El gobierno de México ha iniciado una lucha histórica sin precedentes, y esta no ha sido contra la pobreza, corrupción o violencia, esta nueva batalla ha sido contra la ciencia, la cultura y la educación. Tal parece que la administración encabezada por Andrés Manuel López Obrador ha trazado una línea de gobierno donde ningún campo del desarrollo humano está contemplado. El presidente desde la más alta (y también muy denigrada tribuna) ha lanzado toda cantidad de ataques en contra de la comunidad científica con una serie de argumentos que van desde tachar de neoliberales a los procesos o métodos científicos, tildar de corruptos a los organismos autónomos de investigación, llamar “aspiracionistas” a quienes aspiran a mejores condiciones de vida, asociar a la corrupción a todos aquellos quienes se atreven a estudiar en el extranjero, o reducir los ya insignificantes recursos de la ciencia, o de una manera más reciente, amenazar por medio del retiro de becas a los intelectuales que se atrevan a levantar la voz contra las arbitrariedades que emergen de Palacio Nacional.
Las amenazas a la ciencia no solo se han manifestado a través de las ocurrencias de la conferencia mañanera del presidente, y eso hay que decirlo, se han trasladado escandalosamente al terreno de los hechos por medio del tremendo olvido con que el gobierno de la autoproclamada transformación mantiene contra la inversión en materia de ciencia.
Un reporte de la UNESCO, “México ocupa los últimos lugares en términos inversión pública para ciencia, y bajando, ya que pasó de 0.44% en 2014 a 0.31% en 2018 del Producto Interno Bruto”. Estos datos, claro, son un precedente del gobierno de la 4T, pero aun así, aun desde el inicio de la pandemia hasta la fecha, nuestra nación no ha mostrado tendencia alguna por tratar de revertir los antecedentes, sino todo lo contrario, el gobierno que puso a cargo de la salud de los trabajadores a un creyente de la homeopatía no ha mostrado interés por invertir en la investigación. En esta materia el gobierno no ha sido de transformación, sino de estancamiento, en pocas palabras, lo mismo o peor que los anteriores.
Ahora, si hablamos de educación, esto como un tema que he tocado en algunos escritos anteriores, podemos observar que la tendencia es la misma que con la ciencia, los recursos destinados a la inversión en educación por parte de la 4T se han visto frenados, o peor aún, reducidos. Cito a continuación un dato publicado por elciudadano.com en nota del 28 de diciembre de 2021: “En el periodo de enero a noviembre de 2021, los recursos destinados a construir, conservar o adquirir bienes del sector educativo en el país registraron una caída de 8.4 por ciento, la mayor de los últimos cuatro años. De acuerdo con cifras de la Secretaría de Hacienda, se han destinado para dicho fin 14 mil 766 millones de pesos en los primeros 11 meses del año. La caída contrasta con el incremento anual de 2 por ciento registrado en igual lapso de 2020, cuando detonó la crisis por la pandemia de covid-19”. Lo anterior nos deja claro que la 4T, en el peor momento de la alerta sanitaria abandonó a la educación a su suerte, algo que digo en un dato, pero que millones de mexicanos, tanto desde la responsabilidad como tutores o en las mismas aulas hemos resentido.
Por si fuera poco, hoy, la administración que se ha encargado de dejar rezagada la educación por dos años se atreve a llevar a una supuesta “discusión” para la reformulación de la educación, una farsa como aquellas con las que este gobierno no se ha cansado de burlarse de la inteligencia de los mexicanos.
Mientras la 4T distrae con las faramallas de una “consulta” sobre la educación, en las imprentas ya preparan los libros donde se extiendan por un capitulo completo hablando de las fantasías que desde la cabeza hueca del primer mandatario significan la “lucha donde ellos, “los transformadores”, llegaron al poder en el 2018”. Por si no les bastaran esas arbitrariedades, desde Palacio Nacional planean, además, remover de los libros palabras como: eficiencia, productividad, sociedad del conocimiento, calidad educativa, o competencia.
Lo más seguro, es que desde la 4T, ni siquiera el mismo presidente, o el director general de Materiales Educativos, Marx Arriaga conozcan las palabras calidad educativa, eficiencia o competitividad, es solo una suposición, que no creo que se aleje mucho de la realidad. La 4T quiere desterrar de la mente de los mexicanos todas las cosas que ellos no comprenden, por otro lado, quieren dejar el germen de sus fantasías, de todo aquello que imaginan que han creado o “transformado”, así, con esa terrorífica soberbia y de ese modo, quieren los partidarios del presidente implantar su dictadura de la ignorancia. No es como hacían los nazis comandados quemando libros, hoy las imposiciones culturales se hacen desde las oficinas de la SEP intentando erradicar los intentos por conformar un pensamiento progresista.
La nueva batalla histórica de la “cuarta transformación” es esta, una en contra de la ciencia, del conocimiento, de la educación. Creen los partidarios de la “transformación” que con la imposición y la fuerza se puede rehacer la historia, casi plasmándolo como lo decía aquel bombero de la novela de Ray Bradbury, Fahrenheit 451: tarde o temprano llegará el día en que no se necesite quemar los libros para destruir la cultura. El día en que la cultura se ve amenazada ha llegado y los pirómanos de la 4T no descansarán en su intento de destruir, que se preparen, pues los estudiantes no se cansarán de resistir y luchar por detenerla. La educación debe ser democrática, crítica, científica y popular, no adoctrinada.
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