Estoy convencida de que para lograr un país distinto, con justicia, cultura, disciplina y con gobiernos preocupados y ocupados en lograr el bienestar general de la población, incluso para contribuir a hacer frente a pandemias como la que estamos padeciendo, se requiere que su población esté educada y tenga consciencia social y política; y obviamente, su educación no ha de ser fruto de la casualidad ni cosas por el estilo; debe ser un objetivo explícito, sistemáticamente buscado; una meta para cualquier nación y gobierno realmente progresista y nacionalista. Muchas veces he escuchado de boca de funcionarios públicos que la pandemia del covid-19 no se puede contener en México por la falta de responsabilidad y de cultura de los mexicanos, que no entienden los riesgos de propagación del virus y de contagios si asisten a eventos masivos, realizan fiestas, concurren a lugares de esparcimiento, sobre todo si estos son cerrados; que muchos no usan el cubrebocas en lugares públicos, etc. Estas quejas son ciertas, pero deberíamos preguntarnos, al menos, ¿quién ha educado a los mexicanos? ¿Quiénes y por qué otorgan permisos para eventos masivos en auditorios, plazas de toros, recintos feriales, el Zócalo mismo, etc.? ¿Acaso no conocen los riesgos o puede más el interés por la ganancia que por la vida? ¿No es la necesidad y nuestro ineficiente sistema de transporte público lo que obliga a millones a trasladarse a sus centros de trabajo hacinados? Pero, además, ¿no es cierto que el gobierno ha abandonado a su suerte a los mexicanos en la pandemia, negando las suficientes pruebas para detectar el virus, el tratamiento adecuado, la cantidad de hospitales y equipo médico suficientes, así como la vacunación a tiempo y en la cantidad necesaria para todos?
El gobierno de López Obrador y la inmensa mayoría de los gobiernos estatales han abandonado a los niños y jóvenes, y a sus maestros, como lo ponen de manifiesto cifras oficiales: “Por Covid y pobreza, 9 millones de alumnos dejan la escuela. Pandemia dejó fuera a 2.3 millones de alumnos del ciclo escolar 2020-2021; otros 2.9 millones no se inscribieron por falta de recursos, y 3.3 millones más tuvieron que trabajar”. Es decir, como lo señala la misma nota, la pandemia, la falta de dinero o la necesidad de trabajar expulsó de las aulas a casi 9 millones de estudiantes entre tres y 29 años de edad en el ciclo escolar 2020-2021. Los datos del Inegi muestran que la pandemia afectó sobre todo a los alumnos en condiciones de mayor vulnerabilidad: “La pandemia muestra con toda claridad que la desigualdad se ha profundizado frente al covid-19. La diferencia entre los 1.2 millones de estudiantes que anualmente se iban de la escuela y los más de 8.8 millones que encuentra el Inegi es enorme, y los que se han ido más son los niños más pobres, los olvidados de siempre”, consideró el investigador y especialista en temas educativos de El Colegio de México, Manuel Gil Antón. Igualmente, la investigadora del Cinvestav, Alma Maldonado, coincide al señalar que "La pobreza en general no se lleva bien con tener equipos de cómputo en casa […] las cifras del Inegi reflejan el fracaso de la estrategia de la SEP, al dar programas poco relevantes y atractivos. Además, consideró que se sumó la falta de apoyos para el acompañamiento docente y que los maestros hicieron lo que pudieron con sus propios medios”. El Universal, 24 marzo de 2021.
Los estragos causados por la pandemia y las prácticamente nulas políticas públicas para hacerle frente, tanto en el terreno educativo, de salud y económico, han colocado a nuestro país como uno de los más desiguales y con mayor pobreza y rezago educativo; hoy estamos retrocediendo, no solamente por el tiempo perdido de clases en el periodo de pandemia y por la alta deserción escolar, sino también porque ahora es menor el gasto público destinado a la educación: “El gasto en educación de México toca su peor nivel en 12 años. En el año en el que se reanudarán las clases presenciales en México, el gasto público educativo será el más bajo de los últimos 12 años respecto al Producto Interno Bruto (PIB), lo que refleja el menor uso de recursos públicos para los niños y adolescentes del país. Este 2022 se destinarán 883.929 millones de pesos (mdp) para el gasto público en educación, monto que representa el 3.1% del PIB, el nivel más bajo a partir de 2010, refieren cifras del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP) […] El gasto para pensiones proyectado para 2022 es de 1.4 billones de pesos, casi lo doble que el gasto educativo, esto es equivalente al 5.1% del PIB. Este gasto ha aumentado en promedio 6.5% real anual desde 2015, refiere el CIEP”. EXPANSIÓN/ 27 de enero de 2022.
Lógicamente, esta drástica reducción revela, por un lado, el casi nulo interés en la educación de la niñez y de la juventud por parte del gobierno de la 4T; queda claro que prefieren ahondar los niveles de ignorancia para así tener votos cautivos gracias a una dádiva; pero, por otro, no debemos olvidar que una inversión menor en educación traerá consigo un mayor rezago educativo y, por lo tanto, a mediano y largo plazo nuestros profesionistas serán menos competitivos en el mercado laboral, lo que, obviamente, traerá consecuencias negativas en la economía del país y en su capacidad de atraer inversiones. Así, pues, con esta política se está condenando al país ya no al estancamiento, sino al franco retroceso. Esa será la herencia de la Cuarta Transformación.
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