para el control imperialista: la Organización Mundial del Comercio (antes GATT), el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (estos últimos con sede en Washington). El FMI decía tener como objetivo: “lograr un crecimiento y una prosperidad sostenibles para cada uno de sus países miembros”, conjurando las crisis, como la muy reciente de 1929; pero fracasó, las crisis continuaron: la segunda más aguda de la historia ocurrió en 2008, y el Fondo es un instrumento de control financiero que sangra a los países pobres.
El andamiaje institucional internacional, parte de la superestructura político-jurídica, entra en crisis al perder el imperio el inmenso poder económico y político del que gozaba, y con el que pudo diseñar la organización del mundo a su entera conveniencia.
Y se impuso el dólar. En Bretton Woods se acordó que todos los países debían respaldar sus monedas en… dólares; EE. UU. lo haría en oro; pero, el imperio no gusta de ataduras, y en un acto de prepotencia, en 1971 Richard Nixon comunicó, urbi et orbi, que ya no garantizaría el respaldo en oro, y se arrogó el derecho de hacer del dólar el instrumento mundial de las transacciones comerciales, sin vigilancia alguna, simple dinero fiduciario. Como era esperable, se disparó la emisión y el país empezó a consumir por encima de sus capacidades, inundando al mercado mundial con dólares. Para apuntalar (artificialmente) este poder, en 1974, con gestiones de Henry Kissinger, se impuso el petrodólar: Arabia Saudita (a cambio de ¡protección militar!) vendería el petróleo exclusivamente en dólares, creándose así una demanda artificial de esa moneda, basada en la fuerza.
El petrodólar no existe más: el 9 de este mes, Arabia Saudita no renovó el acuerdo, y venderá el petróleo en monedas nacionales. Avanza la desdolarización. Nuevos países sustituyen el dólar por oro u otras divisas en sus reservas y pagan petróleo en yuanes y otras monedas. La relación comercial entre Rusia y China se realiza en 95% con monedas nacionales, y 58% de las exportaciones de Rusia a Europa son pagadas en rublos.
La realidad sigue su curso irrefrenable: cobra inusitado impulso el desarrollo tecnológico en países hasta hace poco atrasados, y se desplaza el epicentro de la producción industrial y el intercambio comercial, y cambia la geopolítica global. Emergen nuevas potencias orientadas no al saqueo sino a una convivencia armoniosa y de cooperación entre naciones. China rebasa a Estados Unidos en innovación tecnológica; Rusia es ya la quinta economía, y en muchos aspectos tecnológicamente está a la par de EE. UU. Todo esto en contraste con el estancamiento económico del imperio y sus aliados hace inoperante el viejo marco institucional.
Y hablando de sus aliados, la relación de sometimiento de Europa hace crisis y es ya insostenible; por ejemplo: “Once mil quiebras registradas en Alemania desde principios de 2024, el nivel más alto en casi una década […] revela un estudio por la empresa crediticia alemana Creditform. Esto supone un aumento de casi el 30% en comparación con el mismo período del año pasado […] De acuerdo con el informe, ahora la economía alemana sufre una recesión provocada, entre otras cosas, por los altos precios de la energía debido a la interrupción del suministro de gas desde Rusia” (Sputnik, 24 de junio).
En África los países del Sahel terminan con la colonización. En lo económico, rompen con el esquema monetario del Franco de las Colonias Francesas de África, creado por de Gaulle en 1945, y convertido después en Franco de la Comunidad Financiera Africana (CFA), vinculado al euro. Mali, Níger y Burkina Faso acordaron el año pasado crear una moneda común independiente: el Sahel.
El libre mercado, bandera del orden actual, está siendo suprimido de facto, por no convenir ya a la potencia imperial, que viola sus propias leyes al ya no poder operar ventajosamente con ellas. Lo sustituyen bloqueos, sanciones económicas a diestra y siniestra, congelamiento de activos, aranceles exorbitantes (como los aplicados a los coches eléctricos chinos). La OMC va perdiendo su razón de ser. Para la operatividad de las transacciones financieras, fue creado en 1973 el sistema SWIFT, una red internacional de comunicación financiera entre bancos y otras entidades, de la que Rusia ha sido excluida, y para sus tratos internacionales ha creado un nuevo esquema, el SPFS.
En cuanto al orden político mundial, Fundada también en 1945, la ONU (con su Consejo de Seguridad y la Corte Internacional de Justicia, CIJ) tenía supuestamente por misión “mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar entre las naciones relaciones de amistad y promover el progreso social, la mejora del nivel de vida y los Derechos Humanos”. Sin embargo, el hambre y las guerras permanentes –promovidas por el propio imperialismo–, se extienden por el mundo y exhiben la ineficacia de estos organismos para cumplir su cometido. Hoy se muestran impotentes para detener la masacre en Gaza. ¿Y qué hace el Tribunal Penal Internacional de La Haya, encargado de juzgar casos de genocidio y crímenes de guerra? Además, la solución de raíz al problema es la aplicación de la resolución 181 de la ONU, que crea dos Estados: uno judío y otro palestino; pero, literalmente por sus pistolas, David ben Gurión, líder del sionismo, impidió la creación del Estado árabe, quedando el acuerdo en vil papel remojado.
En este estado de cosas, la ONU no es garante de la paz; la OTAN y su dueño atizan la guerra en Ucrania y el terrorismo contra civiles inocentes en Rusia, y ninguna institución internacional puede impedirlo. Por cierto, Zelenski concluyó su mandato el 21 de mayo y, contraviniendo la Constitución misma, rechazó convocar elecciones, alegando la guerra. Es un presidente espurio, ¿y qué hacen la ONU, la UE y demás guardianes del orden, tan diligentes en otros casos para juzgar la ilegalidad?
Durante la Guerra Fría, la OTAN se ostentaba como alianza puramente defensiva ante la supuesta amenaza militar del comunismo soviético y el bloque socialista de Europa oriental (considérese que el Pacto de Varsovia se fundó en 1955, seis años después de creada la OTAN); pero el coco con que los gobiernos de Occidente asustaban a sus pueblos terminó, lo que habría supuesto la consecuente desaparición del organismo. Contrariamente, aquel se expandió hacia el Este para cercar a Rusia. ¿Qué institución podía frenarla? Ninguna. Solo la reacción defensiva de Rusia.
El ejército norteamericano, pieza fundamental del orden mundial de la postguerra, decae también por razones internas y por la resistencia de los pueblos agraviados. En África ha debido retirarse de Níger y Chad, y está saliendo del Irak invadido; en 2021 abandonó apresuradamente Afganistán. Hoy, con la OTAN como ariete y los ucranianos como carne de cañón, sufre un serio revés en Ucrania.
En fin, el andamiaje institucional internacional, parte de la superestructura político-jurídica, entra en crisis al perder el imperio el inmenso poder económico y político del que gozaba, y con el que pudo diseñar la organización del mundo a su entera conveniencia. Queda rebasado y se muestra incapaz de ordenar armoniosamente la nueva realidad. Y si las relaciones económicas entre naciones cambian, lógico es que la estructura institucional también lo haga. El cambio de contenido exige un cambio de forma.
Y como dijo Marx, la realidad solo presenta problemas cuando en ella misma existe ya, aunque sea en germen, la solución. Y así, están apareciendo, por necesidad de la propia dinámica de los acontecimientos, nuevas instituciones. El grupo BRICS, ya con diez países integrantes, discute la creación de una nueva moneda mundial alternativa y creó el Nuevo Banco de Desarrollo. Se fortalecen la Organización de Cooperación de Shanghái y la iniciativa de la Franja y la Ruta, promovida por China para impulsar el comercio mundial libre en términos de equidad. Además de tratados multilaterales como la Comunidad de Estados Independientes (integrada por repúblicas de la antigua Unión Soviética) y el ALBA en Latinoamérica y el Caribe, surgen importantes tratados bilaterales, como el reciente Acuerdo Integral de Asociación Estratégica entre Corea del Norte y Rusia. Y de Rusia con Irán. En resumen, un nuevo orden institucional se abre paso, y su instauración debilitará aún más al imperio y frenará sus amenazas a la paz y el progreso en el mundo.
0 Comentarios:
Dejar un Comentario