La popularidad de Andrés Manuel López Obrador, el presidente de la supuesta Cuarta Transformación, está cayendo estrepitosamente y se debe en parte, sin lugar a duda, al hecho de que después de cada acto o decisión contraproducente se justifica con una mentira, o con su frase de yo tengo otros datos, caso específico el de Quintana Roo, donde la cuota de credibilidad del mandatario se diluye como el agua.
La falta de cumplimiento del mandatario, la desatención a la ciudadanía, el engaño de los funcionarios de su gobierno y la falta de capacidad y voluntad de los políticos, provocaron que cientos de personas más exigieran a López Obrador que cumpla la promesa de campaña de bajar el precio del gas, la electricidad y las gasolinas, prometió que lo haría desde el primer día de su administración, pero hoy superan los 20 pesos por litro, en promedio, totalmente contrario a lo que prometió que sucedería, con la falsa promesa de hacerle justicia al pueblo de México.
A pesar de que López Obrador actuó como un oportunista y se aprovechó de la necesidad y la esperanza de millones de mexicanos que le brindaron su confianza a través del sufragio electoral que lo ascendió al poder presidencial, nada justifica que no cumpla sus ofrecimientos; el pueblo sigue observando a la espera y mientras más tiempo pase y no cumpla, seguramente pagará con creces esa desatención y un reflejo de esto es el desplome de su popularidad, esa que tanto presumió que nadie en el mundo tenía.
¿Cuál habrá sido la reacción de López Obrador cuando se enteró de los alarmantes resultados del último informe de pobreza y evaluación de la política social del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval)?, ¿habrá manifestado alguna preocupación?, ¿será posible que el presidente y su gabinete de desarrollo social hubiesen analizado de forma seria y científicamente los resultados y realizado una autocrítica de su mal desempeño?
Al respecto, destacamos que este informe detalla que los pobres en México cada vez son más, casi 71 millones en esa situación de pobreza, resultado de sus políticas erráticas e incorrectas para abatir la desigualad social, como otorgar dinero a través de programas asistencialistas, es decir, regalar recursos económicos para maicear y controlar a los pobres, a los que un día dijo y prometió que defendería con mejores salarios y mejores oportunidades para sacarlos del marasmo de la pobreza.
En los resultados, observamos que al presidente López Obrador no le interesa, ni le quita el sueño, estos datos oficiales que reflejan la cruel realidad en que viven miles de familias mexicanas sumidas en la pobreza, toda vez que continúa predicando sobre su México perfecto, el de la 4T, en donde según él ya acabó con la corrupción y con el neoliberalismo que impedía el progreso del país, cuando la evidencia concreta de la realidad indica, a todas luces, que el mandatario federal es más defensor del capitalista que otra cosa.
Con sus discursos faraónicos, López Obrador nos quiere dar atole con el dedo, pues no hay avances en ningún rubro de desarrollo o de progreso social, por el contrario, se han desplomado las actividades productivas, de generación de empleos. Sigue empeñado en sus polémicas y bastante cuestionadas mega obras, aun cuando van en contra de toda lógica en cuanto a sus costos de construcción, factibilidad, impacto social y ambiental.
Recordemos que, desde el inicio de esta administración federal, los impulsores de la 4T, se propusieron la meta de terminar con la corrupción y los demás temas relevantes y urgentes, como el desarrollo social, la seguridad, el empleo y la seguridad alimentaria, entre otros, quedaron relegados sobre prioridades secundarias; así se explica que el bienestar de la mayoría de los mexicanos no haya mejorado, sino por el contrario, según datos del Coneval, están por debajo de la Línea de Pobreza por ingresos, es decir, no ganan lo necesario para alimentarse y alimentar a sus familias.
Es evidente que López Obrador ha dejado en el abandono a los mexicanos más necesitados, a los que viven en las colonias y barrios pobres de México, los que no tienen empleo, los que del diario arriesgan la vida por salir a las calles a conseguir el alimento para dar a sus familias, o bien, que no tienen las condiciones en sus viviendas y que están condenados, los niños y jóvenes que carecen de condiciones para desempeñarse académicamente.
Por eso se deduce que al presidente le preocupa más su popularidad en las encuestas que el aumento de entre 8.9 y 9.8 millones de mexicanos con un ingreso inferior a la Línea de Pobreza por Ingresos y que además están siendo vapuleados por las secuelas de la pandemia.
En solo dos años, de 2018 a 2020, se pasó de 61.1 millones de personas que ganaban por debajo de la línea de pobreza (48.8 por ciento de la población), a 70.9 millones, y en este año no es la excepción, esto quiere decir que ahora uno de cada cuatro mexicanos padece ahora pobreza extrema por la falta de ingresos, por la falta de trabajo. “México se encontraría ubicado como el cuarto país que vería acrecentar más el porcentaje de personas en situación de pobreza, incluso más que el promedio de la región, y el quinto que más aumentaría en pobreza extrema entre los países latinoamericanos”, señala el informe.
Esta alarmante situación que se revela con el informe, al parecer, no preocupa al presidente López Obrador, quien sigue en su idea de que con regalar dinero a cierto sector de la población soluciona la crisis que afecta a los más pobres, a los casi 71 millones de personas y sus familias.
Vivimos una grave situación económica, y desafortunadamente tenemos un presidente que no la percibe, por ello la sociedad tiene la oportunidad, en el venidero proceso electoral, de enmendar las cosas y sufragar para que, desde el Congreso de la Unión, personas comprometidas con el pueblo, corrijan el desastre legislativo que ha ordenado el mandatario federal y se restauren las leyes para frenar y disminuir la pobreza en México. López Obrador lo ha demostrado, no puede ni sabe gobernar.
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