Hace tres años, dos grupos de maestrantes iniciaban en el Centro Universitario Tlacaélel (CUT), el programa educativo que fue diseñado para la maestría en Ciencias de la Educación. Programa que, desde el principio, se mostraba diferente a los demás ofertados en otros planteles.
La calidad educativa fue indiscutible desde el principio; sin embargo, hubo algo que atrapó aún más nuestra atención pues, la pedagogía, como ciencia social puede ser estudiada desde distintas filosofías y, desde la filosofía materialista, la relación entre esta y la sociedad es un vínculo indisoluble y dialéctico.
Y es esto, precisamente, su relación con la realidad lo que hace diferente al modelo educativo que se practica en el CUT. Los conocimientos, las competencias, las habilidades que allí se potencian están estrechamente relacionados con el contexto actual y el estudio materialista de la historia de nuestro país.
No es raro ver a los alumnos prepararse en congresos internacionales que abordan la problemática económica, política y social actual; haciendo debates acerca de la coyuntura política del país o prestando servicio social al municipio ejemplar que los hospeda.
Recuerdo bien la primera clase con la doctora Ania Ruiz Gutiérrez quien era rectora de la universidad Máximo Gómez Báez de Ciego de Ávila, Cuba, (sí, a esa altura estuvieron nuestros maestros) en la que nos explicaba que, en México, pocas instituciones contaban con una visión centrada en el ser humano y su participación en la sociedad. En virtud de éste y otros argumentos supimos que, nuestro papel como futuros maestros en Ciencias de la Educación tenía que ser distinto también. Así también se transforma la mente y el corazón de cualquiera de los alumnos del CUT.
Hablar de un modelo que centre su atención, no únicamente en el aprendizaje de las ciencias y contenidos, sino en la preparación del hombre para la vida con los conocimientos, competencias y habilidades que lo vuelvan un hombre integrador, inclusivo, desarrollador y competente, en nuestro país, parece ambicioso. En el CUT se ha empezado a desarrollar esta visión integradora que ha permitido potenciar las habilidades de todos los estudiantes de esta casa de estudios.
Los estudiantes también se integran a actividades deportivas y culturales que tienen una estrecha relación con su entorno, en las que realizan prácticas apegadas a la labor que ejercerán cuando egresen y, sobre todo, que son impulsados a tener un pensamiento crítico y objetivo de la realidad en nuestro país. Toda esa educación integral se ve reflejada en lo competentes que son sus egresados y en la calidad humana de los mismos.
En México, no existe un modelo educativo similar al que se maneja en el CUT. Y la pandemia, desnudó aún más las graves desigualdades que existen en nuestro país y que se reflejan perfectamente en la Educación que se brinda a la clase pobre y, por otro lado, la Educación destinada a otros sectores. Misma que se vuelve prácticamente imposible de adquirir, porque así también, ahora la Educación, parece una mercancía que se vende a quien pueda comprarla, nada más.
Instruir al hombre únicamente para que su meta en la vida sea cumplir con un trabajo que limite sus capacidades para convertirse casi en una máquina más, es un síntoma desprendido del sistema económico y social en el que vivimos y las Instituciones, en la actualidad, actúan también en virtud del cumplimiento de esta función. Y ya ni hablar del Estado.
Aún ante este panorama, hay quiénes se atreven a ver más allá y tratan de reivindicar el papel del hombre dentro de la sociedad y dentro del ámbito estudiantil, así lo ha hecho está institución.
Así, parece incipiente tal vez, pero como si fuera bálsamo para la herida tan grande que la ignorancia y el pésimo gobierno han abierto en nuestro país, nace una pequeña tea en el Centro Universitario Tlacaélel, que pronto iluminará nuestro país.
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