Como en tantas cosas, también en el caso de los migrantes los sonorenses humildes estamos amenazados no tanto por los hombres, mujeres y niños que se trasladan miles de kilómetros en busca de mejores condiciones de vida, sino por las decisiones políticas que la 4T y las clases gobernantes están tomando acerca de este fenómeno. No es exagerado decir que esas políticas nos han creado una bomba con riesgo de estallido social, han fomentado una tensión social que en lo inmediato incrementa los índices de violencia e inseguridad en el territorio sonorense.
Todos los días los medios de comunicación dan a conocer terribles historias de migrantes en la frontera norte de nuestro país que nos desgarran algo por dentro: madres muertas con sus pequeños hijos al intentar cruzar el desierto de Sonora, familias separadas, albergues para migrantes repletos con sobrecupo en Nogales, San Luis Río Colorado, Hermosillo, etc., sin alimentos ni agua, personas abandonadas a las orillas de los caminos o a punto de fallecer dentro de tráileres, en bodegas, además de extorsiones, abusos, amenazas y todo tipo de violaciones. Pero entre los migrantes no sólo van extranjeros sino también mexicanos y hasta sonorenses que huyen de la pobreza, de la inseguridad y las amenazas de grupos delincuenciales; hoy día no hay familia sonorense que no tenga un familiar emigrado, porque no encontró oportunidades en su propia tierra. Lo que vemos como algo ya común y corriente, en realidad está incrementándose a niveles nunca antes vistos y eso es lo que debe alertar a los más humildes de esta tierra, porque siempre somos las primeras víctimas de cualquier desgracia social.
El Instituto Nacional de Migración (INM) ha reportado que el fenómeno social se ha triplicado desde 2020. Las autoridades de Estados Unidos han detenido a más de 1.3 millones de migrantes desde octubre del año pasado, y tan solo en el pasado mes de julio reportaron 212 mil 672 migrantes detenidos por la patrulla fronteriza durante julio, entre los que se encontraban 18 mil 962 adolescentes y niños no acompañados, dato que representa un récord histórico. A Sonora le tocaron, según cifras oficiales, tan sólo entre 2019 y 2020, casi 8 mil 700 migrantes de otras naciones que no lograron cruzar a Estados Unidos en sus ciudades fronterizas y solamente 6 mil 680 fueron deportados a su país, lo que significaría que, en dos años, Sonora sumó mil 610 extranjeros varados en su territorio. Estas cifras oficiales son actualmente muy conservadoras, pues @EuniceRendon reportó el 22 de agosto en Twitter que “Entre 100 y 300 centroamericanos expulsados de Estados Unidos, algunos de ellos con Covid19, llegan cada día al albergue de San Juan Bosco, en Nogales, Sonora, desde finales de julio, a pesar de operar al límite de sus capacidades con una saturación de hasta 400 personas migrantes”.
En cuanto se les piden datos más precisos por región, ciudad o municipio, las autoridades proporcionan datos confusos y muestran incapacidad hasta para determinar el tamaño de la desgracia. Así, Gloria Ciria Valdez Gardea, profesora e investigadora de El Colegio de Sonora, considera que la crisis se intensifica porque no se cuenta con un diagnóstico sobre las vicisitudes, características y consecuencias de la migración y advierte que es imposible generar políticas públicas para atender la problemática, existen migrantes solicitando refugio en la entidad y se desconoce dónde están, cuántos son y cuál es su identidad, debido al hermetismo del INM y los trámites burocráticos al respecto, del 6 de septiembre del presente). ¡Un solo albergue sonorense supera los “otros datos” oficiales! ¿Quién nos miente y por qué lo hace? Queda claro que la única alternativa que realmente está generando Obrador es la aplicación de la fuerza pública, la violencia. Cómo y cuándo iniciarán las más graves consecuencias negativas de este fenómeno que crece imparable no lo sabemos a ciencia cierta, pero sí queda claro que no tardará mucho (ojalá y nos equivoquemos), queda también claro que la 4T quiere ocultar o desvirtuar la realidad y tiene el silencio complaciente de muchos.
Aumentan en los medios las denuncias de carencia de programas gubernamentales para migrantes, con asignación de suficientes recursos económicos para siquiera ayudar de manera consistente. En lugar de eso vemos a los gobiernos transformados en centros de acopio de víveres, como es el caso del DIF Sonora. No podemos condenar la iniciativa, pues en algo ayudará a los menesterosos viajeros; pero los trabajadores de Sonora tienen aquí una prueba de que en esencia los gobiernos desatienden y se desentienden del destino de nuestra gente. Por ejemplo, el mismo día de escribir el presente, Marcelo Ebrard declaró que “Respecto a los albergues, hay toda una red con la que estamos trabajando…” y aseguró que “se están dando algunos apoyos importantes” (Canal 44). Así nomás, sin comprometerse a nada: “algunos apoyos importantes”. Cuando vemos el tamaño del monstruo migratorio —incluso así de maquillado por los reportes oficiales— y lo comparamos con el tamaño de los apoyos —menos de 20 millones de pesos en años y la creación de un albergue para infantes migrantes con 23 niños beneficiados— se ve como lo que realmente es: totalmente insuficiente, meras medidas propagandísticas que dejan intacto el problema que nos tiene en riesgo. La realidad del fenómeno migratorio en Sonora es grave: imparable, descontrolado, suelto a su propio desarrollo desestabilizador. Uso de la fuerza, ocultamiento de datos, indolencia criminal y demagogia, pues, son los ejes principales de las políticas oficiales respecto al asunto de la migración.
El desempleo, que está en la raíz del problema migratorio, es una consecuencia obligada del sistema de producción capitalista, que tiene por objetivo la producción de mercancías para obtener ganancias, no la satisfacción de las necesidades humanas. Y en Sonora, Centroamérica y en muchas regiones del mundo es el sistema que domina. Este sistema sigue produciendo todo de manera anárquica. En él, cada capitalista y grupo de capitalistas, sea en forma individual o asociado en monopolios, trusts, corporativos, o sindicatos de empresarios de los más diversos tipos, produce lo que quiere, cómo y cuándo quiere, para obtener plusvalía; a pesar de todos los intentos teóricos y prácticos por ordenar racionalmente y programar la producción no lo ha logrado —y así seguirá mientras no gobiernen los humildes y no haya quien regule su voracidad a los empresarios. Esta anarquía capitalista, con gobiernos que protegen los intereses de los poderosos, nos lleva inevitablemente a la sobreproducción, es decir, a producir más de lo que se puede vender y ello, a su vez, nos lleva a tener que detener la producción, a las crisis y los trabajadores son expulsados de sus empleos: se crean, pues, ejércitos de desempleados que tienen que comer, crecer a los hijos, requieren seguridad social y vivir bajo un techo, pero que por carecer del empleo ya no pueden lograrlo. Entonces emigran, se van a buscar satisfacer sus necesidades en otras regiones. Los desempleados crean, además, una fuerte presión sobre los que permanecen empleados pues están dispuestos a aceptar menor salario para conseguir la plaza del que la tiene. Los desempleados migrantes, pues, son la otra cara de la misma moneda, los produce y necesita el capitalista, son como dos personas distintas con el mismo par de piernas. Sin desempleados, migrantes o no, no hay generación de ganancias exitosa para el capital. La existencia y la conducta del desempleado migrante son como su origen: anárquicas; pero al mismo tiempo tienen causas sociales y están sujetas a leyes de desarrollo, independientes de la conciencia del propio desempleado y del patrón que lo arrojó a la calle o que nunca le ha dado empleo. Esta lógica interna del fenómeno migratorio, forma del desempleo, es lo que nos permite estudiarlo científicamente y aplicar medidas racionales para desaparecerlo como azote de la humanidad, más tarde o más temprano, pero desaparecerlo al fin.
Es preciso ordenar sobre una base social radicalmente diferente nuestra sociedad para acabar con la pobreza, con el desempleo y sus males como la emigración descontrolada que hoy nos amenaza a todos por igual. Eso no lo han podido hacer las clases sociales que nos han gobernado por décadas y siglos, ni ahora la 4T, a la que todos los asuntos sin excepción se le salen de control, precisamente porque fue creada para medrar, abusar y aprovecharse del descontrol mismo. Es preciso ahora que otra clase social gobierne, es momento de los humildes, de los más olvidados. La tarea de los trabajadores es organizarse, estudiar mucho para comprender su realidad, luchar y participar políticamente para ganar el poder de nuestra patria de manera electoral, pacífica y legal y hacer lo que las clases privilegiadas no han podido ni querido. Tenemos una propuesta de nación que mostrarle. Dese una vuelta por www.movimientoantorchista.org.
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