No hay día que no nos levantemos con malas noticias: una muy elevada inflación que se refleja en el encarecimiento de los alimentos, altos índices de violencia, violación a los derechos humanos de los vendedores ambulantes, violencia intrafamiliar, feminicidios al por mayor, crecimiento acelerado de familias que viven en pobreza alimentaria (muchas de ellas sólo comen una vez al día), pocas oportunidades de trabajo, incluso para profesionistas recién egresados de su carrera universitaria, pero lo que verdaderamente ha generado un escándalo entre la ciudadanía es la tragedia por la que perdieron la vida decenas de migrantes que murieron carbonizados en un centro de detención del Instituto Nacional de Migración (INM) dependiente del Gobierno federal, ubicado en Ciudad Juárez, Chihuahua.
¿Cómo es posible que decenas de migrantes se calcinaran, prácticamente frente a los guardias de seguridad? ¿Qué es lo que está fallando en la política migratoria que encabeza el Gobierno federal? ¿Realmente habrá justicia para las víctimas? El tema es bastante sensible y por lo mismo sorprende la tibieza con la que han respondido las autoridades ante esta barbaridad.
Por otra parte, la manera en la que Andrés Manuel López Obrador (AMLO) arremete en contra de los medios de comunicación que le dieron cobertura a esta tragedia, argumentando que los adversarios políticos quieren desacreditar a su gobierno, francamente me parece un verdadero despropósito, no existe ni un gramo de autocrítica por parte del Gobierno federal, que de una u otra manera busca justificarse ante la responsabilidad del caso.
Pero, veamos, ¿qué se esconde detrás del fenómeno de la migración?, ¿acaso es exclusivo de esta región del continente americano?, ¿podemos contener a los miles de indocumentados que diariamente transitan por nuestro país hacia los Estados Unidos? Primero habría que especificar que el fenómeno social de la migración es a nivel mundial y que existe desde que el origen mismo del hombre, desde épocas muy remotas, ya que las condiciones del medio ambiente y las adversidades de la naturaleza provocaron que constantemente se movieran de un lugar hacia otro buscando siempre mejores condiciones de vida, y fue el trabajo colectivo el que transformó al hombre en un ser más desarrollado para enfrentar las dificultades de esa época. Posterior a la comunidad primitiva, sobrevino uno de los modos de producción más terribles que ha tenido la humanidad: el esclavismo. Los esclavos no eran dueños ni de su propia vida, no contaban con ningún derecho y sí muchas obligaciones de trabajar para sus amos. ¿Quién no buscaría escapar de la terrible realidad de ser esclavo?
Migrar era la única salida, de eso no hay duda. Cómo olvidar la tragedia que vivieron miles de africanos cuando fueron esclavizados y vendidos como animales en Europa y América, mayormente. Se estima que entre el siglo XVI y XIX, 12.5 millones de africanos fueron sacados de su tierra de origen y trasladados a América para ser vendidos y realizar múltiples tareas en el llamado nuevo mundo, este comercio trasatlántico de esclavos de origen africano es considerado el movimiento forzado más grande de la historia.
En pleno siglo XXI los sufrimientos no han acabado para los africanos, ya que por su parte la Red Europa-África para la Movilidad Humana (RAEMH), que parte, en su origen, de la reflexión conjunta entre Cáritas Rabat (Marruecos), Secours Catholique (Francia ) y Cáritas Española para coordinar el trabajo entre los centros de migrantes, afirma que este continente enfrenta la peor crisis alimentaria en 40 años, casi 114 millones de personas en el África subsahariana (aproximadamente la mitad de la población de Estados Unidos) enfrentan una grave inseguridad alimentaria, el 53 por ciento de la migración africana se produce dentro del continente, el 26 por ciento se dirige hacia Europa, el 11 por ciento hacia Asia, otro ocho por ciento hacia Norteamérica y el uno por ciento a Oceanía. La migración en busca de una mejor vida sigue siendo la única solución a los problemas de los más pobres de este planeta, aunque en esa solución sólo encuentren la muerte.
Pero, ¿qué pasa en nuestro propio país? En 2022, México batió récords como destino y origen de la migración. Somos un país en tránsito, somos origen y también destino de procesos migratorios, de acuerdo con los datos manejados por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) de las Naciones Unidas. “A partir de 2020, la nación norteamericana se ha convertido en la segunda del mundo en ver marchar a su población más allá de sus fronteras, sólo superada por la India". Todo ello a pesar de que el número total de migrantes mexicanos ha disminuido de 12 mil 42 millones en 2010 a 11 mil 19 millones en 2020 —con el 97 por ciento en Estados Unidos—. También es punto de llegada: en los últimos veinte años, la población inmigrante en territorio mexicano aumentó en un 123 por ciento. 2022 fue el año con mayor número de detenciones a migrantes que transitaban por México en una situación irregular: 444.439 arrestos, un 44 por ciento más que el año anterior. El perfil migratorio está cambiando. Los países del triángulo norte de Centroamérica (Honduras, El Salvador y Guatemala) ya no son los únicos en expulsar a su población, ahora hay que sumar “niveles sin precedentes de personas migrantes que llegan por tierra a México cruzando a través de Centroamérica desde la República Bolivariana de Venezuela, Cuba, Nicaragua, Colombia, Ecuador, Haití, o incluso desde países de África, Asia, y Europa (incluyendo Rusia y Ucrania). La migración en México no se puede entender sin la omnipresente supervisión de Estados Unidos al norte”.
Por lo anteriormente descrito la pregunta sería: ¿Qué ha hecho el gobierno para intentar solucionar el problema de la migración? Recientemente se conoce que los gobiernos de México y Estados Unidos se comprometieron en la Cumbre tripartita de Canadá a contener el problema migratorio, sin embargo, siguen sin ponerse de acuerdo con el programa “Quédate en México”, suspendido en 2021 por el gobierno actual y reactivado por una corte de Texas en diciembre pasado. Lamentablemente la economía de México depende en más del 90 por ciento de Estados Unidos, por lo que, en este tema de la migración, tampoco somos libres de tomar nuestras propias decisiones con respecto a cómo manejar este problema.
La soberanía de México está severamente cuestionada, por más discursos que López Obrador repita sobre que México es libre de tomar sus propias decisiones, los hechos se encuentran a la vista. Mientras no se resuelva de raíz el creciente problema de la pobreza alimentaria, la falta de empleos, el problema de la vivienda, seguiremos siendo testigos de las injusticias que sufren los que se arriesgan a cruzar la frontera en busca de mejores oportunidades.
La brecha entre ricos y pobres se profundiza cada día más, no sólo en nuestro país, sino a nivel mundial. Que a tono queda la frase del gran Carlos Marx y Federico Engels “proletarios de todos los países, uníos”, los postulados del manifiesto comunista están más vivos que nunca, todos los trabajadores del mundo, necesitamos vernos como hermanos, unificar nuestros criterios de lucha y decidirnos a formar una gran vanguardia internacional que les haga frente a los terribles problemas que provoca el gran capital. Identificarnos como una sola clase social: la clase trabajadora, la generadora de riqueza, que únicamente posee su fuerza de trabajo. pero que unidos y bien organizados, pueden dar un salto hasta el cielo.
No olvidemos las gloriosas notas de nuestro gran himno nacional, no olvidemos el ejemplo de la gran revolución rusa de 1917 o la revolución francesa de 1789, grandes parteaguas en la historia de la conquista de los derechos de los obreros y aunque vivimos tiempos muy obscuros, nunca olvidemos que cuando ante las injusticias y pobreza extrema, los gobiernos y los amos del mundo no se conduelen, sólo queda una salida: la revolución.
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