Desde que surgió la propiedad privada y se estableció la herencia de la riqueza por la vía paterna, la mujer quedó relegada a la vida doméstica y a desempeñar un papel de segundo orden en la vida social, quedó sometida a la doble moral que permitía a los varones lo que a ellas les estaba vedado, a grado tal que en la antigua Grecia se les obligaba a ocupar una estancia exclusiva para mujeres en lo más separado de las viviendas, llamada gineceo, a llevar una vida muy apartada, salían poco de casa y se las vigilaba mucho, siendo así muy recatadas, dóciles y sumisas. Este modelo de vida femenina se continuó y se agravó para la mujer en la edad media: su papel se redujo prácticamente a someterse al varón… y a parir. Y eso en el mejor de los casos: el derecho de pernada o primae noctis, la persecución de las “brujas”, el cinturón de castidad, el derecho del marido a matar a la mujer adúltera, el matrimonio concertado por los padres o jefes de familia, la violación, el rapto, el repudio, la reclusión forzosa en conventos son solo algunos de los tormentos a los que se sometía a la mujer en esa época.
La llega del capitalismo solo aumentó los tormentos. La mujer humilde fue incorporada a las tareas productivas, incluso en labores tan pesadas como el trabajo en las minas. Basta leer Germinal de Emile Zolá para darnos una idea de los suplicios que implicaban esos trabajos. El que las mujeres permanecieran hasta 18 horas (desde las 4 o 5 de la mañana hasta las 9 o 10 de la noche) en las fábricas textiles implicó que en los hogares los niños estuvieran en el abandono sin que alguien se ocupara de ellos ni del trabajo doméstico. Además, dada la dureza de su trabajo, las mujeres obreras sufrían abortos o sus hijos morían a temprana edad por falta de atención y por desnutrición. En suma, con el advenimiento del capitalismo que busca obtener el máximo de aprovechamiento de todo, personas, animales y cosas, la mujer trabajadora se vio sometida a un doble sometimiento: en la fábrica y en el hogar. Pertenecían al capitalista a cambio de un salario y pertenecían a un esposo a cambio de protección, por condicionamiento social.
De allí que fue desde las primeras luchas obreras y en los escritos de los primeros teóricos que plantearon la necesidad de una reorganización de la sociedad, que se reivindicaron los derechos de la mujer. Destacadamente fueron mujeres como Clara Zetkin, Nadia Krupskaya, Alejandra Kollontai y Rosa Luxemburgo, las que desarrollaron la tesis de que no solo había que emancipar a la mujer trabajadora del régimen de explotación fabril, al igual que a los varones proletarios, sino que había que exigir igualdad en el salario y en los derechos políticos, como el derecho a votar, por ejemplo. Por ello fue que en 1907, la Primera Conferencia de Mujeres Socialistas realizada en Stuttgart, Alemania, aprobó entre sus principales resoluciones que “Todos los partidos socialistas del mundo deben luchar por el sufragio femenino”. La Segunda Conferencia celebrada en Copenhague, Dinamarca, en 1910, acordó la celebración anual del Día Internacional de la Mujer, como una jornada de lucha en el mundo entero para reivindicar los derechos de las mujeres trabajadoras. Fue hasta 1977 (66 años después que las mujeres socialistas) cuando la Organización de las Naciones Unidas, ONU, reconoció al 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
Todo este contexto histórico me sirve para argumentar que este día debe ser reivindicado, más allá de una ocasión de festejar a la mujer por el hecho de haber nacido con ese género, como una jornada de lucha contra las injusticias y agresiones de que siguen siendo víctimas. Van algunos terribles datos:
• Más de 46 mil mujeres han sido víctimas de violencias machistas en México, durante el periodo de la emergencia sanitaria ocasionada por la pandemia de covid-19.
•La pandemia aumentó la carga de trabajo doméstico y de atención a los hijos para las mujeres, al mismo tiempo que disminuyó sus oportunidades de obtener un ingreso.
•Las mujeres ganan hasta 23% menos que hombres si hay niños pequeños en casa.
•Tres de cada cinco mujeres en México viven en situación de violencia física, emocional, sexual, económica o patrimonial. Eso, sin tomar en cuenta que hay un subregistro de delitos en contra de ellas, que se estima en más de 90 por ciento.
•En México ocurren 10 feminicidios a diario, aunque se calcula que realmente suceden alrededor de 20, debido al subregistro oficial.
•Durante el segundo año del gobierno del presidente, Andrés Manuel López Obrador, se cometieron 128.4% más feminicidios que en 2015.
El actual gobierno se ha destacado como el más antifeministas de los últimos sexenios, el menos empático con la situación que viven las mujeres mexicanas, por lo que en lugar de abrir espacios para la expresión de la problemática de género y de comprometer políticas públicas para garantizar seguridad, equidad laboral y salarial, salud para el pleno desarrollo de la mujer incluyendo su derecho a decidir sobre su situación reproductiva, para salvaguardar sus derechos políticos y a la justicia ante acosadores y violadores, como el actual candidato de Morena a la gubernatura de Guerrero, en lugar de ser solidario con las trabajadoras, las madres, las mujeres de la Patria, López Obrador levantó un muro de acero y aprestó a los cuerpos represivos para rechazar las quejas y justas protestas de las mujeres.
Vaya desde este modesto espacio, desde El Lunes con el Profe. Nacho, el compromiso total con la justa causa feminista, con la lucha por condiciones laborales, políticas y sociales que brinden equidad, seguridad y respeto a la mujer mexicana. Con nuestra lucha diaria por la educación, la vivienda, la defensa laboral, por la seguridad gritamos todos los días, en cada acción reivindicatoria, en cada actividad por el progreso: ¡Que vivan las mujeres!
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