MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Sequía y “Lidia”, catástrofes sin prioridad para la 4T

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Ante la magnitud de la tragedia provocada por el huracán “Otis” en Guerrero, muchos líderes de opinión advierten que, desgraciadamente, lo peor para Acapulco está por llegar, pues miles de personas dejarán el puerto y la inseguridad seguirá acechando y ganando territorio.

La industria hotelera y restaurantera está herida de muerte. Se calcula que se necesitan alrededor de 300 mil millones de pesos para reconstruir Acapulco; el problema es que no se sabe de dónde saldrá el dinero.

Los mexicanos medianamente informados sabemos que este Gobierno ha destinado el grueso de los recursos del erario al Tren Maya y la refinería de Dos Bocas. En estos momentos, la prioridad de Andrés Manuel López Obrador son las elecciones de 2024.

Por eso, desde Palacio Nacional AMLO pregona que “no fueron tantos” o “no nos fue tan mal”, refiriéndose al número de fallecidos por el huracán “Otis” y la magnitud de los estragos.

Pero la 4T no sólo evidencia que su prioridad no es atender la emergencia en Guerrero. Hasta el momento no han sido cuantificados los daños que provocó el huracán “Lidia” en la agricultura, a su paso por las costas de Jalisco el pasado 10 de octubre.

En esa ocasión, resultaron afectadas miles de hectáreas de plantaciones de plátano, papaya, maíz, café, limón, entre otras. Asimismo, tampoco ha sido cuantificada la afectación al campo jalisciense por la severa sequía que afecta a casi todo el territorio estatal. Lo peor es que por ningún lado se ven los recursos federales para paliar la sequía y los daños por “Lidia”. 

El Gobierno estatal calcula que para hacer frente a los estragos que dejó la sequía en el campo y los severos daños provocados por el huracán “Lidia”, Jalisco necesita mil 400 millones de pesos, de los cuales 670 millones ya están comprometidos por la actual administración estatal, y está viendo de dónde va a jalar algunas bolsas para apoyar a los productores de tres mil pesos por hectárea y hasta cinco hectáreas, considerando que son los pequeños productores quienes representan la mayor cantidad de afectaciones. 

Por ningún lado se ven los recursos federales para paliar la sequía y los daños por “Lidia”; a los afectados les queda exigir al Gobierno federal no sólo dádivas, sino apoyos suficientes. 

En la entidad se aproximan tiempos difíciles. De acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el 90 por ciento del estado tiene problemas de sequía, con lo cual se anticipan problemas en la producción de maíz, trigo, leche y carne.

De 125 municipios jaliscienses, 121 continúan registrando condiciones de sequía moderada a sequía extrema; siete demarcaciones tienen sequía moderada; 25 están en niveles de sequía severa y 89 entidades municipales están en condiciones de sequía extrema. Sólo dos demarcaciones se consideran dentro de los parámetros de normalidad: Cabo Corrientes y Puerto Vallarta. 

Por otra parte, el Observatorio de Conflictos Socioambientales (OCSA) señala que la sequía de este año es la peor que se ha vivido en los últimos 30 años.

Organizaciones de productores agropecuarios advierten que el fenómeno podría tener múltiples y severas afectaciones a la economía a nivel nacional. Uno de los principales riesgos es el encarecimiento de granos. 

La falta de lluvia constante este año ha hecho que las tierras fértiles no estén produciendo lo mismo que en años anteriores y eso deriva en escasez y, por ende, en un incremento en los costos de las pasturas. 

Pero como se ve, la sequía y el huracán “Lidia” son catástrofes sin prioridad para la 4T, al igual que la reciente tragedia de Guerrero. A los afectados por estos desastres naturales, les queda la alternativa de unir fuerzas junto con el resto de los mexicanos y a una sola voz exigir al Gobierno federal no sólo dádivas sino recursos suficientes para afrontar en mejores circunstancias la falta de agua y reparar los daños provocados por tales fenómenos meteorológicos.

No obstante, en ninguna circunstancia se debe perder de vista que en nuestro país no gobierna una nueva clase social, sino una mezcla confusa y heterogénea de comunistas, excomunistas, socialdemócratas, izquierdistas maquillados de progresismo, tránsfugas y trepadores profesionales de los viejos partidos que no alcanzaron o perdieron algún puesto público, y uno que otro ricachón, a quienes en estos momentos lo único que les interesa es contener el poder a cualquier precio. Por eso, aprovechan hasta las tragedias como un recurso demagógico y electoral como está haciendo la 4T en Acapulco, Guerrero. 

Para evitar que los mexicanos más vulnerables, quienes prácticamente carecen de todo, como vivienda digna, empleo digno, entre otros, sigan siendo víctimas de todo tipo de desastres naturales como ha ocurrido hasta ahora, es necesario construir una patria más próspera, sin pobreza, dónde se reparta la riqueza en forma más justa y equitativa. Esta tarea, que la historia le tiene asignada al pueblo trabajador, hoy se vuelve más urgente que nunca.  

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