En recientes datos proporcionados por la OXFAM se estima que al final del año se sumarán al círculo de la pobreza extrema unos 250 millones de personas en todo el planeta. De los cuales, unos 65 millones serán por los incrementos en los precios de la canasta básica. Tan sólo la pandemia ha llevado a 100 millones de personas a carecer de lo más indispensable para vivir, esto es sobreviven con menos de dos dólares al día o su equivalente de $39.00 pesos por persona. En ese mismo sentido, un reciente estudio del Coneval señala que el número de pobres en México aumentó a casi 4 millones en tan sólo dos años ( 2019-2020). Para el caso de Morelos, en ese mismo período, la cifra es de 114 mil nuevos pobres. Al respecto, si la pandemia aún no termina, la economía no crece y se encarecen los alimentos, ¿qué datos debemos esperar de los dos años posteriores al estudio del Coneval? Seguramente más pobres, con sus respectivos “daños colaterales”: más violencia y hambre.
Si este diagnóstico es certero, como parece serlo, los gobernantes en turno deberían tomar nota puntual hacia donde nos llevará una situación semejante si no se ataca de fondo el problema de la pobreza y de la injusta distribución de la riqueza en el país y en el estado, más cuando se cierran las puertas a las organizaciones sociales que hacen gestión como el Movimiento Antorchista, para que se atiendan necesidades sociales de diversa índole que tienen grupos marginados.
En el caso del campo los miles de pequeños productores sufren por los altos costos de los insumos, en particular por el aumento inusitado del precio del fertilizante hasta más del 100%, lo cual traerá menor producción y reducción de beneficios para sus familias o de plano pérdidas, con el consiguiente aumento de precios de granos y oleaginosas. Además, no existe hasta la fecha un padrón confiable en el estado y el que se maneja por la dependencia del ramo no incluye a todos los productores. Para empeorar la situación, los recursos destinados al sector son tan escasos que la mayor parte se va en la burocracia y unas cuantas migajas caen a los verdaderos productores, los programas anteriores fueron cancelados y no hay sustitutos, más allá de Sembrando vida que ha dado de qué hablar por el uso discrecional, electorero y a modo de quienes lo administran.
En el caso de la obra pública en el estado ésta brilla por su ausencia. No hace mucho el colegio de ingenieros señalaba el rezago en la materia del orden de los diez años. Recientemente, el ayuntamiento de Cuernavaca señaló el mal estado del 70% de las vías principales y secundarias que ameritan arreglo urgente. A los municipios no se les permite cobrar nuevos impuestos pero tampoco se les aumenta su presupuesto. La concentración de los recursos a nivel federal y estatal es una política de la 4T y aliados, para el manejo político-electoral de la población, ni más ni menos.
Estando asi las cosas, a los ciudadanos de a pie y a las organizaciones sociales comprometidas con el pueblo no les queda otro recurso que la manifestación pública, una vez que se cierran las puertas del Palacio de Gobierno y no hay respuestas a sus legítimas demandas. Por eso, este 19 de abril un contingente importante de antorchistas del estado marchamos por las principales calles del centro de Cuernavaca para demandar al Gobierno estatal diálogo serio y resolutivo, para la solución de necesidades básicas que tienen rezagadas cientos de comunidades y colonias populares a lo largo y ancho de Morelos. Esperamos que los funcionarios atiendan y resuelvan tales peticiones, pues de no hacerlo contribuirán al aumento del malestar social, que ya existe por la inseguridad y violencia que nos azota.
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