Hace cincuenta años, en pleno inicio del sexenio echeverrista, China marchaba a la par que México en el aspecto económico. Ambos países sufrían de atraso tecnológico y, en sus debidas proporciones, de sobrepoblación. En ese entonces los chinos encabezados por Mao Tse Tung ya rebasaban los veinte años de revolución socialista y, sin embargo, no habían logrado hacer que despegara su economía y, por lo tanto, no habían logrado un mejor nivel de vida para las masas trabajadoras, a pesar de haber eliminado a la clase de los patrones. Con el fallecimiento de Mao en 1976, se inicia una nueva generación de líderes con ideas innovadoras. Así, la China posmaoísta surge en la escena mundial con una sólida identidad nacional enraizada en una cultura del pasado, la edad de oro de sus antiguas dinastías. Para convertirse en uno de los protagonistas del futuro sin dejar de ser comunista, esta gran nación ha tenido que adaptarse al ritmo de los tiempos, lo que equivale a adaptar el marxismo al proceso de globalización. Fang Ning, famoso politólogo chino, dice: "La democracia en occidente es una mesa en la que los clientes eligen el cocinero pero no los platos que les sirve. En China, por el contrario, siempre está en la cocina la misma persona pero los clientes eligen qué comer de un abundante menú." Y, siguiendo la analogía, el chef chino más famoso es, sin lugar a dudas, Deng Xiaoping, genial cocinero que supo transformar las recetas del marxismo en apetitoso menú a la carta.
En efecto, sólo Deng podía intentar este experimento porque conocía bien las teorías económicas occidentales. A diferencia de Mao, que nunca salió de China, él formó parte de la primera generación de la élite revolucionaria que vivió en el extranjero. En 1924, a los veinte años de edad, trabajó en una fábrica de Renault en Billancourt, Francia; en 1926 se trasladó a Moscú para estudiar marxismo-leninismo y en 1927 volvió a su país con la idea de aplicar en China de un modo innovador y pragmático los principios expuestos por Marx, guardando la distancia con el experimento soviético ya que en muchos aspectos discrepaba de él. Después de haber sido depurado del Partido en tres ocasiones, en 1979 llega a ocupar el puesto de Mao, el objetivo que persiguió fue muy claro, conjugar la teoría marxista con el neoliberalismo occidental, empresa que muchos juzgaron imposible y absurda. Para Deng, el mercado y la planificación son dos métodos económicos que no se contraponen, porque el socialismo no excluye la economía de mercado, ya que "todo lo que fomente la economía socialista es socialista". Y así, con esta fórmula, el Partido Comunista Chino logra sobrevivir a la debacle del bloque socialista después de la caída del Muro de Berlín en 1989. Pero sobre todo despega económicamente en la siguiente década reconociendo las fuerzas del mercado, hasta convertirse en potencia mundial.
Y así, mientras en el mundo capitalista se adoptaba el modelo económico del neoliberalismo (en México desde 1982 en el sexenio de Miguel De La Madrid Hurtado) con todo y su brutal generación de pobreza y el sometimiento de la inmensa mayoría de los países del mundo por el imperialismo norteamericano principalmente, en China ocurría exactamente lo contrario: surgieron fábricas por doquier, se inauguraron altos hornos, etc. y la población rural hizo cuerpo en una nueva clase obrera, que poco a poco vio elevarse su nivel de vida.
En el 2019 China logró que treinta millones de sus ciudadanos dejaran de ser pobres, así lo reconoció la ONU y otros organismos internacionales. Hoy, el gobierno norteamericano es deudor del chino y cada vez que el primero quiere imponerle sanciones económicas al segundo, o bien sale trasquilado o simplemente recula porque ya no tiene poder para imponerse.
En este contexto se inscribe la visita del presidente de México al de Estados Unidos. Al ir a reafirmar el T-MEC, no se hará otra cosa más que avalar con las nuevas medidas favorables a los empresarios norteamericanos un neoliberalismo todavía mas explotador para los trabajadores mexicanos, ya que de esa sobreexplotación piensan los imperialistas alargar la vida de un capitalismo que, desde hace ya un buen tiempo, presenta síntomas de que se encuentra ya en fase terminal.
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