El Materialismo dialéctico-histórico usado como método aplicado al estudio científico de las etapas sociales para su conocimiento objetivo de la realidad, marcó un hito para la historia de la humanidad. Antes de Marx y Engels, la historia de las sociedades era concebida desde un punto de vista subjetivo, empírico en muchos casos. El conjunto de leyes y categorías desarrolladas por el marxismo ha fungido como hilo conductor para el estudio de las sociedades a través de sus periodos y, en consecuencia, orientado a los pueblos del mundo en la construcción consciente de sus sociedades.
Entre estas leyes y categorías, destaca la ley de la unidad y lucha de contrarios que, aplicado a las sociedades, la apreciamos como la lucha de clases. La dialéctica dicta que todo fenómeno conocido es producto de una lucha interna de dos fuerzas antagónicas; así podemos deducir que los fenómenos sociales a lo largo de toda la historia son productos de una lucha inconciliable entre clases sociales. Como dijo Marx: “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de la lucha de clases” Así, se han identificado tres periodos históricos en los cuales las relaciones sociales han sido constituidas por dos clases principales, la dominante y la dominada. Amos, reyes y burgueses han oprimido y explotado a sus clases antagónicas respectivas; esclavos, siervos, obreros y campesinos, a través del tiempo. Insisto, el concepto es solo el hilo conductor, útil para conocer objetivamente la historia.
En este sentido, para que las relaciones entre explotadores y explotados puedan mantenerse vigentes por la mayor cantidad de años, eternamente si es posible, las clases dominantes necesitaban -y siguen necesitando- desarrollar instrumentos de dominación, tanto teóricos como prácticos. Actualmente, la burguesía desde su consolidación como clase hegemónica, se ha valido del aparato del Estado, con sus instituciones legislativas, educativas, judiciales, militares, diplomáticas y comerciales para salvaguardar sus intereses. No obstante, en el sometimiento ideológico juegan un papel muy importante los medios de comunicación, intelectuales, artistas, filósofos, teóricos, etc. Así, como parte de este enorme ideario que busca “legitimar” la explotación del hombre, se promueve la creación de una corriente ideológica que encuentra una justificación de la necesidad de que exista una raza suprema, la raza aria. Esta fue la premisa para el nacimiento del fascismo.
La burguesía fue propulsora de los movimientos de “ilustración y positivismo” durante el siglo XVIII y principios del XIX. Por su parte, la Ilustración -movimiento teórico revolucionario de su tiempo- tuvo como efecto la reivindicación del de las ciencias y el arte, la filosofía, que se encontraban en las penumbras por orden de la santa inquisición, y que suponía la luz en toda su extensión de la palabra. Al mismo tiempo, el positivismo posicionó a las ciencias y su importancia para el hombre como instrumento necesario para el mejoramiento de su calidad de vida. Las revoluciones de Ilustración en Europa consolidaron al Estado liberal y la primera Revolución Industrial. Como en todo movimiento revolucionario, las masas populares se sumaron. Sin embargo, las contradicciones del modo de producción capitalista, más pronto que tarde se hicieron notorias. Ahora, las enormes brechas de desigualdad social extremas, ocasionadas por el nuevo sistema, terminaron por demostrar también, la existencia de dos clases opuestas y antagónicas.
Para explicar la contradicción del por qué el sistema capitalista, que produce tanta riqueza, por qué a su vez genera tanta pobreza, surgieron dos bloques principales: los teóricos anárquicos y los socialistas científicos (Los ya mencionados Marx y Engels) y, por el otro, los liberales naturalistas como Edmund Burke o Hippolyte Taine. Por su parte, los movimientos anárquicos y socialistas orientaron su praxis (teoría y práctica) en torno a la emancipación de las clases oprimidas a través de la instauración de un nuevo orden productivo que garantizara la satisfacción de las necesidades de los explotados. Contraria es la respuesta naturalista, la cual argumenta que la causa de la desigualdad social es derivada de las desviaciones y degeneraciones que todo ser vivo sufre en su proceso evolutivo. Dicho en otras palabras, la condición de vida del hombre no es sino consecuencia de su origen étnico, racial y las limitaciones que de ellas se derivan. La naturaleza, selectivamente, los ha colocado en el peldaño más bajo de la jerarquía social. Por tanto, son las razas superiores quienes tienen que asumir las tareas de la organización social, administrar y dictaminar cuanto fuese posible.
Así nació el fascismo moderno. Vimos, décadas más tarde, sus etapas más repudiables, viscerales y genocidas durante las guerras extensionistas neocoloniales de las potencias europeas en la Primera Guerra Mundial y el ascenso del Tercer Reich respaldado por éstas mismas potencias (Gran Bretaña, Francia, España, Italia y Estados Unidos) que derivó en la Segunda Guerra Mundial.
Realmente sorprende la similitud de los hechos que hay entre el ascenso de Hitler y el actual conflicto geopolítico entre los Estados Unidos, la OTAN y Ucrania en contra de Rusia. La injerencia estadounidense es notable, así como su política anti-soviética. Hoy, el imperialismo norteamericano, para seguir subsistiendo, se esmera en influir y potenciar a las fuerzas neofascistas que radican en la zona central y occidental de Ucrania para que éstas continúen el asedio contra los rusos residentes de la zona oriental. Rusia, emparentada históricamente con el pueblo ucraniano, es forzada a acudir en defensa de Lugansk, Donetsk y Crimea, así, EE. UU. so pretexto de defender a Ucrania intentaría llevar su anexión a la OTAN, desembocando una guerra frontal con el país asiático y determinar el ansiado nuevo orden económico global.
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