MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Nos tocó bailar con la más fea en Acapulco

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Acapulco, la histórica perla del Pacífico mexicano, vive una de sus peores crisis de seguridad en años. Este fin de semana, la ciudad portuaria, que alguna vez fue un destino turístico internacional, se vio sacudida por una ola de violencia que dejó siete cuerpos sin vida esparcidos por la ciudad; tres de ellos fueron encontrados desmembrados en la cajuela de un taxi. Estas escenas macabras, propias de una película de terror, son la realidad cotidiana en un lugar que lucha por recuperarse del devastador huracán Otis del año pasado.

Las imágenes de los cadáveres, acompañados de narcomantas firmadas por cárteles, se difundieron rápidamente en redes sociales, reflejando la brutalidad de los mensajes y la cruda realidad de la violencia que azota la región. La respuesta de las autoridades fue aumentar la presencia policial y militar en los puntos más conflictivos de la ciudad. Sin embargo, la violencia continuó con un ataque a un cuartel de la policía en la zona conurbada que, aunque no dejó heridos, sí provocó daños materiales.

Este nivel de violencia es inaceptable y pone de manifiesto la ineptitud de la administración actual para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. La alcaldesa Abelina López Rodríguez, del partido Morena, ha demostrado una alarmante falta de capacidad para manejar la situación. En sus declaraciones más recientes, López Rodríguez reconoció que la violencia en Acapulco supera sus facultades y delegó la responsabilidad a otras autoridades, afirmando que cada uno debe "asumir lo que le toca".

En sus declaraciones más recientes, López Rodríguez reconoció que la violencia en Acapulco supera sus facultades y delegó la responsabilidad a otras autoridades, afirmando que cada uno debe "asumir lo que le toca".

Esta postura es, como mínimo, decepcionante. La seguridad de una ciudad no puede ser simplemente una cuestión de delegación de responsabilidades. Si bien es cierto que la Fiscalía de Guerrero tiene un papel importante en la investigación de los delitos, la alcaldesa no puede lavarse las manos y desentenderse de la situación. Sus declaraciones reflejan una alarmante falta de liderazgo y una incapacidad e incluso de ignorancia para asumir la responsabilidad en un momento crítico.

El impacto de esta violencia no se limita a la pérdida de vidas humanas. Los comerciantes se ven obligados a cerrar sus negocios por miedo, y el turismo, que alguna vez fue el motor económico de la ciudad, está en un declive constante. Los intentos del Gobierno federal por reactivar la ciudad tras el huracán han sido en vano mientras la inseguridad siga siendo una amenaza constante.

La respuesta de la alcaldesa ha sido insuficiente y evasiva. Afirmar que "nos tocó bailar con la más fea" no es una estrategia ni una solución. La ciudadanía necesita un liderazgo fuerte y decidido, no excusas y repartición de culpas. Es imperativo que se tomen medidas concretas y efectivas para combatir la violencia y devolver la paz a las calles de Acapulco.

La situación actual requiere de un plan integral de seguridad que incluya una mayor coordinación entre las distintas fuerzas de seguridad, una estrategia clara para desmantelar los cárteles y programas de prevención que aborden las causas subyacentes de la violencia. Es fundamental que la alcaldesa asuma un papel activo en esta lucha y deje de lado la actitud pasiva que ha caracterizado su gestión hasta ahora.

La comunidad de Acapulco merece vivir sin miedo y sin violencia. Es hora de que Abelina López Rodríguez y su administración (que por cierto se reeligió para el periodo 2024-2027) tomen acciones decisivas para proteger a sus ciudadanos y restaurar la paz en esta emblemática ciudad guerrerense. De lo contrario, seguirán siendo cómplices de un fracaso que afecta la vida y el futuro de todos los acapulqueños. Que conste.

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