En mayo hay una celebración que no es muy festejada en México: el Día de la Victoria, que se celebra (aún) en Europa el 8 de mayo y en los países que alguna vez fueron del bloque socialista el nueve de mayo.
Esta importante memoria no alcanza aún en la mente de todos los hombres su verdadero significado para la libertad y la vida de la humanidad, y esto es culpa de la propaganda occidental que oculta la verdad sobre los acontecimientos que celebra, o los deforma de manera que las nuevas generaciones no conozcan o conozcan distorsionado lo que ocurrió, con fines muy aviesos que deben preocuparnos y debemos conocer al detalle.
Fueron las mujeres y los hombres soviéticos, con su enorme sacrificio, los que vencieron al nazi-fascismo y lucharon por liberar a su patria y a Europa, pero con eso liberaron a toda la humanidad
Sobre todo porque esa es la otra cara de la moneda; los poderosos del mundo, que son los promotores y beneficiarios de todas las formas del racismo y del fascismo, están en lo suyo, su naturaleza es perversa y maligna, ya lo deberíamos saber y no olvidar.
En oposición, es nuestra tarea defender y difundir la verdad, hacer que todos la conozcan y entiendan, y lo tenemos que hacer venciendo no sólo la oposición de los poderosos y sus inescrupulosos intentos de impedírnoslo, sino contra la indolencia y pasividad propias. Que no se sepa la importancia del “Día de la Victoria” es también, pues, culpa de quienes conocen la verdad y no la difunden con las fuerzas y medios que se debiera. Esto sería una humilde contribución al intento de rescatar la verdad y decir a todos por qué la humanidad entera debe recordar y celebrar el Día de la Victoria.
El holocausto que significó la Segunda Guerra Mundial, la carnicería y el indudable infierno (literal), salido de las mentes más enfermas y perversas de los poderosos capitalistas, que siguen incrustadas en el cuerpo de la humanidad, siguen siendo muy poderosos, y están a la espera de solamente una nueva oportunidad más para aplastar a los humildes e imponer un estado de explotación absoluta, que es el verdadero fin del fascismo, y del imperialismo que está detrás de él, costó a la humanidad cerca de 70 millones de muertes (entre soldados y civiles), de los cuales entre 24 y 30 millones, el 35 %, fueron soviéticos.
Se pudo terminar gracias al sacrificio sobre todo del Ejército Rojo y del pueblo de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), contra quienes la monstruosa maquinaria de guerra alemana se abalanzó con pretensiones aniquiladoras y espíritu desalmado.
Está demostrado y documentado que los ejércitos y los líderes políticos de las otras naciones aliadas dejaron manos libres a Hitler y a los imperialistas detrás del criminal, para que concentrara a la “Wehrmacht” (Fuerzas Armadas Alemanas) en sus intentos por ahogar en sangre a la patria socialista y sus éxitos como alternativa social más viable para los pueblos, y ejemplo que mueve a la inevitable rebeldía en contra del sistema que ha hecho ricos a los imperialistas, patrocinadores del fascismo en todas sus formas y facetas.
El pueblo soviético, sin embargo, se levantó orgulloso, rompió el cerco de Stalingrado, lo que significó el punto de inflexión en la guerra del que Alemania no se repondría; triunfaba la humanidad en la gloria del Ejército Rojo, en la gloria y sacrificio del pueblo soviético que liberó su patria, hizo retroceder al ejército nazi, liberó a toda Europa oriental hasta la misma capital germana y derrotó al monstruo nazi-fascista-imperialista.
El acta de rendición militar incondicional de la Alemania nazi frente a la delegación soviética en Berlín la firmó el mariscal de campo Wilhelm Keitel ante los representantes de la URSS en Karlshorst (Berlín) a las 22:43 horas del 8 de mayo de 1945 (a las 0:43 del 9 de mayo, hora de Moscú).
Por eso cada ocho de mayo lo celebran como “El Día de la Victoria” las naciones europeas (y toda Europa lo hacía en los primeros años) y el nueve de mayo las naciones herederas de la URSS.
En homenaje a la victoria soviética, el gran poeta y activista político Pablo Neruda redactaría varios cantos en solidaridad a la proeza y sacrificio del pueblo soviético, y preconizaría una gran verdad, de la que somos definitivamente partidarios: gracias a la URSS, el imperio nazi había sido destruido y el triunfo de los soviéticos significaba la garantía no sólo de la libertad de los países europeos, sino también de la de los países latinoamericanos, ya que:
“… si la Unión Soviética no hubiese dado su sangre, su inteligencia, su coraje desesperado y su firmeza inagotable para terminar con el imperio nazi, la independencia de los países latinoamericanos sería en esta hora un sueño del pasado”.
Conviene recordarlo hoy que los grupos de ultranacionalistas son nuevamente el ariete del imperio capitalista, en sus nuevos intentos de conquistar al mundo y es, nuevamente, el pueblo ruso el principal combatiente en esta nueva guerra, y necesita, otra vez, el apoyo del resto de la humanidad ante la embestida militar y propagandística, que no tiene un fin diferente al de los criminales imperialistas nazis de ese entonces.
Fueron las mujeres y los hombres soviéticos, con su enorme sacrificio, los que vencieron al nazi-fascismo y lucharon por liberar a su patria y a Europa, pero con eso liberaron a toda la humanidad brindándole la posibilidad de vivir en paz y en progreso.
Esta verdad hoy la deforman, la ocultan y la tergiversan los herederos del nazi-fascismo de entonces, que nunca fue totalmente eliminado, y hoy asoma con afanes no menos perversos.
Ellos y sus gusanos están en lo suyo, y la labor de rescatar la verdad es de quienes deseamos una sociedad más humana e igualitaria. Debe ser nuestra acción educadora y nuestra propaganda la que habrá de recordarle a cada ser humano la importancia de esta fecha que, sin duda, en el futuro, será recordada por toda la humanidad en todo el planeta, porque fue toda la humanidad la que se ganó con ese sacrificio el derecho a la existencia.
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