MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Para salir del infierno en el que estamos

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Dudo mucho que un padre o una madre pretendan, conciban o esperen que su hijo, parientes más cercanos o amigos, puedan ser clasificados y que lo sean realmente, como unos incultos, ignorantes y/o limitados intelectual o teóricamente en todos los sentidos, situación que como se sabe, hace al hombre sumiso e incapaz ante quien considera tienen un mayor nivel cultural, social o económico.

Dudo también que las familias se sientan a gusto, en el éxtasis supremo de la felicidad, cuando viven y se encuentran rodeadas de falta de servicios, viven y mueren en paupérrimas viviendas, o conviven con delincuentes que en cualquier momento les roban, golpean o asesinan.

Mucho más trágico e inadmisible puede resultar el hecho de que alguien considere conveniente, agradable o aceptable ver al hermano, al hijo, al tío o algún familiar en la cárcel o muerto por haberse involucrado en hechos criminales, o por participar en mafias que cometen actos delictivos.

¿Y que de agradable tiene enterarnos que nuestros seres más queridos, algunos de ellos con capacidades intelectuales notables y sobresalientes, abandonan la escuela y tiene que ir a engrosar el ejército de los desempleados o del subempleo?. ¡Cuánta capacidad y talento desperdiciado!

Y, aunque en parte, así vivimos a diario los mexicanos, solamente una mente enferma, desequilibrada o muy ignorante puede concebir que esa es la mejor o única forma en que podemos o debemos vivir, esto se debe a las circunstancias históricas sociales y económicas que nos ha tocado vivir, nunca por nuestra voluntad.

Lo anterior no implica bajo ninguna circunstancia que debamos aceptar sumisa y resignadamente que así debamos seguir haciéndolo.

Necesitamos concebir, proponernos y luchar con todas nuestras fuerzas para que nosotros y todos los que nos rodean tengamos: escuelas suficientes y mejor equipadas, la oportunidad de asistir a estas, construcción y equipamiento de bibliotecas, becas para la adquisición de libros; construcción de unidades deportivas y espacios culturales para poder practicar algún tipo de deporte o arte.

Requerimos también organizar una amplia masa popular y obrera para obligar a las empresas y al gobierno a que aumente y paguen un mejor salario, y asignen recursos para dotar a la población de los servicios más elementales (vivienda, luz, agua, drenaje pavimentos etc).

Urge todo lo anterior, pero además necesitamos asimilar, estudiar y entender que aun cuando tenemos una extrema necesidad de recursos económicos nos puede resultar inconveniente y desastroso aceptar ofertas de los grupos delictivos que casi siempre nos llevan a tragedias personales y familiares, llegando a afectar incluso a seres inocentes.

Es necesario también obligar a quienes gobiernan nuestro país que creen programas que incentiven y apoyen con becas que les permiten estudiar incluso en el extranjero a jóvenes talentosos que surjan del pueblo mexicano.

Necesitamos todo esto y mucho más, pero nadie nos lo va a dar, solo nosotros lo podemos y debemos conseguir. ¡Solo nosotros seremos capaces de lograrlo!

La esperanza en partidos, sectas o grupos radicales, está finiquitada; los rezos, los ruegos, las suplicas no sirven de nada, la confianza en el cambio de gobierno, menos. Todas, prácticamente todas las opciones han fallado y no nos sirven a los mexicanos. Necesitamos una organización nueva con conciencia clara, de a dónde ir, con la congruencia suficiente en el decir y el hacer; que haya probado que es consecuente en todos los sentidos. Esa organización ya existe y se llama Antorcha campesina.

Durante 42 años de lucha ha probado que sabe y puede transformar realmente la amarga y difícil realidad en que vivimos los mexicanos. Por esa razón las filas del antorchismo se engrosan cada día más a lo largo y ancho del país. La prueba está en los actos masivos de 30, 60, y más de 100 mil antorchistas que se reúnen en diferentes estados para constar el avance que en materia de organización se viene logrando. Esa es una prueba contundente de la simpatía que viene logrando la Organización de los Pobres de México, organización que pésele a quien le pese, cambiará radicalmente la vida de los mexicanos.

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