En Colima hemos vivido una semana que muchos quisieran olvidar, pues el lunes 19 de septiembre pasamos de la simulación a la realidad porque minutos después de que se llevará a cabo el Simulacro Nacional, con motivo de los dos sismos ocurridos ese mismo día, pero de 1985 y 2017, ocurrió un sismo con una magnitud de 7.7 a 63 km al sur de Coalcoman, Michoacán. Y una de las entidades donde también se sintió el movimiento telúrico fue la Ciudad de México, donde refrescó aquellos tristes y preocupantes momentos que han vivido con esta fecha en particular.
Lo expuesto anteriormente, ha generado una atmósfera de constante preocupación en Colima, pues durante toda esta semana se han presentado réplicas que han sacudido a la entidad, ya sea por la tarde y la madrugada; es decir, que los colimenses no se han sentado a comer, ni a dormir con la tranquilidad que habitualmente lo hacen.
Lo anterior, no es para menos, según la información oficial, la entidad fue una de las más afectadas por el sismo del pasado lunes. Por ejemplo, las cifras de las casas dañadas superan las tres mil 500; el municipio de Ixtlahuacán es de los más afectados, por lo menos 10 viviendas presentan pérdidas totales en las comunidades de El Galaje y Las Conchas.
También registró daños estructurales en más de 33 escuelas. Y una de las noticias más lamentables que dieron a conocer los medios locales fue la muerte de Paola, una bebé de cinco meses de edad, esto debido a las quemaduras graves que sufrió tras la explosión de un tanque de gas en una casa en la comunidad de Cerro de Ortega del municipio de Tecomán; su madre y hermano continúan hospitalizados, debido a que presentan quemaduras en varias partes de sus cuerpos. Por otro lado, Antonia y Rafael fueron las otras dos víctimas mortales en Manzanillo. Sin duda, la sociedad colimense se conmocionó ante lo antes mencionado.
19 años después
Colima tiene su historia con los sismos. Y en lo personal, el que me tocó vivir fue el del 2003. Claro, que, en ese entonces yo no tenía una noción clara de todos los daños que causó en tierras colimenses. Recuerdo observar el pánico que había entre los vecinos y mi familia. Al momento de escribir este texto, viene a mi memoria ver a mi papá protegiéndonos a mi mamá y a mí. Ese día descubrí que hay héroes que no llevan capas.
Ya dejando a un lado el sentimentalismo; el sismo ocurrido el 21 de enero de 2003 a las 20:06 horas, con una magnitud 7.6, fue considerado como uno de los más importantes en este siglo en las costas de Colima. Su epicentro se ubicó frente al municipio de Tecomán, a unos 89 kilómetros de la capital del estado y fue percibido con fuerza también en los estados de Michoacán y Jalisco.
De acuerdo con la información del Diario de Colima el número de personas fallecidas fue de 21, mientras que 400 personas resultaron heridas y más de 25 mil viviendas fueron afectadas; también hubo daños en la infraestructura pública.
La misma fuente citada relata lo que sucedió después de ese hecho que marcó a nuestro estado en 2003: “De inmediato, la ciudad de Colima y otras de la entidad se sumieron en las penumbras, mientras las personas, confundidas, salían de sus casas para atestiguar las primeras señales de la tragedia. Con el transcurrir de los minutos, las escenas de la destrucción se sucedieron por diversas calles y barrios de la ciudad. Viviendas destruidas, bardas colapsadas y autos aplastados se convirtieron en escenas recurrentes. La gente, en las calles, nerviosa y al punto de la histeria en algunos casos, completó un panorama de caos que se transformó, al paso de las horas, en desolación y pasmo, ante el panorama de destrucción”.
No tengo la menor duda de que el sismo del 19 de septiembre del año en curso hizo que miles de colimenses, que fueron testigos de lo sucedido en 2003, volvieran a recordar lo que vivieron aquel triste mes de enero. Claro que había miedo y preocupación, porque familias que tardaron muchos años en volver a tener un patrimonio, temían perderlo como en aquella ocasión; donde también hubo familias que quedaron incompletas.
En cierto que el contexto actual que se tenía en Colima, previo al temblor, no era el mejor. La sociedad colimense seguía bajo la sombra de la inseguridad, problemática que la gobernadora Indira Vizcaíno Silva no ha podido resolver completamente. Ahora enfrentará una situación que pone a prueba la reacción que tiene ante adversidades que afecta a miles de colimenses. Es aquí cuando todo su equipo de trabajo deberá demostrar que está forjado para situaciones como estas.
A diferencia de gobiernos anteriores, Vizcaíno Silva debe dar soluciones pensando en el futuro; es decir, que debe de tener en cuenta que Colima se encuentra en una zona sísmica y si las acciones que realice las hace sin considerar ese detalle, la entidad volverá a sufrir estragos como los registrados en días recientes.
Ante este tipo de sucesos, es cuando se cuestiona el tipo de cultura de prevención que tienen las autoridades para minimizar lo más que se pueda los daños que un municipio o estado, teniendo en cuenta la zona geográfica en que se encuentran.
Un claro ejemplo de lo anterior es Manzanillo, donde no solo vivió las constantes réplicas durante la semana, sino también hubo hundimiento en diferentes partes del municipio debido a las lluvias. Este problema no es reciente, ya que es una constante, y casi un hecho seguro, me atrevo a decir, que cada que hay una precipitación fuerte, se desborda un río, las avenidas se ven afectadas, y, sobre todo, muchas familias de Manzanillo son víctimas de esta despreocupación por parte de la autoridad municipal.
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