El problema de la inseguridad en la ciudad de Tijuana es verdaderamente espeluznante. El año 2018, la ciudad ocupó el primer lugar como ciudad más violenta del mundo; en 2019 volvió a ocupar el deshonroso sitio (134 homicidios por cada 100 mil habitantes) y en 2020 acaba de ocupar el nada plausible segundo lugar (105 homicidios por cada 100 mil habitantes) en el mismo ranking; todo esto, según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal del Estado.
El 27 de febrero de 2021, el Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales (Cemees) encuestó a una muestra representativa de los habitantes de la zona este de Tijuana y ante la pregunta: “En su opinión, ¿cuál es el principal problema de su colonia?” 43% de los encuestados respondió: la inseguridad. Lo cual significa que un altísimo porcentaje de la población está preocupado y con temor seguramente de salir a la calle. Curiosamente, los problemas que ocupan el segundo y tercer lugar en la preocupación de la gente de esta zona de la ciudad son el pésimo estado de las calles y la falta de alumbrado y electrificación, ambos coadyuvantes de la delincuencia, organizada y no, que provoca la inseguridad.
Ante la escasa acción, más allá de la demagogia de las campañas electorales de los políticos al uso, para abatir estos problemas, lejos de ir corrigiéndose, éstos se acentúan cada vez más. Ya hace tiempo que quedó claro y hay experiencias de países en todo el mundo de cómo erradicar el problema, que se necesita masificar la educación, el deporte, la cultura, la ocupación, elevar los salarios al nivel de dar una vida digna a los trabajadores para que no haya terreno fértil para el crimen. Esto solo puede y debe hacerse, con probabilidades de tener un éxito rotundo, desde el poder máximo de un país, la presidencia de México en nuestro caso. Pero, a la luz de los hechos, del actual Gobierno, de cuya autista forma de “combatir” el problema con abrazos no podemos esperar cambio, las autoridades locales debieran hacer todo lo que esté en sus manos para concretar acciones que, si no erradican, cuando menos atenúen el problema.
Pero las autoridades locales de Tijuana a pesar de que pasan los años no ven necesario echar a andar un agresivo programa para abatir delincuencia destinando recursos a lo que los han destinado quienes han resuelto al terrible flagelo de la delincuencia. Años ha que miles de habitantes de la ciudad no saben de una inversión ambiciosa para dotarlos de grandes y modernas unidades deportivas, auditorios, pavimentaciones, electrificaciones, etcétera. Y en la zona este de la ciudad la tripleta de problemas mencionados arriba requiere de recursos económicos para poder combatirse.
El Movimiento Antorchista de Baja California, bajo la conducción del profe Nacho, se ha encargado de ir combatiendo el rezago de las colonias de la zona este y algo ha podido avanzar: 4 mil lotes habitacionales; fundación de escuelas, áreas deportivas, etcétera. Buena parte de la zona este conoce de estos importantes logros. Pero por muy importantes que sean, son pocos; por eso el Movimiento Antorchista decidió lanzar al profesor Ignacio Acosta Montes para contender por la diputación local por el distrito VI de Tijuana. El pueblo organizado en Antorcha requiere ver que las obras avancen más rápido, y no es solo como organización gestora ajena al poder público como se puede avanzar más rápido.
El pueblo necesita espacios de poder público para que tenga voz mediante la cual representar a la gente. El tamaño que ha adquirido la organización social amerita que tenga hoy candidato y mañana representante en el Congreso del estado de Baja California. Así podrá participar la gente de la toma de decisiones trascendentales para la vida del estado; y qué mejor que sea con el profe Nacho como representante, que no está acostumbrado a las palabras, sino a los hechos. Basta con preguntar a las familias beneficiadas por las obras cuya realización costó muchas manifestaciones si es cierto que la lucha la encabezó él y se escuchará la respuesta popular.
Un representante verdaderamente popular puede no resolver todos los problemas del este de Tijuana, pero sí que puede poner el ejemplo de cómo se lucha, se legisla y destinan recursos para atender necesidades de trabajadores humildes. Y si esto ocurre, entonces sí, que se agarren los partidos porque Antorcha rápidamente ondeará más alto su bandera y conquistará a los hoy incrédulos, para seguir avanzando cada vez más en la implantación de su modelo de gobierno a todo el país. Los escépticos deberían recordar al poeta: “también los grandes ríos nacen de pequeños arroyos”.
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