Uno de los problemas que se viene agravando aceleradamente en las zonas maiceras de la entidad jalisciense es el establecimiento descontrolado de plantaciones de agave, berries y aguacate, que utilizan grandes cantidades de agua y agroquímicos, generando graves problemas de salud y medioambientales.
Además, los inocultables casos de contaminación medioambiental y enfermedades debido a la exposición a agroquímicos, con la migración de productores de maíz a otros cultivos o incluso haber dejado inactivas las tierras, en tan sólo dos años, Jalisco, el gigante agroalimentario, perdió un 30 % de su capacidad en siembra de maíz, según el presidente del Consejo de Desarrollo Agropecuario y Agroindustrial del estado (CDAAJ), Andrés Canales Leaño.
Jalisco, el gigante agroalimentario, perdió un 30 % de su capacidad en siembra de maíz, según el presidente del Consejo de Desarrollo Agropecuario y Agroindustrial del estado, Andrés Canales Leaño.
En relación con el tema, el doctor Salvador Mena Munguía, profesor investigador de la División de Ciencias Agronómicas del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (Cucba) de la Universidad de Guadalajara (UdeG), señala que la pérdida de la siembra de maíz frente a otros cultivos implica una merma importante para la producción del estado, pues se está dejando de producir el maíz que se necesita a nivel estatal y nacional. Esto va a ocasionar que México dependa más de las importaciones de este grano básico.
A estas alturas, para nadie es una sorpresa el daño al medio ambiente y la salud causado por la sustitución de cultivos alimentarios por cultivos no alimenticios.
Esto es consecuencia del modelo económico neoliberal imperante en nuestro país y el mundo, que ha llevado la producción agrícola a una priorización de las ganancias económicas sobre la producción de alimentos sanos y sostenibles, agravado por la ausencia de políticas públicas para respaldar a los productores de maíz.
Al no poder obtener precios justos por sus cosechas, muchos de ellos cambian de cultivo o incluso dejan de trabajar sus tierras.
También es del conocimiento de la opinión pública que, cuando menos en Jalisco, el Gobierno estatal, a través de la Secretaría de Desarrollo Rural (Sader), ha tratado de respaldar a los productores de maíz.
Sin embargo, es obvio que el respaldo estatal es insuficiente, pues no se ve apoyo de la Federación. Se necesita un programa viable desde el Gobierno Federal que impulse realmente la siembra de maíz, contemplando apoyos en insumos, tecnificación e investigación agrícola, entre otros. No sólo se trata de precios de garantía, ya que esta política ha quedado obsoleta.
Pierde Jalisco capacidad en siembra de maíz y, en consecuencia, habrá más dependencia en alimentos básicos a nivel nacional.
Urgen soluciones
Especialistas indican que una dependencia total de los alimentos del exterior implica riesgos significativos para nuestro país ante situaciones de emergencia, como desastres naturales, ya sean huracanes o sequías.
Asimismo, la dependencia alimentaria que padece México pone en riesgo la seguridad alimentaria. En nuestro país, las estadísticas oficiales revelan que unas 8 mil personas mueren cada año por cuestiones ligadas a la pobreza y la desnutrición. Además, el 41.6 % de los hogares mexicanos enfrenta inseguridad alimentaria.
Es importante subrayar que, para la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO): “Existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico y económico a suficientes alimentos, inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos, a fin de llevar una vida activa y sana”. Pero México está lejos de esta meta.
De acuerdo con el Consejo Nacional Agropecuario, México ocupa el primer lugar mundial en la importación de maíz, superando ya a China, y comprando en el exterior el 39 % de nuestro consumo, principalmente de maíz.
Lo más grave es que el 96 % del maíz que importamos proviene de Estados Unidos, lo que, además de la dependencia alimentaria, compromete la soberanía nacional, subordinándonos más a los dictados del imperio norteamericano.
Lo peor es que, en estos momentos, no se avizora una recuperación inmediata del sector agrícola. La actual administración federal morenista ha recurrido a viejas recetas, inviables en las actuales circunstancias, que, en lugar de garantizar nuestra soberanía alimentaria, más bien acrecientan el control de la producción de alimentos básicos y agravan la crisis alimentaria.
Frente a esta lamentable realidad, se impone la necesidad de instaurar un modelo de desarrollo agrícola que produzca, en primer lugar, alimentos sanos y nutritivos que necesitamos los mexicanos, en lugar de la agricultura de exportación.
Esto será posible sólo cuando el pueblo trabajador tome el poder político de la nación en sus manos y, desde allí, impulse un nuevo rumbo económico en nuestro país que, recurriendo a la ciencia y la técnica, se proponga eliminar la pobreza y pobreza extrema, acabar con el hambre y aumentar la productividad.
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