MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Reflexiones en torno al cambio de gobierno en nuestro país

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Desde dos o tres meses antes de que Claudia Sheinbaum asumiera su cargo al frente de la Presidencia de la república, la prensa crítica se dedicó a discutir si ya en funciones tendría autonomía, si habría más democracia o si seguiría el mismo estilo de gobernar de López Obrador. De esa forma, se hacía depender esta cuestión del hecho de que ella es una científica, una defensora de los derechos de la mujer, surgida –a diferencia de él– de la izquierda histórica, y otras subjetividades del mismo tipo. 

Hoy sigue la discusión: por ejemplo, se cuestiona que si en sus primeros actos de gobierno se le vio un destello de diferencia; que si se mostró sumisa a Obrador, que si ha llegado la era de las mujeres en el país, etcétera.

La entrega de más apoyos monetarios a adultos mayores y estudiantes de primaria y secundaria no son más que medidas para contener la inconformidad social.

Para los millones de mexicanos que formamos los sectores populares, es necesario entender el terreno y la tesitura en que se da tal discusión, que no es otro que el de los voceros de las distintas corrientes de la burguesía y, en menor grado, de la mediana y pequeña burguesía, en el contexto de un amigable combate a quienes se turnan al poder como representantes del gran capital.

Para establecer el ámbito en que se debe realizar una crítica verdadera de nuestros gobernantes, transcribo unas líneas de la obra Tres partes y tres fuentes del marxismo de Vladimir Ilich Uliánov, Lenin: 

“Los hombres han sido siempre, en política, víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase”. 

Las bases científicas que estableció el marxismo-leninismo para analizar una sociedad y sus actores, sostienen, pues, que debemos juzgar a los gobernantes desde los intereses económicos que representan, ya que son éstos los que determinarán la esencia de sus políticas públicas, con todo y que la personalidad defina algunos matices en su actuar. Veamos.

El Gobierno de López Obrador dice –amparado en las transferencias monetarias directas– que la pobreza ha pasado de 55 mil 700 a 46 mil 800 millones en su gestión. Pero, para dejar claro el desempeño de esto que dicen es una “transformación en curso”, me referiré al Análisis comparado de los sistemas de seguridad social del continente americano, mediante el Índice de Universalidad de la Seguridad Social (IUSS), que demuestra que de 21 países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ocupamos el lugar nueve.

Dicho estudio compara también el número de pobres, en el que ocupamos el deshonroso segundo lugar, sólo por debajo de Honduras (ciss-bienestar.org, marzo, 2024).

En contraste, y de acuerdo con Bloomberg, los multimillonarios de México han aumentado su riqueza 82 % entre diciembre de 2018 y marzo de 2024. Esto es más que sus pares globales, los cuales se han enriquecido 78 %, en promedio, durante el mismo periodo.

El medio enlista a algunos de los más ricos; por ejemplo, Carlos Slim pasó de poseer 51 mil 800 a 107 mil millones de dólares; Germán Larrea, de 3 mil 530 a 41 mil 500 millones; y Ricardo Salinas Pliego, de 9 mil 420 a 15 mil 300 millones (Expansión, 11 abril 2024).

Los datos contundentes dicen más que las percepciones del hoy expresidente. Es claro que la 4T no es un gobierno en favor de los pobres, por más que se diga de “izquierda”. Sus principales miembros son parte de los restos del Partido Comunista Mexicano (PCM), que desde las décadas de los cincuenta y sesenta –según José Revueltas, en su crítica a la inexistencia histórica del partido comunista– demandaban la “democratización” del país que permitiera a las clases medias acceder al poder, cuya expresión más evidente fueron las peticiones políticas al sistema mexicano que los líderes del PCM introdujeron al pliego del movimiento estudiantil del 68.

Hoy, en el poder, demuestran que esa lucha por la “democratización del país” era su petición de ser considerados para gobernar en favor del gran capital nacional y extranjero, como lo prueban los datos aquí presentados, con los que se evidencia el nivel de pobreza de los mexicanos, mayor incluso al de naciones que no tienen, ni de cerca, las condiciones geográficas, naturales y poblacionales que tenemos nosotros.

Por tanto, no nos dejemos engañar, no caigamos en esa discusión vacua y sin sentido. No habrá cambios sustanciales en el gobierno que apenas inicia, salvo los que dicte el neoliberalismo en favor de los dueños del capital, pues es la continuación del mismo proyecto de gobierno.

Los ajustes en el discurso, como el de que ha llegado el “tiempo de las mujeres”, son una manera de aparecer como defensores de los sectores desprotegidos de la sociedad, y la entrega de más apoyos monetarios a adultos mayores y estudiantes de primaria y secundaria no son más que medidas para contener la inconformidad social, pues ya se sabe que estos programas, la represión selectiva a sus opositores y la incorporación de políticos de otros partidos para mantener el control en el Congreso de la Unión y el Senado de la República, son la base del poder electoral que les permite mantenerse en el poder, al servicio de la burguesía.

El aumento de la riqueza de unos pocos implica el empobrecimiento de los demás sectores de la sociedad. Los empresarios que estuvieron al lado de AMLO y que lo están ahora de Sheinbaum, son precisamente los que duplicaron su riqueza. 

Cada vez es más urgente la organización de los explotados del país. El Movimiento Antorchista lleva 50 años esperando a que se decidan a dar la lucha. Que conste.

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