El viernes 01 de julio, al cumplirse 4 años del triunfo de Andrés Manuel López Obrador, en la contienda electoral por la presidencia de México, fue inaugurada la primera etapa de la refinería de Dos Bocas, cuyo nombre oficial es Olmeca, situada en Paraíso, Tabasco.
Se trató más de un mero acto simbólico y propagandístico para el obradorismo, por tratarse de la segunda mega obra prioritaria del sexenio, pues especialistas consideran que será hasta finales de 2024 o 2025 cuando empiece a producirse el primer litro de gasolina en el complejo, es decir, cuando AMLO ya no sea presidente ni Rocío Nahle, secretaria de Energía. De ahí parte de la prisa.
Obrador y parte de sus corcholatas solamente inauguraron algunas oficinas administrativas, hace falta completar el verdadero complejo industrial y concluir los procedimientos administrativos para obtener la validación de los organismos internacionales en la materia. Es decir, aún falta mucho para saber si la refinería será o no un negocio rentable para el Estado o si logrará darle soberanía energética al país, como lo han prometido los morenistas. Por ahora, solo ha servido para la foto del corte de listón.
Enrique Quintana, de El Financiero, por ejemplo, escribió el viernes mismo: “En ese caso, me parece que hay que hacer una evaluación cuidadosa de las seis refinerías que existen en México, de la demanda de gasolinas y otros petrolíferos, y definir una estrategia que parta de la base de los activos que ya existen. Lo más probable es que Dos Bocas sea una refinería más eficiente que las demás.”
Así pues, es bastante temprano para calificarla como inservible o inútil, aunque existan voces, más autorizadas que la mía, que lo vaticinan. Tampoco es del todo correcto compararla con el AIFA, pues el aeropuerto, aunque con pocos vuelos, realmente entró en operación desde su inauguración, en el caso de la refinería no es así.
Lo que por ahora es verdaderamente criticable es que, en aras de concluir la refinería con rapidez y de tenerla lista antes de los procesos electorales que se avecinan, se haya destinado una buena parte del presupuesto para obra pública a su construcción, impidiendo que se destine presupuesto para las obras de beneficio colectivo que tanto necesitan los pueblos y colonias marginadas de todo el país.
Originalmente la refinería se presupuestó en 9 mil millones de dólares (mdd), con eso dijo AMLO, en julio de 2018, que estaría lista y funcional. Más adelante se informó que ya se han gastado 800 mdd más y para concluir Dos Boca el presidente reconoce un sobrecosto de hasta 4 mil mdd. Es decir, puede que el costo total para concluirla será de 14 mil mdd. Poco más de 180 mil millones de pesos mexicanos.
Algo así como el 10 por ciento de todo lo presupuestado por el gobierno federal para inversión física y pública, es decir, una cantidad que sumada a lo que se gastará en el aeropuerto Felipe Ángeles, el Tren Maya y el corredor Interoceánico representa el 60 por ciento de todo el presupuesto para obra disponible en 2022.
De ahí que cuando la gente se organiza y solicita ante las autoridades municipales o estatales que se invierta dinero en la construcción de alguna carretera, un hospital o clínica, instalaciones escolares, espacios deportivos y culturales o que se introduzcan servicios importantísimos como luz, agua o drenaje en sus comunidades, la respuesta de las autoridades casi siempre es la misma: que no hay dinero para eso.
Así, mientras sabemos si la refinería sirve o no para el desarrollo del país, los mexicanos más pobres ya están sintiendo las terribles y nefastas consecuencias de invertir millonarias cantidades de dinero en su construcción. Una obra de relumbrón, llena de promesas que, hasta ahora en los hechos, solo ha impedido el desarrollo de los pueblos y comunidades más atrasadas del país. Vaya contraste.
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