Recientemente escuché a una compañera referir que un funcionario menor de un municipio sonorense, en su intento por dejar sin soluciones y hacer a un lado a la organización popular que ella representa, dijo que no trabajaría bajo presión y que ahora “ya no habrá intermediarios y sólo se trabajará con gente vulnerable, directamente, atendiendo una por una”; además, dijo que ya tiene detectados a los vulnerables, dónde están y, dirigiéndose a mi compañera le dijo: “ustedes no hacen falta”. Punto. Así nomás, de un plumazo. Y como éste, cientos de funcionarios de Morena hacen igual: decretan la desaparición de Antorcha, en menos que canta un gallo “suprimen” a una organización que se ha venido construyendo durante décadas y que es el resultado objetivo de la actividad social por resolver necesidades reales de millones de personas en situación de pobreza, una agrupación de mexicanos con anhelos de justicia social. Nada de eso vale, ahora “ya no es como antes”. De acuerdo a estos funcionarios, pues, ser vulnerable es opuesto a estar organizado; como si las organizaciones populares contaminaran a los vulnerables o mancharan la pureza de su vulnerabilidad. Más que la insensibilidad y la falta de comprensión de la estrechez de sus palabras de dicho funcionario, conviene que los trabajadores reflexionemos un poco acerca del uso que se le da a la palabra “vulnerable” para dividir y contraponer a la gente más humilde entre sí y mantenerla… vulnerable, convenientemente.
El diccionario dice que vulnerable significa “que puede ser herido o recibir lesión, física o moralmente”, así que, en principio, todos, ricos y pobres, de todos los colores, pueden ser definidos como vulnerables, obvio. Pero limitarse a la definición tradicional no ayuda mucho a entender lo que realmente buscan ese tipo de políticos. En realidad, la connotación que se le da a la palabra es más bien en el sentido de persona extremadamente pobre, con muy poca capacidad para prevenir, resistir y sobreponerse al impacto de la pobreza más traumática. También está la palabra “vulnerado”, es decir, que ya padece una carencia efectiva que implica la imposibilidad actual de sostenimiento y desarrollo y una debilidad a futuro a partir de esta incapacidad; “vulnerado” es palabra aplicada a quien ya fue dañado, herido o lesionado, pero los políticos la usan escasamente. Como que se les hace “muy fuerte”, menos romántica, menos útil para su demagogia.
Así que prefieren usar el término “vulnerable” en lugar de “pobre”, porque es menos comprometedor. Sustituyen, pues la palabra “pobre” en su afán de ocultar la pobreza y la responsabilidad que tienen porque en los tres años que lleva gobernando Morena no ha acabado con ella, al contrario, se ha incrementado: ahora hay más pobres que cuando comenzó a gobernar. Según el especialista en demografía Julio Boltvinik somos 96.9 millones de mexicanos verdaderamente pobres, es decir, ya vulnerados; más de 3 de cada 4 compatriotas vivían realmente en pobreza hasta el año 2020, sin contar las desgracias que hemos sumado en 2021. ¿Y quién los vulneró? ¿Qué los vulneró? ¿Cómo hacer que cambien de vulnerados a población fuerte, sana, educada, sin miedo, sin heridas físicas, mentales y carencias injustas de obras y servicios en sus comunidades y colonias? A eso no le entran, mejor la dejan en el nivel de “vulnerables”, así es más manejable.
Prefieren atendernos uno por uno, por separado, es decir, nos quieren agarrar solitos, aislados. Y así, los ya vulnerados por la realidad capitalista, volvemos a hacernos vulnerables, la clase en el poder nos ubica otra vez en una situación de indefensión contra los malos funcionarios, que los hay… y muchos; y a los buenos funcionarios el mismo sistema burocrático no los deja ayudarnos, les ata las manos. Por eso no podemos aceptar que menosprecien a las organizaciones populares, que nos dividan, ¡si para contrarrestar eso nos hemos organizado! Es preciso que defendamos los derechos que nos da la Constitución a los humildes a organizarnos, a hacer solicitudes en grupo y a ser atendidos en grupo, en bloque, y a que los funcionarios respeten eso y que respeten también a nuestros delegados, comisionados, plenistas y la estructura de dirigentes que nos hemos dado y reconocemos, en pleno ejercicio de nuestro derecho soberano.
Pero no nos confundamos, o, mejor dicho, no dejemos que nos confundan. Vulnerabilidad es otra palabra que usa engañosamente el lenguaje oficial para disimular la pobreza, atacar a las organizaciones populares, desprestigiarlas y desvirtuar sus justos procedimientos grupales, la manera obligadamente colectiva que tiene su actuar. En última instancia, la mayor vulnerabilidad de los pobres consiste en estar desunidos y, peor aún, desorganizados, sin conocimientos de cómo funciona la sociedad y cuál modelo económico o sistema social nos conviene. Unirse, organizarse y educarse políticamente es un derecho de los vulnerados, de los humildes, que nadie nos puede negar, pero que tenemos que hacer valer, porque nadie nos lo va a regalar y los adversarios, menos.
Quebrantar de cualquier forma o por cualquier medio el derecho de los vulnerados a unificarse y a ser atendidos de manera organizada, en conjunto, es causarles una mayor vulnerabilidad, significa exponerlos a más posibles daños y heridas, dejarlos indefensos para el engaño, la manipulación y la explotación. Los vulnerados tenemos derecho a actuar como grupo para no exponernos a una mayor vulnerabilidad. Antorcha tiene que existir y la defenderemos hasta morir.
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