MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Plan mundial: atadura de los trabajadores

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Lo que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, llama Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar es, inconcuso, un llamado a que los mil hombres más acaudalados del planeta y sus empresas, realicen un acto filantrópico de grandes proporciones, para beneficiar con becas y pensiones, según su propósito, a 750 mil seres humanos en condiciones de pobreza. Dos semanas antes de usar el foro del Consejo de Seguridad de la ONU para exponer su “plan”, López Obrador había señalado que la filantropía no es función de las empresas. “La función de las empresas básicas, y lo hacen muy bien, es invertir, producir, crear empleos y pagar sus contribuciones”, declaró.

El “plan” pretende que los mil hombres y mujeres más ricos del planeta y sus empresas, donen voluntariamente un 4% de sus fortunas y los países del G20 aporten un 0.2% de su PIB,  hasta alcanzar la cifra de un billón de dólares, para que se regalen – a cambio de nada- a los más pobres del mundo, quienes viven con ingresos diarios de dos dólares o menos, como “estrategia” para combatir la desigualdad. 

El discurso se puede analizar desde dos puntos: 1.- Desde la ingenuidad del presidente que pretende que aquellos quienes han logrado sus fortunas precisamente a costa de los más pobres, realicen donaciones altruistas para revertir las condiciones de desigualdad que el sistema social genera; que el mismo sistema social que los enriquece, les ablande el corazón para que compartan su dinero con aquellos a los que el capitalismo ha puesto en el extremo opuesto de la riqueza. 2.- Desde la incongruencia del mandatario, que habla de beneficiar a los más pobres del mundo mientras en su propio país, su gobierno niega los servicios más elementales para que los más pobres tengan un nivel de vida más digno y menos desigual.

No hay un plan del gobierno lopezobradorista para traducir el presupuesto federal en obra pública: de agua potable, electricidad, drenaje, pavimentación, programas de mejoramiento de vivienda para las colonias más pobres, que le den dignidad y calidad de vida a los más pobres de México. 

Más allá de la factibilidad del “plan” está el hecho de que el “plan” no va a la raíz del problema que origina la pobreza, no trastoca las condiciones por las que existe la desigualdad, ningún donativo lo logra, por lo tanto, aquella persiste porque le es inherente al modelo económico. Si hay ricos, hay pobres y esa dualidad es sinónimo de desigualdad.

Los cuatro dólares diarios (algo así como 80 pesos) que el presidente pretende que se repartan, serían como tapar un hoyo mientras se abre más la zanja original que el capitalismo abre al extraer la fuerza del trabajador y, lo que es peor, sería el costo del sometimiento de la clase trabajadora al capital mundial, una venda en los ojos que lo alejaría de luchar por sus verdaderos intereses y los mantendría atados a su condición de pobreza al depender de limosnas y de la buena voluntad de sus explotadores. 

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