“Panem et circences” (pan y juegos de circo) es una frase coloquialmente utilizada, de manera despectiva o satírica, para descalificar el populismo lacerante con que algunos gobiernos mantienen a raya el descontento social de sus gobernados; sobre todo, cuando las condiciones de los últimos son muy poco favorables.
Pero aún en esas circunstancias, el pueblo se mantiene al margen de sus obligaciones dentro de la estructura social, sin intentar modificarla, convencidos y obnubilados con medidas clientelares vergonzosas como el reparto de migajas económicas para su supervivencia o espectaculares y masivas manifestaciones artísticas (antiartísticas por lo regular, diría yo) o algún tipo de entretenimiento barato del que las grandes masas suelen ser asiduas consumidoras.
La famosa frase de origen latino, surgida de la obra del poeta romano Juvenal, Sátira X, fue utilizada por dicho artífice para denunciar la decadencia del pueblo romano hacia el siglo II de nuestra era. Después de haber sido participe y protagonista, en cierta medida, en la vida política de la joven república romana, el pueblo fue relegado al último lugar de importancia dentro del imperio, en el que todo el poder de la nación se concentró en la figura de un dictador, el César, el emperador.
Las grandes glorias de la asamblea y el senado romanos eran cosa del pasado, el senado se convirtió en apéndice del gobierno autócrata de los emperadores, inaugurados por Augusto, en el año 27 a.C. A partir de ahí, con algunas excepciones sólo de matiz en las ambiciones personales de algunos (los 5 emperadores buenos), el principal objetivo de todos los tiranos gobernantes del imperio era recaudar todas las riquezas posibles en su propio beneficio. Las guerras de conquista no conocieron otro fin, las grandes infraestructuras concebidas como frutos del imperio no tenían otro objeto que el de ensalzar la figura de los emperadores hasta elevarlos al pináculo de la sociedad romana y colocarlos más bien por encima de ella, al lado de los dioses.
Es así como la miseria del pueblo raso se fue arraigando y prolongando a través del tiempo. Pero la pobreza y la marginación siempre generan descontento y, para mantenerlo a raya, el gobierno personificado en la figura del emperador decidió tomar algunas medidas para contrarrestar la sintomatología peligrosa de un pueblo miserable que soñaba con emanciparse: “panem et circenses”, escribió el poeta Juvenal.
Entre los ciudadanos más pobres de Roma, Julio Cesar repartía el trigo de manera gratuita; Aureliano repartía dos panes al día para una población de 300 mil miserables; Vespaciano comenzó la construcción del anfiteatro flavio (el coliseo romano) cuya inauguración en el gobierno de Tito se realizó con nada menos que 100 días de espectáculos y juegos romanos, verdaderas y obscenas carnicerías a las que la multitud había sido acostumbrada previamente. Sin importar el resto de las dificultades económicas en las que se batían las grandes mayorías, este valium poderoso funcionó para someter al pueblo romano, que rara vez demostró algún interés marcado por deshacerse del yugo opresor.
De estado forma, este poderoso calmante (el del pan y el circo) ha llegado hasta nuestros días: bajo el régimen capitalista, es decir, de la boca o la pluma de sus más acérrimos defensores, bajo el régimen de las libertades y tras la máscara de la democracia, los poderosos continúan ejerciendo sobre los sectores más empobrecidos un poder despótico. Apoyada de los gobiernos demócratas y populistas, la élite económica del mundo y las de cada nación en particular, se apropian de las grandes riquezas creadas por los trabajadores durante su penosa vida laboral y a cambio les ofrecen salarios de miseria cuya única función es permitir que el obrero no muera de hambre, para que de esa forma pueda regresar cada mañana a formar parte de la cadena de la producción de bienes.
Los gobiernos cumplen su función. Para evitar que los obreros descontentos se vuelvan en contra de sus verdugos, reparten los sobrantes de las riquezas que sus amos concentran, a través de apoyos clientelares como entrega de dinero insuficiente en efectivo, dinero que no saca a nadie de la pobreza, sino que la aumenta al representar una inversión negativa del gasto publico, que bien aplicado y utilizado serviría para crear empleos, para invertirlo en la salud y educación públicas, acciones que representarían un verdadero impacto para la sociedad. La Cuarta Transformación es un ejemplo claro de apoyos clientelares entregados a la población, una inversión infructífera de la renta nacional, grandes cantidades de recursos echadas en saco roto.
Y es en Ixtapaluca, con el gobierno morenista de Felipe Arvizu, que el título de este artículo se vuelve realidad.
“Panem et circenses”, pan y circo para el pueblo, “sine pane”, sin pan, agrego yo, ya que aquí, en Ixtapaluca, no existe ni siquiera alguna clase de medida para combatir el hambre de los desahuciados. Los programas del gobierno de la 4T son repartidos entre los ixtapaluquenses de manera imparcial y a conveniencia del gobierno, un verdadero oasis de corrupción. La inseguridad en el municipio va en aumento, cada día somos testigos de muertes dolosas provocadas por la inacción de la policía municipal, pero sobre todo por el ahondamiento de la desigualdad en todo el territorio nacional.
La falta de agua en grandes áreas territoriales de Ixtapaluca ha despertado el descontento de la población; los afectados se han volcado sobre el gobierno municipal haciendo protestas, manifestaciones, bloqueos de vialidades, etc. A casi medio año de gobierno morenista no hay inversión en infraestructura nueva, no hay rehabilitación de calles y muchos de los parques y deportivos construidos por las administraciones pasadas se encuentran cerrados al público y en mal estado.
Pero el gobierno de Felipe Arvizu intenta disimular sus terribles deficiencias y al parecer lo ha conseguido, ha dado justo en el clavo. Con una mente tan macabra como la de los dictadores romanos, ha decidido darle circo al pueblo; la máquina propagandista de su administración comenzó a bombardear con propaganda de la inédita “feria nacional de Ixtapaluca” incluso con un mes de anticipación.
Artistas de gran aceptación popular fueron anunciados para el magno evento, músicos de enorme popularidad que son del gusto de las grandes masas, por lo que la psicosis social no se hizo esperar. Emocionadas por el hecho de poder apreciar a sus artistas de manera casi gratuita (pues las entradas generales se cobran con un donativo de $40 más un kilogramo de arroz o frijol) grandes cantidades de gente comenzaron a emerger con el interés de acudir a la tan esperada feria, olvidando así por un momento que la delincuencia va en aumento, que los pobladores de Ayotla no encuentran solución a su terrible problema de la falta de agua o que los universitarios no han recibido solución en lo que se refiere al transporte gratuito que disfrutaban en la pasada administración.
La memoria del pueblo ixtapaluquense se haya dormida, mientras millones de pesos de las participaciones que recibe el municipio son despilfarrados, los grandes problemas no se hacen esperar, pero el efecto de adormecimiento sigue siendo tan efectivo hoy en Ixtapaluca como en tiempos de los romanos.
Pan y circo para el pueblo… sin pan, replico yo.
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