Una de las condiciones básicas para que el modo de producción capitalista asegure su existencia y multiplicación exponencial es la explotación de mano de obra asalariada y de los recursos naturales endémicos.
Plusvalía, le llamó Carlos Marx en su obra cumbre, a la motivación principal de los poderosos empresarios capitalistas cuando deciden llevar “bondadosamente” sus capitales como inversiones en forma de modernos emporios fabriles a los rincones más insospechados del planeta.
Y no puede ser de otra manera. El capitalista existe sólo para comprar fuerza de trabajo, para ponerla a trabajar en sus modernas fábricas, y venderla después como trabajo en forma de mercancía. Es en el proceso de producción de la mercancía donde la fuerza de trabajo le genera al capitalista el plus trabajo, el plus producto y el plusvalor del que se apropia gracias a las leyes creadas por el mismo modelo productivo.
Luego viene el mercado a convertir el plusvalor en plus-precio y plus-dinero. Y aquí tenemos ya la razón principal que motiva a los grandes empresarios de todo el mundo a “compartir” sus fortunas con los trabajadores más pobres.
No es difícil ver esto que digo, si reparamos en el hecho tangible de que los patrones, del nivel económico de que se trate, nunca van a dar en forma de salario a los trabajadores la misma cantidad de valor que los mismos trabajadores les dan en forma de fuerza de trabajo. ¿Dónde estaría entonces la motivación principal del negocio, si no fuera de esta manera?
He aquí, como dije ya, la esencia del modelo de producción capitalista o neoliberalismo. Y conforme a las leyes creadas por el propio modelo, la situación del trabajador no tiene remedio ni va a cambiar, mientras no cambie el modelo mismo.
Lo dicho hasta aquí me permite fundamentar algunas apresuradas reflexiones, acerca de la oposición de algunos pobladores del municipio de Armería a la instalación de una fábrica productora de fertilizantes, una planta de urea y amoniaco en las cercanías de Cuyutlán, un lugar emblemático por el famoso fenómeno llamado “La Ola Verde”.
Veamos algunas notas recientes que ha generado el conflicto, para darnos una idea de la magnitud del problema al que se van a enfrentar los pobladores:
Algunos pobladores del municipio de Armería, Colima, se oponen, por el riesgo ecológico y social, a la instalación de una planta de urea y amoniaco cerca de Cuyutlán; famoso por el fenómeno “La Ola Verde”.
Y cuando ya creíamos que las protestas, la oposición y la negativa final de las autoridades a la instalación de la planta mencionada era inminente, vienen dos notas más.
Una es del 1 de octubre, donde José Díaz Madrigal, un columnista de Colima Noticias, se atrevió a lo impensable. Su trabajó se tituló: “Condiciones para permitir la planta de Amoniaco y Urea en Cuyutlán”. No citaré el documento por espacio, pero el autor da, como si desconociera cómo operan los capitalistas, una serie de condiciones que abundan en inversiones millonarias en beneficio de los pobladores y el municipio.
Estoy seguro de que los inversionistas extranjeros que vienen en búsqueda de incrementar sus fortunas, ni siquiera lo leerán.
La otra nota es mucho más relevante. Es del día 20 de octubre; apareció en el medio AD Archivo Digital, y es un comunicado de Fermachem S. de R. L. llamado: “Comunicado oficial sobre la instalación de la planta de urea y amoniaco en Cuyutlán, Armería, Colima”. Tampoco citaré el contenido del documento, pero en doce puntos sintetiza lo que es la empresa, todas las bondades que su planta traerá para todos los pobladores de Cuyutlán, para el municipio de Armería, para el estado de Colima, para el país, y creo que para el mundo entero; tanto que uno se puede quedar maravillado.
En síntesis, y por la seguridad de lo que se dice la empresa en su documento, pareciera que la instalación de la planta es todo un hecho, y no lo dudo ni tantito. Aún no se conoce el veredicto final de Semarnat ni del gobierno del estado.
En el Manifiesto del Partido Comunista, escrito por Marx y Engels en 1845, se dice que el Estado no es más que una junta que administra los negocios comunes de toda la clase burguesa. Y, por el tema que ya tratamos aquí, veremos que esto, al día de hoy, aplica.
Si el gobierno de ahora, en verdad quiere defender a su gobernados y sus recursos naturales, deberá trabajar entonces junto con ellos para cambiar el modelo de producción capitalista. ¿Están listos México y Colima para un cambio de semejante trascendencia? No lo creo. Mejor sigamos organizando y educando. Necesitamos un gobierno verdaderamente del pueblo.
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