Guerrero, uno de los estados con mayor pobreza rural en México, continúa siendo testigo del abandono y la desidia gubernamental. Con datos del Coneval que muestran que alrededor del 65 y 70 % de la población rural vive en condiciones de pobreza, es imperativo cuestionar las políticas actuales y la falta de acción de los Gobiernos locales y federales.
El estado, conocido por su producción de maíz, frijol y café, enfrenta rendimientos agrícolas bajos comparados con otras regiones del país. Los pequeños productores, quienes deberían ser el motor de la economía rural, se encuentran limitados por la falta de acceso a créditos y apoyos financieros.
La política de austeridad republicana, promovida por el Gobierno actual, se ha convertido en un escudo para justificar la inacción y el desvío de recursos en lugar de perseguir verdaderamente a los corruptos.
Esta situación impide la inversión y modernización necesarias para aumentar la productividad y mejorar sus condiciones de vida.
La infraestructura es otro talón de Aquiles para Guerrero. La ausencia de sistemas de riego eficientes y caminos rurales en buen estado perpetúa el ciclo de pobreza en muchas zonas agrícolas. Los programas federales y estatales de apoyo al campo, aunque presentes en papel, han sido ineficaces en su implementación y no han logrado los resultados esperados, dejando a los campesinos a su suerte.
La política de austeridad republicana, promovida por el Gobierno actual, se ha convertido en un escudo para justificar la inacción y el desvío de recursos. En lugar de perseguir verdaderamente a los corruptos, esta política ha dejado a los campesinos sin la posibilidad de sembrar sus tierras.
El alza en los precios de los alimentos básicos es una prueba irrefutable de las consecuencias de estas malas decisiones. El obrero, la ama de casa, el estudiante, el adulto mayor; todos en México vivimos la peor crisis alimentaria de los últimos tiempos.
El Gobierno lanza la piedra y esconde la mano, creando una cortina de humo que sólo beneficia a los empresarios del neoliberalismo, quienes aumentan sus ganancias a costa del sufrimiento de los más pobres.
El caso de Chilapa es emblemático. Los habitantes deben ver el gran daño que está provocando la política de la mentira y el desvío de recursos. Mientras los precios de los alimentos suben, los beneficios solo llegan a unos pocos privilegiados.
La 4T que prometía ser la esperanza de México ha demostrado ser incapaz de cumplir sus promesas. Morena, con su discurso de “primero los pobres”, ha fallado en su misión.
La nueva presidenta Claudia Sheinbaum y la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado Pineda, no han hecho más que perpetuar este ciclo de abandono y desatención.
Queda claro que los pobres seguirán siendo pobres no por elección, sino porque no le importamos al Gobierno que tanto alardea de ser el defensor del pueblo. Las promesas vacías y las políticas mal implementadas han dejado a Guerrero y a muchos estados de México en una situación precaria.
Es hora de exigir un cambio real y de responsabilizar a quienes, con su inacción, han condenado a generaciones enteras a vivir en la miseria. La lucha por un México más justo y equitativo debe continuar, sin dejarnos engañar por las falsas promesas de quienes solo buscan su propio beneficio. ¡Sigamos en la lucha, compañeros campesinos de Chilapa!
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