El estallido más reciente del conflicto en Palestina nos obliga a todos los que podamos, a tratar de ahondar y hablar sobre el tema; por la situación tan grave que atraviesa el pueblo palestino hacinado en la Franja de Gaza, y los casi ya 5 mil muertos que ha generado este conflicto, es menester hablar de ello.
Primero, deben quedar claras las dos tónicas de la prensa que han circulado sus noticias: la primera es la prensa “oficial” del Occidente capitalista, que desde el 7 de octubre, cuando el conflicto se desató y escaló a nivel mundial, se ha encargado de pintar a Israel como la víctima, y a los palestinos del grupo Hamás como los terroristas.
Los medios de todo el mundo, incluidos los mexicanos, subordinados a ellos, se han encargado de difundir esa especie. Y no podría ser para menos, pues responden a la estrategia mediática trazada desde el Council on Foreign Relations (CFR) que es, ni más ni menos, la materialización del poder mediático del sionismo.
Hablamos de medios tan poderosos como CNN, CBS, NBC, The Economist, The Daily Telegraph, The Wall Street, The Journal, Le Monde, The Washington Post, Time, Business Word y otros, cuyo papel principal es modelar la opinión pública mundial. Son quienes se encargan de dictar lo que se tiene que pensar y decir sobre conflictos como el que ahora vemos. En una palabra, son los portavoces del imperio.
Pero no podemos olvidar que, en menor medida y con menos alcance, se encuentra la prensa y la propaganda de aquellos que se han decidido a alzar la voz y a defender a los palestinos; una prensa, a diferencia de la primera, restringida y sin mucho poder mediático, a la que además, se han sumado en el mundo pueblos con multitudinarias manifestaciones exigiendo un alto al ataque al pueblo palestino.
A este pequeño grupo, a este pequeño conjunto de hombres y mujeres de pensamiento libre, que como dijo alguna vez El Che “sienten el dolor ajeno como propio”, quiero sumar mi voz y mis modestos esfuerzos.
Hablar de este conflicto social es complejo, pues siguiendo el principio dialéctico marxista, debe quedar claro que ningún fenómeno puede analizarse o conocerse sin entender su devenir, es decir, cómo surge y cómo evoluciona hasta llegar a su forma actual.
Tomando esto en cuenta, podemos comenzar diciendo entonces que los acontecimientos en Palestina que hoy presenciamos representan un episodio más de un conflicto que surgió a finales del siglo XIX.
Desde el inicio de esta disputa, la mano del imperialismo se hizo presente, pues en 1916 con el Acuerdo Sykes-Picot se ejecutó la división del territorio del Medio Oriente entre Francia, Inglaterra y la Rusia de los Zares. Ante la caída del Imperio otomano en 1918, al término de la Primera Guerra Mundial, y ya con la Unión Soviética en el poder, la tierra del antiguo Imperio otomano se dividió entre Francia e Inglaterra, quedando los rusos, ya encabezados por Lenin, fuera de ese reparto, y no sólo eso, sino que los revolucionarios rusos hicieron públicos aquellos tratados en Pravda e Izvestia.
Pero no bastó con que Francia e Inglaterra se apropiaran territorios ajenos, sino que en 1917, Arthur Balfour, ministro de exteriores de Inglaterra, se comprometió con los sionistas a la creación de un Estado independiente para ellos, pero en territorio palestino.
Ya para entonces, desde 1882 y hasta 1903 llegaría la primera oleada de inmigrantes judíos. Originariamente vivían en Palestina 24 mil judíos, pero para 1914, alcanzarían ya la cifra de 50 mil (aun con esa cantidad, para 1919, sólo el 3 por ciento de los habitantes en Palestina eran judíos).
Ya para 1937 sumaban 400 mil, y 10 años después, en 1947, alcanzaban los 650 mil habitantes; ahora en 2023, son casi 7 millones de judíos que han llegado a ocupar esas tierras.
Continuemos. En el mismo año de 1947, a escasos dos años de creada la Organización de las Naciones Unidas (ONU), esta declara en su Resolución 181 a Israel y a Palestina como dos Estados independientes, pero al año siguiente, Estados Unidos, ignorando esa resolución, reconoce abiertamente sólo a Israel como único Estado.
Al hacerse esa declaración y con el constante avance territorial de los judíos sobre el territorio, quedan fragmentados los asentamientos palestinos: al norte, queda Cisjordania donde gobierna la Autoridad Nacional Palestina (ANP), liderada por su presidente, Mahmoud Abass, quien reconoce al Estado de Israel; pero por otro lado, al sur, queda la franja de Gaza, colindando con Egipto, donde tiene el liderazgo el grupo Hamás, que se ha negado a reconocer al Estado de Israel.
Esto nos pone de manifiesto entonces que la resistencia palestina se encuentra fragmentada, lo que definitivamente resta fuerzas. Es, en pocas palabras, una debilidad que no se logrará superar hasta que no se forme un partido al que pertenezcan todos los pobres de esa región.
Lo que está ocurriendo entonces es que Israel se ha dedicado a hacer lo que en los años del nazismo tanto criticaron y resintieron los judíos; lo que se conoce como una limpieza étnica, pues se han apropiado ya del 77 por ciento del territorio, y ha prácticamente encerrado a 2 millones de palestinos en la Franja de Gaza.
Algunos analistas han comparado ese territorio con los antiguos campos de concentración pues es, hoy por hoy, el tercer territorio del mundo más densamente poblado, donde viven, por cada kilómetro cuadrado, 6 mil habitantes. Aunado a ello está el gran muro que Israel construyó a su alrededor, por el que no sólo no pueden pasar los habitantes, sino que se les ha negado el agua potable, el gas, la entrada de alimentos y también la entrada de apoyo médico; es pues, en los hechos, la cárcel más grande del mundo.
Después de todo esto, entonces, creo conveniente decir que no basta con que el mundo se conmueva y se pronuncie para denunciar la atrocidad y el ataque del que están siendo víctimas los palestinos. Es deber de todo ser humano con dignidad explicar a las masas toda la historia que nos ha traído al punto en que nos encontramos ahora; es nuestra obligación y deber revolucionarios sacudir la conciencia política de todo el pueblo trabajador.
Lo que está ocurriendo ahora no es más que otro reflejo y otra convulsión social de un problema global estructural que tiene que ver, precisamente, con la hegemonía del mundo liderada por Estados Unidos. Es pues, el imperialismo al que ha comenzado a caérsele la máscara y que comienza a mostrarse como el monstruo despiadado que realmente es, pero es sobre todo, la evidencia del mundo unipolar en estado de putrefacción que se resiste a morir ante la llegada de un mundo multipolar.
Ante un panorama así y ante la evidente urgencia de cambiar al sistema que nos rige, es hoy, más que nunca, urgente y necesario que se construya una organización política capaz de educar y organizar, no sólo al pueblo mexicano, sino a los proletarios de todo el mundo quienes deberán prepararse para luchar por un mundo más justo.
Esta realidad, como dije al principio, reclama que todos los hombres y mujeres buenos del mundo se decidan a volverse luchadores sociales, dispuestos a entregar cotidianamente sus energías e inteligencia al esfuerzo por un cambio real en beneficio de todos los pueblos que sufren.
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