MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL

Una verdad que vivo pero que Antorcha me traduce

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Doña Catalina, “Catita” como la llaman en la colonia, es habitante de la colonia Unidad Antorchista de la capital chiapaneca. Todos los días se levanta a las 4:00 a. m. para poder continuar su jornada, que previamente inició la noche anterior.

Doña Catita vende tamales fuera del hospital Pascasio Gamboa, atoles, café y pan. Debe llegar temprano pues sabe que, desde temprano, la gente sale a buscar el desayuno caliente que les ofrece.

Doña Catita lleva dos tambos de tamales de chipilín, untado y hoja santa; un termo de atole y otro de café, y una canasta con pan. Es auxiliada siempre por los que muy temprano abordan el colectivo y son ellos también los que le ayudan a bajar “la mercancía”.

La explotación laboral no sólo afecta a los trabajadores directamente involucrados, sino que también tiene impactos negativos en la sociedad en su conjunto.

“Ya me conocen los doctores y las enfermeras; hasta los ‘polis’ llegan por sus tamalitos y me piden ‘fiadito’ para la quincena”.

Al mediodía, doña Catita va al mercado que queda frente al hospital, para comprar el material que usará para el día siguiente. Su labor inicia a las 8:00 p. m. para preparar los guisos y bebidas de la mañana.

Chiapas, el estado más pobre y desigual de México, enfrenta una problemática persistente de explotación laboral que afecta a miles de trabajadores en la región.

La falta de oportunidades laborales dignas, la precariedad en las condiciones de trabajo, los bajos salarios y la falta de protección social son algunas de las causas que contribuyen a la vulnerabilidad de los trabajadores chiapanecos, generando situaciones de explotación, abuso y desigualdad en el ámbito laboral.

Según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), se estima que aproximadamente el 40 % de los trabajadores en Chiapas se encuentran en condiciones de informalidad, sin acceso a seguridad social, prestaciones laborales ni protección legal ante situaciones de abuso o explotación.

Esta precariedad laboral afecta principalmente a los sectores más vulnerables de la población, como los trabajadores agrícolas, los jornaleros, los migrantes y las mujeres, que enfrentan condiciones de trabajo indignas y violaciones sistemáticas de sus derechos laborales.

La explotación laboral en Chiapas se manifiesta de diversas formas, desde la sobrecarga de trabajo y las jornadas laborales extenuantes, hasta la falta de pago de salarios justos, la discriminación en el acceso al empleo y la ausencia de medidas de seguridad e higiene en los lugares de trabajo.

Los trabajadores en la región se ven obligados a aceptar condiciones laborales precarias y abusivas por la falta de opciones de empleo digno, lo que perpetúa un ciclo de explotación, pobreza y desigualdad en el ámbito laboral.

Carlos es hijo de don Sebastián, compañero colono de años con la organización. Trabaja en una farmacia de productos genéricos donde, afirma, aunque hay un sueldo base, para poder ganar “un poquito más” necesita vender las vitaminas de la tienda. Las jornadas de trabajo, aunque son de 8 horas, no incluyen los inventarios ni la descarga de mercancía, y las horas extra siguen siendo indispensables para llevar un poco de sustento al hogar.

La vulnerabilidad de los trabajadores ante los abusos de los empleadores, la falta de mecanismos de denuncia y la impunidad en los casos de explotación laboral son factores que perpetúan la injusticia y la desigualdad en el ámbito laboral en la región.

La explotación laboral no sólo afecta a los trabajadores directamente involucrados, sino que también tiene impactos negativos en la sociedad en su conjunto.

La precariedad laboral, la falta de protección social y la desigualdad en el acceso al empleo generan un círculo vicioso de pobreza y exclusión social que afecta la calidad de vida, la salud y el bienestar de los trabajadores y sus familias, perpetuando la desigualdad y la injusticia en la región.

Doña “Catita” había leído en la revista Buzos un artículo que habla precisamente de la explotación que viven miles de mexicanos. Para ella, estas palabras no son ajenas; las conoce, le duelen, las vive. Aunque no sepa de términos económicos ni de los valores y cifras que se muestran, ella sabe que ha sido el estudio quien le ha traducido esta realidad que solo Antorcha puede traducir.

Las historias que se cuentan forman parte del día a día que viven los chiapanecos en este sistema de explotación e injusticia, donde su fuerza de trabajo es infravalorada. Para poder resarcir con efectividad este mal, se necesita combatir el sistema capitalista imperante; cualquier otro medio sería solo un paliativo que nunca acabará con la injusticia y hará que estas historias se repliquen, sólo que en otro rostro.

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