Nuestro gobierno, anunció con bombo y platillo al inicio de este sexenio la creación de algunas obras que serían parteaguas en el desarrollo de México. Algunas de estas obras son el aeropuerto Felipe Ángeles, el Tren Maya, las universidades y Bancos del Bienestar así como las universidades “Benito Juárez” y la refinería de dos bocas en tabasco.
Al escuchar de todas ellas nos parece que México fuera un país en camino de progreso y modernidad. Sin embargo, si le ponemos la lupa veremos que estas obras han quedado por lejos de ese panorama de modernización y se han estancado en promesas; en obras insuficientes para combatir el rezago y la pobreza reinante en nuestro país. Veamos.
El aeropuerto Felipe Ángeles no ha estado exento de polémicas, empezando por la cancelación del inicial proyecto de aeropuerto en Texcoco. El costo de cancelación se calculaba originalmente en 100000 millones de pesos por el Gobierno Federal; sin embargo, la Auditoría Superior de la Federación recientemente informó que el costo final fue de más de 331 996 millones, muy por encima de 230,000 contemplados en el proyecto original.
A esta cantidad debemos sumar el monto gastado en el propio aeropuerto en Santa Lucía que empezó con la ha pintado de incrementarse un 11.7% más por un cerro que no estaba contemplado en el proyecto original (a quien puede perdérselo un cerro) y que obligó a que una pista fuera de uso exclusivamente militar. Si esta mala planeación no fuera suficiente para sorprendernos debemos agregar que el costo original de 82 136. 1 millones se elevará hasta 91 000 millones con las redes de caminos que aún faltan de construir para comunicar el aeropuerto Felipe Ángeles con la metrópolis y pueblos circunvecinos. En total podríamos decir que las instalaciones grises y simplonas que se nos han mostrado hasta el momento nos han costado al país cerca de 422 mil 996 millones de pesos. Es el costo de una planeación no adecuada y de la terquedad abyecta.
El tren Maya se encuentra en una situación similar que quiso ser bandera de modernidad y desarrollo del sureste mexicano pero que ha recibido severas críticas por el daño e impacto ambiental como el de 2 500 hectáreas deforestadas según el centro mexicano de derecho ambiental (CEMDA). El impacto en la fauna también será grave, particularmente en jaguares, murciélagos y tapires. Reservas ecológicas y arqueológicas como Calakmul, Sian Ka An y Balamku también sufrirán afectaciones. El costo total es de 321 mil 384.8 millones de pesos de daño ambiental.
La refinería de Dos Bocas a su vez ha sido criticada por apostarle a los combustibles fósiles como principal fuente energética de nuestro país cuando a nivel global y a consecuencia del cambio climático se intenta virar hacia las energías renovables como la eólica y solar. Además de esto, en meses pasados varias zonas, sobre todo las más marginadas en Tabasco, fueron inundadas en el necio deseo de proteger la refinería de dos bocas y si este triste suceso no tomó dimensiones de tragedia nacional como aquellas que ya no puede ignorar nadie, fue por la solidaridad del pueblo y los esfuerzos encabezados por el Movimiento Antorchista Nacional que promovió la campaña de colecta de víveres y los distribuyó mediante la vilipendiada estructura de plenos populares y activistas. ¿Costo? 8,900 millones de dólares. Unos 184,052 millones de pesos.
Y así podríamos seguir viendo algunos de los ejemplos antes citados, como el impacto real que han tenido las universidades Benito Juárez y los bancos de Bienestar en la vida de la gente o los programas electoreros como jóvenes construyendo el futuro. Lejos queda ahora ese aroma de modernidad que se pretende dar con el discurso oficial y que nos oculta la miseria en que siguen viviendo millones de mexicanos. Nuestros detractores dirán que aún es poco tiempo para medir los efectos de tales obras y puede que tengan razón, pero hasta el momento el panorama luce poco alentador. El tiempo sigue su marcha.
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