"Señor, sobre las olas aparecen
tres inmensas piraguas,
y han pisado la arena de las costas
hombres extraños de mejillas blancas
Y es su cabello blondo, como el astro
que sale a la mañana,
y llevan en su traje resplandores
y el fuego de los cielos en sus armas"
Así dijeron al cacique altivo
de la indomable lanza,
los enviados que rápidos vinieron
de allá, de Cuzamil, ¡la isla sagrada!
Y cuando hirió el oído del cacique
noticia tan extraña,
se irguió solemnemente, alzó la diestra,
miró a los cielos y empuñó su lanza.
¡Oh, cuán bello el cacique!
En la sombría quietud de su mirada,
relampaguea el furor, ¡como fulgura
en la noche rojiza llamarada!
Y erguido y silencioso, como el roble
que reta a la borrasca,
condensaba en su ser todo el instinto
noble y siniestro de su ¡heroica raza!