Mientras estas líneas se escriben, el precio del barril de la mezcla mexicana de petróleo cierra con 99.36 dólares, han pasado algunos días de haber alcanzado el precio más alto en 20 años, y el júbilo por la inauguración de la refinería Dos Bocas aún se puede apreciar en el ambiente.
Todo ello suma, según los apologistas de la 4T, a reforzar la afirmación de que el Gobierno federal ha acertado a poner todas sus esperanzas en la soberanía energética, al considerar a Pemex como el principal pilar para alcanzar el desarrollo económico del país.
No debería representar ningún problema para nadie que la mezcla mexicana ahora se venda a un precio mayor, pues esto se entiende que aumenta el ingreso del gobierno por exportación, ni tampoco el celebrar la inauguración de una refinería, aunque esta aun no produzca ni una sola gota de gasolina. Sin embargo, lo que han llegado a declarar algunos de los adalides del gobierno actual es lo preocupante, ya que se ha anunciado como la resurrección de la gallina de los huevos de oro, ¿De verdad lo es?
El rescate de Pemex ha sido una de las prioridades de la actual administración, que para el emblemático proyecto de Dos Bocas se tuvieran asignados 8 mil millones de dólares (aunque ahora ha llegado a declararse que serán 12 mil millones de dólares) y que para la reconfiguración de seis refinerías ya existentes se destine un presupuesto generoso son pruebas de ello. Pero ¿realmente en la exportación de recursos naturales debe centrarse la esperanza del rumbo del país? ¿La sustitución de importaciones de gasolinas asegura un mejor futuro?
Veamos qué dice la experiencia al respecto: dentro de la economía hay un fenómeno llamado la enfermedad holandesa, la cual describe efectos perniciosos provocados por un aumento significativo en los ingresos en divisas de un país. El término nació en los años sesenta del siglo pasado, cuando los ingresos de Holanda aumentaron debido al descubrimiento de yacimientos de gas natural en su territorio. Los constantes aumentos en exportaciones de gas generaron un incremento de divisas y con ello, el florín aumentó su “valor”, esto hizo que las demás exportaciones que no eran gas resultaban caras en el extranjero, por lo que dificulto su venta y como consecuencia, ello llevó a la ruina a muchas otras actividades productivas dedicadas a la exportación.
No solamente en la Holanda del siglo pasado ha sucedido eso, decenas de economías han sufrido descalabros de ese tipo y actualmente los más propensos a ello son los exportadores de petróleo. Pero para no pensar en que son casos que solo ocurren en el exterior y que a México no le pasará, es menester traer a la memoria un capítulo de nuestra historia: como consecuencia de la guerra de Yom Kipur, en 1973 la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) hizo que los precios del petróleo en el mundo aumentaran, pasando así de 2 hasta 11 dólares por barril en 1978. Lo que fue benéfico para el gobierno de López Portillo; el precio del petróleo aumentó mientras que las reservas probadas de México pasaron de 16 mil millones a 40 mil barriles de petróleo en tan solo un año, llegando a ser para final del sexenio 72 mil millones. Para financiar la extracción se acudió a deuda con el exterior y todo marchó bien para la economía mexicana, la extracción de petróleo aumentaba, el precio internacional de este no dejaba de subir y el gobierno dejó de lado el énfasis que se venía dando al impulso de la industria nacional.
El peso se apreció, es decir, se hizo más caro, pero el gobierno sostuvo ese tipo de cambio porque convenía a las finanzas nacionales, pues se exportaba petróleo caro y no importaba nada más. Pero esto lejos de ser benéfico para el desarrollo del país lo único que provocó fue la agudización de las dificultades para exportar algún producto nacional que no fuera petróleo, en los mercados internacionales los consumidores empezaron a cerrarle las puertas a las mercancías mexicanas y así lo que era nuestro orgullo comenzó a quedar en el olvido, el hecho de que hubiera mercancías que competían en el mundo con el distintivo oficial de “Hecho en México”. El auge petrolero trajo consigo el abandono de un proyecto que convertiría a México en una auténtica potencia mundial, algo que no hizo ni harán las exportaciones petroleras.
El panorama de hace un año ya dejaba prueba clara, las pérdidas de Pemex en el primer trimestre suman 562 mil millones de pesos, las del segundo 44 mil millones y un gobierno que va con todo por el rescate de la paraestatal, celebrando un aumento en el precio del petróleo, como si lo único que pudiéramos anhelar fuera seguir siendo un país vendedor de materias primas.
Nadie contradice que es necesario defender los bienes naturales de la nación, pero no debemos fijar el futuro de nuestro país en ellos, esa no es la gallina de los huevos de oro, México tiene que voltear hacia otro lado, nuestro país no solo tiene yacimientos petrolíferos, cuenta con más de 130 millones de cerebros con la capacidad para manejar y producir la tecnología como lo hace un alemán o un japonés.
Por ahora solo observamos cómo con la 4T el presupuesto para educación se convierte en el más bajo en años, cómo se descalifica de neoliberal a la universidad nacional y se persigue y denigra la actividad de los pocos científicos del país, ¿Hasta cuándo seguiremos celebrando esto?
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