La inconformidad por el regreso a clases presenciales crece constantemente. La población escolar de varias universidades han manifestado su rechazo a esta decisión gubernamental; miles de estudiantes en todo el país se han manifestado públicamente exigiendo que antes de regresar a clases presenciales sean vacunados niños y jóvenes para evitar contagios de los estudiantes; muchos de los manifestantes han clausurado simbólicamente sus centros educativos y han declarado que no regresarán a clases presenciales hasta que no se haya vacunado cuando menos al 70% de la población. Madres y padres de familia han declarado que prefieren que sus niños pierdan el año con tal de que ellos no pierdan a sus hijos. En diferentes sondeos hechos por distintos organismos se demuestra que la gran mayoría de padres de familia no están de acuerdo con el regreso a clases presenciales porque consideran que ponen en peligro la vida de sus hijos y de la población en general.
Los padres de familia y los jóvenes inconformes tienen razón. Durante el primer período de contagios se procuró “salvaguardar” la vida de los adultos mayores, los discapacitados, hipertensos, diabéticos y a los niños menores de cinco años de edad por no tener desarrolladas sus defensas. Durante ese período había menos preocupación por los jóvenes pues se decía que en ese rango de edad no era tan letal la enfermedad; esto es algo discutible pues todos sabemos que el virus no respetó edad, incluso, personalmente conocí a gente joven que falleció por esta causa. Pero lo que más preocupa a los padres de familia es que la nueva variante del virus es mucho más contagiosa y mucho más letal, y que esta también pega y mata a los jóvenes. Por eso y no por razones inconfesables, es que los padres de familia y los estudiantes conscientes en lucha tienen razón y seguramente tendrán el respaldo de la inmensa mayoría de la población.
Imaginémonos un escenario post covid-19 en su variante Delta. Si con la primera variante México se ganó el deshonroso primer lugar mundial de niños huérfanos que quedaron sin padres por causa de la pandemia. De seguir con la misma política de salud pública que desdeñe la peligrosidad del nuevo virus y que ignore las recomendaciones de especialistas en el tema, no necesitamos adivinos que nos digan cuál será el resultado final.
Seguramente serán muchos más muertos que con la primera y la segunda olas juntas. Ya sabemos que nuestras autoridades no aceptan datos oficiales ni de empresas de mucho prestigio especializados en el ramo, si los datos no son favorables al gobierno, éste siempre tiene otros datos.
Estamos mal y vamos empeorando. México es el tercer país con más muertes por covid-19 en el mundo. Las vacunas escasean y no se miran intenciones de cambiar de rumbo. Siete estados de la República han sido ubicados en el semáforo rojo y aún así, el mismo presidente de la República está presionando por todos los medios a su alcance, que son inmensos, para que los niños regresen a clases presenciales y el presidente no escucha ni las voces de protesta ni las especialistas.
¿Y los niños, que se mueran? ¿Y los contagios masivos que afectarán a toda la población? De eso no nos dicen nada, el presidente solo repite su “preocupación” porque los niños son presos del Nintendo; hasta en eso tiene mal sus datos; los niños de ahora tienen juegos mucho más modernos que aquél.
No creo que podamos esperar mucho de una persona que durante tres años no ha cedido en un solo caso controversial. Para él la última palabra es su personal punto de vista y no hay un solo caso en el que haya aceptado que se equivocó.
El pueblo ya conoce la forma de gobernar de quienes actualmente tienen el poder; durante la primera y la segunda olas de contagio no hubo apoyo para soportar la pandemia y hubo cientos de miles de muertos; ahora con la tercera ola tampoco habrá apoyo, habrá más muertos y enfermos. Más aún si se obliga a niños y jóvenes a acudir a clases presenciales. El gobierno ha decidido no retroceder y los padres están decididos a proteger la vida de sus hijos.
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