Inmerso en un grave problema creado por su pésima estrategia de seguridad que jamás dio resultados ni con su famosa perorata de “abrazos no balazos”, se observa al presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, más dedicado a promover a sus corcholatas para que vengan a sucederlo en el poder, en lugar de poner atención a una cuestión que su gobierno -pomposamente llamado de la Cuarta Transformación- ha dejado crecer, la ola de criminalidad donde el monstruo del crimen organizado se ha adueñado de más del 80 por ciento del territorio nacional.
El mandatario tabasqueño piensa que todo lo que hace, lo hace bien, de acuerdo con sus acostumbradas mañaneras donde mintiéndole a sus compatriotas persiste en la confrontación, pero no con los grupos criminales, sino contra los periodistas y contra todas aquellas organizaciones que no comulgamos con su pensamiento populista ni con su gobierno, después de que erigido en Jinete del Apocalipsis, se ha dedicado a sembrar muerte, donde había vida.
Es decir, en aras de combatir la corrupción y barrer las escaleras de arriba hacia abajo, tal como lo ha presumido desde siempre, dejó en el abandono a millones de familias mexicanas que anteriormente subsistían con fideicomisos y programas por él cancelados, sencillamente que atendían sus males en un Seguro Popular, creado para las clases empobrecidas del país, para transformarlo en un abandono total para todos ellos, que hoy sucumben por enfermedades curables, ya no se diga por aquellos que padecen diabetes, cáncer y otros males de urgente atención.
Hoy se enfrenta, a pocos meses de su salida, a una cuestión que él mismo fabricó, tan solo por no haber actuado a fondo en el aspecto de seguridad, manifestando que los criminales no debían ser combatidos sino atendidos sencillamente por tratarse de seres humanos.
Pero esos seres humanos están matando a los mexicanos a como se les viene la gana, han encapsulado en el desastre a pueblos enteros, rancherías y demás, transformándose en lugares fantasmas que antes eran núcleos de riqueza y que formaban parte de la línea alimenticia de los mexicanos, productores diversos que luchaban por retornar a la soberanía alimentaria del país, esa que hoy también se ha extraviado bajo el imperio del crimen organizado.
La economía del país también se ha visto seriamente afectada con la incursión de las bandas criminales que cobran cuota hasta a los vendedores ambulantes, todo ello bajo la complacencia o dejadez de un gobierno transformador que pugnando la ambición del poder político, se ha olvidado de su pueblo, encuerando prácticamente frente a la enorme ola que como tsunami de inseguridad está sepultando a sus propios compatriotas, vistos desde lejecitos, desde palacio nacional.
El agudo periodista José Reyes, plasma una radiografía precisa de lo que viene sucediendo en México bajo el gobierno lopezobradorista, bajo el encabezado de; “crimen organizado, el tamaño del monstruo que acecha a López Obrador”.
Refiere que el gobierno de López Obrador hereda un país convertido en rehén de las organizaciones trasnacionales delictivas que mantienen el control de gobiernos y municipios, ocupan a más de 1 millón de trabajadores y obtienen ingresos por 600 mil millones de dólares anuales.
Afirma que los cárteles del narcotráfico y subgrupos delictivos, con presencia en los 32 estados del país, conforman una compleja estructura territorial paramilitar con un poder de fuego capaz de repeler a las Fuerzas Armadas Mexicanas. Los batallones de la Guardia Nacional, que ya creó el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tienen en frente a un poder que también posee una cobertura política, social e, incluso, mediática.
De acuerdo con el documento confidencial “Organizaciones delictivas”, elaborado por la Agencia de Investigación Criminal de la Procuraduría General de la República (AIC-PGR), del que Contralínea posee copia, la geografía nacional está distribuida entre nueve cárteles, aliados entre sí territorialmente con más de 80 subgrupos depredadores, que operan como ejércitos privados, células de sicarios, huachicoleros (hurtadores de combustible), traficantes de personas, secuestradores.
El documento “de uso cerrado”, elaborado por la AIC-PGR delimita con precisión, por estado y municipio, dónde operan las organizaciones criminales trasnacionales del Pacífico (Cártel de Sinaloa), Beltrán Leyva, Carrillo Fuentes (Cártel de Juárez), Jalisco Nueva Generación, Arellano Félix (Cártel de Tijuana), Familia Michoacana, Zetas, Caballeros Templarios y Golfo, que mantienen en jaque al Estado desde hace más de 2 sexenios y ya en aprietos al gobierno de la llamada Cuarta Transformación.
El control territorial del país lo encabeza el Cártel del Pacífico, con cobertura en 14 estados y 145 municipios, de acuerdo con el documento de inteligencia. Es seguido por los Caballeros Templarios (con 13 estados y 103 municipios); Los Zetas (11 y 159); la Familia Michoacana, en ocho estados y 59 municipios; los Beltrán Leyva (45 y nueve); Jalisco Nueva Generación (cuatro entidades y 40 alcaldías); el Golfo (cuatro y 14); Carrillo Fuentes (dos y 19), y Arellano Félix (dos estados y seis alcaldías).
Hay quienes advierten que hoy México está en peores condiciones que al inicio del Siglo XXI con Fox, que empeoró con Calderón y que con Peña Nieto, resultando con más criminalidad y mayor diversificación y violencia que nunca.
Lo cierto es que la estrategia de seguridad del presidente López Obrador nunca funcionó como debía, tal vez por estar mal estructurada, pero tal vez por la impunidad que hacia los criminales se ha practicado bajo éste sexenio.
Ya son muchas las muertes de inocentes en la patria, no se ve por donde pueda estar la mano del gobierno emanado de los reductos del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), no se mira por donde los mexicanos podrán avanzar hacia mejores niveles de vida teniendo presente un escenario de muerte y desolación bajo el asedio de las bandas criminales que ya han conquistado a más del 80 por ciento de la nación.
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