Ninguna sorpresa causaron las elecciones del pasado 5 de junio en los seis estados que renovaron gubernatura, los ganadores fueron los que ya de por sí indicaron las distintas casas encuestadoras. Morena y aliados se quedaron con cuatro gubernaturas (Quintana Roo, Oaxaca, Hidalgo y Tamaulipas) y la coalición Va por México encabezada por el PAN, PRI y PRD sólo obtuvieron dos (Durango y Aguascalientes).
Quien se cree victorioso de esta jornada electoral es el partido en el poder y el mismo presidente de la república, Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, había que ver más de cerca el “éxito” de estas victorias para saber bien si realmente el pueblo vota consiente, si sabe lo que elige, por qué lo elige y qué espera de sus gobernantes.
En mi opinión, la inmensa mayoría de los votantes, en esta y otras elecciones, pero hablemos de la reciente jornada electoral, no votó consciente de lo que quiere, sino, por un lado, obligada por las autoridades en turno a votar por quien ellos le indicaron, so pena de perder los apoyos del Gobierno federal y uno que otro apoyo estatal y, por el otro, la compra indiscriminada de votos, abusando de la necesidad de la gente.
Es decir, la mayoría de la gente vota por los candidatos o candidatas del partido del presidente bajo presión o porque le compran su voto, dejando su futuro y el de su familia en manos de estos políticos, que, como hemos visto, la mayoría ha resultado un verdadero fiasco.
Por eso creo que estas elecciones las ganó el abstencionismo, ya que el nivel de participación fue de tan sólo un 48 por ciento entre las seis elecciones locales, sólo en Tamaulipas se logró un máximo de 55 por ciento de votos con respecto al padrón electoral, mientras que, en las otras entidades, sólo Hidalgo llegó al 50 por ciento, las demás estuvieron por debajo de este porcentaje de participación del electorado. La gente ya no confía en los partidos políticos actuales, tampoco en los políticos que sólo buscan llegar al poder para servirse de él a costa del sufrimiento de millones de mexicanos que todos los días sufren las consecuencias de un mal gobierno.
Claro está que el abstencionismo no es la solución, no es lo correcto, pero es un indicador de que una buena parte del pueblo ya no confía en quien los gobierna y menos en la oposición que no ha sabido ser realmente un contrapeso de los que hoy gobiernan. Ítem más, cuando los que hoy son oposición han sido gobierno, han resultado igual o peor. Estando, así las cosas, ¿para qué votar? Es la pregunta que seguro pasa por la mente de los que se abstienen que, como vemos, es poco más del 50 por ciento de la población.
Ni López Obrador ni Morena deberían estar contentos con estos resultados. No pueden “echar las campanas al vuelo” con estas “victorias” que debieron ser 6 de 6 y sólo ganaron 4 de 6, aun utilizando a sus altos funcionarios para hacer campaña, a todo el poder del Estado, todos los programas clientelares, a su ejército de servidores de la nación, a la compra indiscriminada de votos, etcétera.
Está claro que Morena se hunde bastante rápido, su desprestigio cada vez es mayor. Prometieron acabar con la corrupción y ahora hay más funcionarios de alto nivel corruptos que protagonizan verdaderos escándalos, como por ejemplo Santiago Nieto o Manuel Bartlett; la economía está en franco retroceso desde antes de la pandemia generada por la covid-19; un fallido sistema de salud que ha provocado la muerte de miles de mexicanos y el desabasto de medicamentos; la inseguridad está desatada y el crimen organizado cada vez toma el control del país y todos nos sentimos inseguros hasta en nuestra propia casa; la pobreza cada vez lacera más y más a la mayoría de los mexicanos. ¡Tenemos un país a punto del colapso!
No es absteniéndose como vamos a mejorar nuestras condiciones, al contrario, así sólo dejamos campo libre para que unos cuantos decidan sobre el futuro de todos. Si queremos que las cosas no se sigan complicando y dejar un país destrozado para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, es necesario que tomemos conciencia de nuestra realidad, que nos organicemos en un gran bloque nacional y que, del pueblo, salgan políticos nuevos, limpios, inteligentes, luchadores que con verdadera convicción revolucionaria formen una verdadera oposición para que junto con el pueblo salgan a luchar por el poder de este país y cambiar su historia.
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