De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), la región de América Latina y el Caribe es donde más vidas costó la covid-19: por cada 10 fallecidos por esta causa, tres eran de la región citada y esto a pesar de que menos del 10% de la población mundial vive en ella. Como sabemos, las muertes sobre todo las pusieron los sectores más pobres, con más comorbilidades y menos acceso a servicios de salud. Por otro lado, advierte del riesgo de que entre la juventud haya una “generación perdida” debido a que el confinamiento, combinado con la desigualdad económica, amplió la brecha en el acceso a la educación y el riesgo de marginación de la niñez y la juventud más pobre. Se incrementaron las probabilidades de que entre esta población haya más abandono escolar, desnutrición, trabajo infantil, así como de sufrir violencia o maltrato en los hogares.
Sobre las condiciones económicas, la institución señala que las medidas de distanciamiento social para contener la pandemia en 2020, provocaron que la actividad económica, el ingreso de los hogares y el empleo disminuyeran y con ello, que la pobreza, extrema y de otro tipo, aumentara. Todos los sectores de la población vieron disminuir sus ingresos en 2020. Para 2021, se esperaba que, como efecto de la reactivación de la economía, el crecimiento se detonara para alcanzar, cuando menos, los niveles que se tenían antes de la pandemia. Sin embargo, mientras que la población en pobreza extrema aumentó de 81 a 86 millones (14% de la población) en 2021, el patrimonio de los multimillonarios de la región no sólo se recuperó, sino que lo hizo con creces.
En México, los milmillonarios (264 mil personas, esto es, 2% de los mexicanos) poseían, en 2019, 122 mil millones de dólares, en 2020 perdieron 15% de ese patrimonio (sumó 103 mil millones de dólares) y para 2021 ya tenían un patrimonio de 136 mil millones de dólares 11% más que en 2019. Del otro lado, el desempleo (2.1 millones de personas), la subocupación (6 millones) y el empleo informal (32 millones de trabajadores) no dejan de aumentar. El gobierno mexicano, que ha declarado al neoliberalismo defenestrado, fue el cuarto país de la región con menor gasto social (10% del PIB) y que menor esfuerzo hizo por incrementar dicho gasto (en 2020 se aumentó 3% en relación con 2019); ello a pesar de que el gasto en salud per cápita en México es apenas 48% del gasto promedio de la región y es el segundo país, solo después de Panamá, con peores medidas de protección al empleo. Es decir que, a pesar de las profusas declaraciones en contra del neoliberalismo de la 4T, no hay ninguna disposición real para terminar con él. Este gobierno reproduce todas sus políticas.
La consecuencia más repudiable del neoliberalismo es que la desigualdad económica se acelera y escala a niveles difíciles de creer: el 1% más rico de la población posee prácticamente la mitad (46%) de toda la riqueza del mundo; y, en el otro polo, en el de los más pobres, más de la mitad (55%) poseen 1.3% de la riqueza mundial. Los datos son los que reporta el banco Credit Suisse, un organismo en ningún caso contrario o del que se podría esperar alguna simpatía con las víctimas de semejante reparto desigual, con las mayorías. Este enriquecimiento, la mayor parte al menos, no se amasó por medios ilegales, sino que se realizó al amparo de la ley que sanciona las reglas de la actividad económica y define qué parte del ingreso le toca a cada cual. Con el neoliberalismo, con la desregulación de los mercados de bienes y de capitales, a los que poseen el capital les tocó la cara de la pirinola que decía “toma todo” y lo asumieron a rajatabla. En cambio, para los trabajadores lo que hay para ofrecer son pocos empleos, inseguros y mal remunerados. Somos nosotros pues los que debemos organizarnos para acabar con este estado de cosas. Nadie más lo hará.
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